Migrante hondureño busca refugio en Cozumel

El centroamericano dijo que existe mucha violencia en su lugar de origen.

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El hondureño busca una dirección al oriente de la ciudad. (Gustavo Villegas/SIPSE)
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Gustavo Villegas/SIPSE
COZUMEL, Q. Roo.- "Es duro, hay mucha violencia, matan a la gente y no hay trabajo. No tengo a nadie aquí pero vengo a buscar la vida", así habla Wilberth, de Honduras, mientras muestra su mano sin dedos.

Él es uno de muchos migrantes centroamericanos que ya están llegando a Quintana Roo luego de que hace unas semanas una olea de mujeres, hombres y niños irrumpieran en el territorio mexicano.

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Llegó a la isla Cozumel el fin de semana; dice que buscan trabajo, ya que es bilingüe, pues vivió 12 años en los Estados Unidos en Carolina del Norte, Los Ángeles, Chicago y Miami, hasta que fue deportado por ser ilegal.

Wilberth caminaba por la avenida Rafael E. Melgar, frente al muelle de pasajeros donde atracan los barcos que traen a quienes entran y sale de la isla. Vuelve la vista al norte y al sur, buscando orientarse.

Finalmente se decide a preguntar por una dirección al oriente de la ciudad que dice no ha podido dar con ella. Lleva dos noches durmiendo en la playa del malecón y tiene hambre. Tiene casi 24 horas sin comer y el poco dinero que traía ya se le terminó.

En una gran bolsa de lona de color negro carga todas sus pertenencias. Un par de cambios de ropa, unos zapatos y productos de aseo personal. En la dirección por la que pregunta dice que hay una persona que le puede ayudar a conseguir empleo para comenzar una nueva vida.

Aprovechó la oleada de migrantes que cruzan por el territorio mexicano y que pidiendo aventón, llegó a Quintana Roo. Desconfiado no da detalles de cuál fue su ruta y cuantos días le tomó poner pie en Cozumel.

Tiene 33 años y cuando se le cuestiona porqué dejó su país, se quiebra. Sus ojos se llenan de lágrimas. No tiene más familia que su madre a la que espera volver a ver en la localidad de Salazar en San Pedro Sula.

"Uno sale a buscar el futuro… salir adelante. A prosperar pues… yo trabajé en la construcción y hablo inglés. No tengo hijos y mujer, pero tengo a mi madre que me espera", confiesa mientras se seca las lágrimas con su mano derecha.

Parte del índice y el pulgar de esa mano no están, fueron mutilados. Afirma que las bandas delincuenciales que dominan la ciudad en la que vivía hasta hace unos días, le cortaron los dedos por no querer unírseles.

Me tuve que salir de ahí para que no me maten, revela mientras muestra otras cicatrices en los brazos, la espalda, la cabeza y los hombros. Cada una es un castigo de las pandillas de criminales que existen en el territorio hondureño. Afirma que nunca se les unió pero su cuerpo tiene tatuajes que lo pudieran contradecir.

Una persona que escucha la conversación se acerca y le entrega 100 pesos para comprar comida y se retira rápidamente. Agradecido, luego de eso, el hondureño toma su maleta y camina en dirección al sur para perderse entre los turistas que caminan por el malecón.

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