Crónicas urbanas: De amor, embarazo y muerte

Una joven tiene cinco meses de embarazo; su ex novio duda ser el padre pero promete mantener a la criatura. Ella, según El Papi, se suicida.

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Los investigadores dejaron que el joven relatara lo sucedido la tarde que Cris llegó a negociar su destino. (Luis Miguel Morales C./Milenio)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO, D.F.- Esta desgracia ocurrió en una colonia del sur, donde los protagonistas, ella, de 19 años, y él, de 21, tuvieron un encuentro inesperado, pues la muchacha decidió visitarlo sin previo aviso, quizá con un plan preconcebido y una pistola bajo la sudadera. Es la historia según El Papi.

Los investigadores dejaron que el joven relatara lo sucedido la tarde que Cris llegó a negociar su destino, porque eso parecía, y entonces fue cuando la joven, con la que El Papi mantenía una relación de noviazgo desde diciembre de 2011, lo puso contra las cuerdas en el patio de su casa.

Y él se puso en guardia.

Y lo hizo a partir del momento en que Cris le comentó que estaba embarazada, que tenía cinco meses de estarlo, dijo ella, por lo que acudieron a una clínica para que le hicieran una prueba de ultrasonido; pero él no se quitaba de la mente que eran cuatro meses, y no cinco, la última vez que tuvieron relaciones sexuales, por lo que El Papi cuestionó el motivo del embarazo y puso en tela de duda su paternidad.

Ella tampoco tenía planeada tal situación, de modo que le propuso buscar la manera de abortar, ya que “no quería andar cargando esta cosa”, pero El Papi le recordó que era muy tarde para tomar una decisión de ese tipo y que, no obstante haber terminado su relación, él se encargaría del bebé.

Y punto.

El Papi le recordó que ya no seguirían con la misma relación, y después de esa aclaración, que fue en agosto, el padre de la muchacha lo llamó por teléfono y le dijo que lo quería ver en su domicilio, por lo que acudió con su suegro y éste lo cuestionó sobre el embarazo de su hija.

—Nada—respondió.

—¿Y cómo van a quedar?—preguntó el otro.

El joven le dijo al padre que con su hija, definitivamente, ya no quería nada, que ya había cortado sus vínculos, y que solo iba a proporcionar dinero para el bebé, y fue así como quedó el asunto.

En ese inter, El Papi tuvo una novia, a la que conocía desde la infancia, pero ésta se dio cuenta que Cris le hablaba constantemente vía telefónica, por lo que él le platicó sobre el embrollo en que estaba, y entonces la muchacha tomó la decisión de terminar el noviazgo.

Y no solo de eso se había enterado la novia, sino que ésta recibió unas fotografías en las que ambos, El Papi y Cris, aparecen abrazados. La joven, asimismo, descubrió en Facebook que aquella estaba embarazada.

Cris, mientras tanto, no dejaba de hablarle por teléfono a El Papi, y las cosas se complicaban aún más, pues Cris le decía que en su casa ya le cobraban “todo”, como si ella fuera una inquilina.

Un lunes, temprano, Cris le envió un mensaje de texto al teléfono celular. Le indicaba que fuera a ver a su papá al día siguiente, y que si podía, que llevara “el dinero”.

Más tarde, en la medianoche, Cris le envió otro mensaje en el que decía que consiguiera 20 mil pesos, ya que “estaba metida en un pedo muy cabrón y que tenía miedo por la vida de ella y su bebé”. El Papi le respondió que no tenía esa cantidad.

Al día siguiente, martes, a eso de las 12:15, llegó Cris a casa del muchacho, quien la vio sosegada, y le abrió la puerta y la invitó a pasar al interior del domicilio, pero ella prefirió quedarse en el patio.

Cris le dijo:

—Necesito el dinero.

Silencio.

Ella insistió:

—Por favor —suplicó la muchacha–, préstamelo, estoy en un pedote; si no tengo el dinero en la tarde, me van a matar…

—Ya cálmate —pidió él.

Y fue cuando El Papi observó que Cris se metió la mano al bolsillo del pantalón y sacó un paliacate color rojo, lo estiró, le vio vueltas y se lo enredó en la mano derecha, a lo que él le preguntó:

—¿Y qué es eso, qué pedo, por qué te lo pones en la mano?

—No es nada —respondió ella—, nada más contéstame si me vas a dar el dinero o no.

—Entiéndeme, por favor, no te lo puedo dar, porque no tengo ese dinero, mejor ya cálmate.

Y ella empezó a gritar y bailotear sobre el piso, muy alterada, al mismo tiempo que insistía en pedirle dinero, a lo que él le decía que se calmara, y repetía que él no tenía dinero.

El Papi se metió a su vehículo, un viejo Chevrolet color azul, que se encontraba en el patio, y desde allí observó que Cris se llevó la mano derecha a la cintura, al mismo tiempo que levantaba la sudadera azul, y pasó ambas manos hacia atrás, sin percatarse si traía algo.

Habían transcurrido unos veinticinco minutos entre gritos y reclamos. Ella empezó a calmarse y ya, serena, volvió a pedir la cantidad de dinero, y le dijo que no podía llegar a su casa con las manos vacías. El muchacho respondió de manera burlona:

—Ya te dije: no tengo.

—Me urge el dinero; si no lo llevo, me van a matar— dijo Cris, mientras él la escuchaba desde el interior de su auto.

Y entonces Cris sacó una pequeña pistola color negro, tipo escuadra, y avanzó hacia El Papi, le apuntó a unos diez centímetros de distancia y le dijo:

—En serio: necesito el dinero.

El joven le pidió que se tranquilizara y le dijo que él nunca le había hecho nada malo, que él le estaba correspondiendo bien, que se calmara, y enseguida ella le dijo que no iba a soportar que le hicieran “algo” por el bebé, y él le pidió, una vez más, que no tenía nada de dinero.

Y ella reculó dos pasos y se metió la pistola en la bolsa frontal de la sudadera, se quitó el paliacate de la mano y se lo puso a la altura de la frente, y enseguida le dijo al muchacho que le importaba mucho la vida de su bebé, al que no deseaba que le sucediera algo; y luego se colocó el pañuelo por encima de los ojos y se puso la pistola en la frente y le prefería irse en ese momento con su bebé.

El joven —siempre según su versión— le suplicó que no lo hiciera, que pensara bien las cosas, que le iban a echar la culpa a él, y que su papá no le iba a creer nada de lo que dijera.

Y Cris jaló el gatillo y cayó, junto con la pistola, misma que se zafó de la mano mientras el cuerpo se venía abajo.

El joven entró a su casa y sacó una bolsa de plástico, no recuerda de si color verde o azul, y la colocó en la cabeza del cadáver y la amarró, ya que escurría sangre.

Enseguida recostó el cuerpo en una pileta con agua y sacó el vehículo para meterlo de reversa, pero pronto se dio cuenta que una llanta estaba en mal estado, por lo que decidió cambiarla —“por eso la lesión en el hombro izquierdo”, diría a los policías de Investigación— y después metió el cuerpo a la cajuela y recogió el arma.

“Del mismo modo —añade el reporte policiaco— el entrevistado refiere que al ver sangre en el patio de su casa, comenzó a lavar, ensuciándose una playera de color crema que traía puesta”.

Y que, “siendo las 14:00 horas, sale de su domicilio en su vehículo, con dirección a Topilejo, y al encontrar un lugar despoblado, abre la cajuela, carga el cuerpo de la ahora occisa, lo baja y lo coloca de costado; luego, con papel higiénico, sostiene la pistola, la cual utilizó la ahora occisa, y la deja cerca del cuerpo de la misma…”

La Fiscalía Especial de Investigación para Secuestros, sin embargo, esclareció el homicidio, luego de la versión del padre de la joven, y desmontó la farsa del presunto culpable, quien fue acusado por los delitos de “privación ilegal de la libertad y homicidio”.

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