Los carteros marineros

La tecnología desapareció la grata costumbre de escribir cartas en las que se practicaba la caligrafía y que comenzaban con el clásico: 'Espero que al recibir la presente…'

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Para los que con su peculiar silbato nos traían las buenas nuevas

El avance tecnológico vino a desaparecer la grata costumbre de escribir cartas a mano, aquellas en las que se podía practicar la caligrafía y que, por lo general, comenzaban con el clásico: “Espero que al recibir la presente….” y remataban con el “Sin más que decirte…” y, por supuesto, las infaltables posdatas, porque siempre nos quedaba algo por agregar.

Quienes antaño nos traían esas buenas nuevas (y a veces no tanto) eran hombres con uniforme gris -gorra incluida-, botas negras y chatas, valija de cuero al hombro repleta de correspondencia. Eran los carteros de a pie, aquellos que anunciaban su llegada con su peculiar silbato. Hoy, los pocos que quedan se han motorizado; el correo se llama Servicio Postal Mexicano y entró en decadencia –casi no se recuerda su día el 12 de noviembre– desde hace unas tres décadas con el boom de las telecomunicaciones y el internet, pues ahora es más fácil comunicarse a distancia por el celular o “chatear” en las redes sociales desde cualquier lugar.

En la Armada también existen carteros, y aún no desaparecen del todo. Son, por lo general, marineros o cabos, de probada confianza, que llevan y traen la correspondencia oficial de los buques y de las dependencias en tierra, así como la del personal, sobre todo el embarcado. En los barcos, son los primeros en bajar a tierra para dejar el parte de arribo, y los últimos en subir a bordo después de entregar el parte de zarpe. 

En lugar de valija llevan portafolios negros que hace juego con el uniforme marinero. Hasta hace algún tiempo, siempre llevaban formatos suficientes de telegramas, giros postales y telegráficos, pues el envío de dinero a nuestras familias se hacía a través de esta vía. También nos compraban artículos personales, revistas y periódicos. Después varios días de navegar, al llegar a nuestra base egresaban de su comisión cargados de  correspondencia para toda la tripulación.
      
Durante mi travesía en la Marina, el correo fue parte importante de mi vida. Nunca faltó la correspondencia regular con la familia, el envío de tarjetas postales desde algún puerto, el intercambio de fotos…. en fin, los acaecimientos más importantes de nuestro derrotero, por ello conservo buenos recuerdos de los “carteros” de la Marina.

Anexo “1”

De cartero a Comandante

A finales de los años 70 llegó desde su natal Michoacán a contratarse como marinero en la Compañía de Infantería de Marina número 4, en Guaymas, Sonora. Era un muchacho alto, flaco, desgarbado, dientes desalineados, callado, sonreía tímidamente. Tenía un don: era corredor de fondo. Nos ganaba a todos con su larga zancada. Y lo comisionaron como cartero, misión que cumplía con recelo y a la perfección, pues su conducta era intachable. 

Quiso entonces ir a la Heroica Escuela Naval, y lo logró a través de una dispensa de edad, porque se pasaba un par de años. Recuerdo que recibí una postal que me envió cuando apenas era "potro". Terminó su carrera, y a principios de los 90 lo volví a encontrar en Chetumal, ya como Teniente de Fragata. Hoy, este “cartero” sigue escribiendo su historia en la Armada: es Capitán de Navío de Infantería de Marina

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