Una pizca de chile en El Cardenal

El Maestro Carlos Evia Cervantes, fundador del grupo espeleológico Ajau, contó algunos mitos mayas.

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La diferencia entre una cantina y un bar es, de acuerdo a Sergio Grosjean, el trato entre los parroquianos. En la foto, la cantina La Mostachona. (SIPSE)
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Sergio Grosjean/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yuc.- El viernes pasado hubo un interesante evento que se desarrolló en la cantina o bar 'El Cardenal', que consistió en que nuestro amigo y colega el Maestro Carlos Evia Cervantes se posicionó en el pequeño escenario a narrarnos con gran maestría algunos mitos mayas. 

Sin duda, fue un verdadero agasajo escuchar a Carlos, ya que por una parte, él, como experto en la materia -ya que además de destacado espeleólogo y fundador del grupo espeleológico Ajau, que está por cumplir ya dos décadas, ha publicado varios libros de mitos mayas- nos narró con su singular lenguaje 3 fantásticos mitos sazonados con una pizca de chile para darle sabor y color al asunto. 

Mientras tanto, por nuestra parte, lo único que tuvimos que hacer es sentarnos como niños buenos a escucharlo, obviamente acompañados de varias frías espumosas, una que otra agua fuerte,  y ni que decir de las excelentes botanas que sirven en este longevo y recién renovado abrevadero. 

Luego de la charla, se desarrolló una actividad en la que los clientes que desearan realizarían dibujos de los mitos que el maestro nos rememoró. Sin duda, fue un éxito, y por ello, le agradecemos también  a todo el personal su inmejorable servicio y amabilidad que siempre los ha caracterizado. 

Que bien por el “El Cardenal”, por sus organizadores, y por el Maestro Carlos quien nos hizo viajar por el tiempo en una tarde maravillosa. Esto demuestra una vez más que este tipo de sitios invariablemente han sido fermentadores de nuevas realidades. 

Creo que esta es una buena oportunidad de aclarar un término  que muchos me preguntan, es decir,  cual es la diferencia entre una cantina y un bar, y de acuerdo a la Real Academia Española ambos son esencialmente lo mismo, pero desde mi particular punto de vista y de varios colegas expertos en el arte cantineril, el bar es un sitio en el que, de cierta manera, el ambiente es impersonal, o de convivencia con  compañer@  o amig@s en el que asistes y no importa lo que pase en la mesa de un lado o en el otro extremo de la barra a diferencia de la cantina, que es similar a una cofradía ya que es un sitio en el que todos se conocen y se protegen, y lo que suceda no trasciende a otras esferas a diferencia del bar.

Y en la cantina la gente saluda de mesa en mesa a los parroquianos porque casi siempre se conocen, y si a alguien se le cae una copa o se resbala simplemente todos gritan y chiflan; también, decía acertadamente nuestro colega Alejandro Martínez que la cantina es el último reducto para el género masculino –dije decía, porque ya cambió de opinión jajaja-; también, es el sitio donde hay un cantinero que funge  como psicólogo o consejero. 

Desaparición

Ahh, por cierto, los cantineros están desapareciendo y su lugar lo ocupan los barman, que es la figura encargada simplemente de servir una copa, ya que en este último caso prácticamente no existe comunicación tan estrecha con el cliente como la tiene un cantinero, y esto va de la mano con la nueva modalidad  de  las cantinas que se están convirtiendo en bares, pues las mujeres también quieren asistir a estos sitios y están en su derecho, y por lo que estoy percibiendo  se está cocinando un nuevo concepto, aunque Rafael Araujo o el mismo Martínez consideren que son cantinas, de lo que difiero, pues se pierde la esencia. En fin, este es un tema que en breve discutiremos en el siguiente libro de las cantinas que próximamente  presentaremos.

Antes de cerrar la crónica de hoy, y aprovechando la presencia de nuestro amigo Carlos Evia, quiero relatarles una más de las “Anécdotas de las Cantinas de Mérida”, pues viene a colación, ya que el Maestro, con su carita de “yo no rompí un plato” también tiene sus hazañas cantineriles:

Un día como cualquiera, se encontraban don Salvador Rodríguez Losa – Maestro emérito de la UADY- y el Maestro Carlos Evia Cervantes en el ya desaparecido bar El Bufette, y en tanto libaban en tiempo y forma, a Carlos se le abrió el apetito, pero como en el sitio no había más que insípida botana, decidieron mandar al mesero a buscar comida al café Ferráez, que se encontraba a unos cuantos metros. Al poco tiempo, el mesero regresó a la cantina con las viandas que saciaron su apetito feroz. 

Al día siguiente, se dirigieron al café Ferráez a comer, pero como sabían que allá no había bebidas espirituosas, decidieron llevar su chatita, y le preguntaron al mesero si podía ponerle algo fuerte a su café, y sin objeción alguna le imprimieron el toque mágico a su bebida. La razón de no haber ido enfrente, es decir, al bar El Bufette, fue porque don Salvador estaba esperando a su mujer y tenía que simular que no estaba bebiendo. Al final, agarraron la jarra y convirtieron la cafetería en cantina. ¡Que Bár-ba-rooo! Mi correo es [email protected] y twitter @sergiogrosjean

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