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La misofonía es una anomalía cerebral que crea un odio a los sonidos como comer, masticar, respirar fuerte, o incluso hacer clic con la pluma. (Contexto/Internet).
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Agencia
CIUDAD DE MÉXICO.- ¿Eres de ese tipo de personas que no soporta algunos sonidos comunes como la respiración fuerte, o alguien alado de ti mascando chicle? Resulta que no estás solo, y hay una razón genuinamente científica.

El nombre científico para esta condición es misofonía,  y se debe a una anomalía cerebral que crea un odio a los sonidos como comer, masticar, respirar fuerte, o incluso hacer clic con la pluma. Pero no te sientas mal, también esto es sólo uno de los hábitos extraños que demuestra que eres más inteligente que todos los demás, informa Muy Interesante. 

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Aunque la comunidad médica siempre ha dudado de la legitimidad de la condición, una investigación publicada en la revista Current Biology,  explica por qué los ruidos cotidianos pueden arruinar la vida de las personas.

Un equipo de la Universidad de Newcastle en el Reino Unido examinó los escáneres cerebrales de resonancia magnética de aquellos con y sin misofonía mientras escuchaban una variedad de sonidos. Los sonidos eran neutros (como la lluvia o el agua hirviendo), desagradables (un bebé llorando o una persona gritando), o los sonidos de activación (los sonidos de la respiración o comer).

Los resultados señalan cambios significativos en la actividad cerebral de los pacientes que sufren de misofonía cuando escucharon un "sonido de activación". Resulta que los que tienen misofonía tienen una diferencia de desarrollo en el lóbulo frontal de sus cerebros que hace que sus cerebros reaccionen de forma áspera a esos desencadenantes, también los hace sudar y sus ritmos cardíacos aumentan.

"Para muchas personas con misofonía, esto vendrá como una buena noticia ya que por primera vez hemos demostrado una diferencia en la estructura del cerebro y la función en los enfermos", explicó Sukhbinder Kumar del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Newcastle.

Este estudio demuestra los cambios críticos del cerebro como evidencia adicional para convencer a una comunidad médica escéptica de que se trata de un verdadero desorden.

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