Crónicas urbanas: De amor, obsesión y venganza

Indicios sobre el feminicida señalan que éste tuvo un reencuentro con la víctima. Investigadores rastrearon llamadas del presunto a un familiar de la víctima.

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Los investigadores hicieron acopio de información, y con ayuda del área de cibernética localizaron al presunto culpable. (Alfredo San Juan/Milenio)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO, D.F.- Él, de 50 años; ella, de 47. Había roto relaciones con aquel hombre, de oficio carpintero, quien dos meses después le propuso un reencuentro. La mujer tenía relaciones con otras dos personas. Eso lo había lastimado, pero lo que dinamitó su dignidad fue cuando ella puso en duda su hombría.

Y aguardó.

Los dos acordaron como lugar del encuentro la estación Tacubaya. De ese lugar partieron hacia el Desierto de los Leones, donde ingirieron bebidas alcohólicas; y entre sobresaltos y discusiones, el hombre le echó en cara la supuesta infidelidad, a lo que ella le respondió con un gancho al hígado:

—Eres poco hombre para mí.

Él se alteró más y titubeó.

Pero ella remató:

—Ya no me satisfaces…

Él esperó a que ella durmiera.

Eran las 19:30 horas.

Errores del presunto asesino hicieron que la Policía de Investigación, apoyada por el Departamento de Cibernética de la Procuraduría General de Justicia del DF, siguiera los rastros del carpintero, quien asfixió a la mujer no solo porque, según él, había cuestionado su hombría, sino porque también le recordó que era un don nadie frente a sus rivales en amores:

—Ellos sí tienen dinero.

***

El informe, fechado el 17 de noviembre, describe que en el paraje conocido como Las Peñas, en el pueblo de San Bartolo Ameyalco, delegación Álvaro Obregón, fue localizado el cadáver de una mujer, cubierto por una bolsa de plástico color negra, desde la cabeza hasta los muslos.

Cerca del cuerpo había un pantalón de mezclilla color azul, una bolsa color negro, una lata de bebida alcohólica, ocho colillas de cigarros y un vaso de plástico.

Un vecino del poblado dijo que el 15 de noviembre circuló el rumor de que en el paraje citado había un cadáver, por lo que unos 300 comuneros comenzaron a peinar el área y encontraron el cadáver. Del hallazgo dieron aviso a policías preventivos.

Los representantes comunales descartaron que se tratara de algún vecino del lugar. De las investigaciones realizadas y de los estudios periciales en diversas materias practicados, se obtuvieron los siguientes resultados:

Causas de la muerte según protocolo de necropsia: “falleció de la asfixia por sofocación en su variante de confinamiento; entomología forense: con base en la fauna cadavérica, tiempo de las especies analizadas, se estima un intervalo post mórtem de 135 a 148 horas anteriores a la intervención criminalística”

Criminalística: el lugar del hallazgo no corresponde al de los hechos; no se indica que se hayan realizado maniobras de defensa, forcejeo y/o lucha, momentos previos a la muerte.

Tampoco hay indicios de sangre en ropas, ni cualquier otro fluido extraño, pues se hicieron estudios con hisopos. “El cadáver presentaba signos de descomposición”.

***

El pasado 30 de noviembre fue identificado el cadáver por parte de familiares de la occisa. Dijeron que el lunes 29 de octubre la mujer ya no regresó a casa, pero que esa mañana, a las 8:00, recibieron tres mensajes provenientes de su propio teléfono celular:

“Avísale (…) que acabo de llegar a Tijuana con mi novio (…), estoy bien, no se preocupen, voy para Estados Unidos, no les había avisado porque no tenía saldo y en cuanto llegue a Estados Unidos me comunico con ustedes”.

En los siguientes mensajes ella, supuestamente, decía que no presentaría al novio por temor a que no sería bien recibido, pero que su viaje a la frontera lo hacía para ganar dinero y enviárselos.

Los investigadores siguieron haciendo preguntas y supieron que un día antes, después de la desaparición de la mujer, otra pariente recibió una llamada proveniente del mismo teléfono celular. Era un individuo que se hacía llamar “Julio” y aseguró “estimar mucho” a “la hoy occisa”.

Y comentó, asimismo, que acababa de llegar de viaje y que se había enterado que la “hoy occisa” había tenido un accidente en la carretera del Desierto de los Leones, “que ahí buscaran su cuerpo o que fueran a la morgue de la delegación Álvaro Obregón”.

Y fue así como acudieron al Servicio Médico Forense y los parientes reconocieron el cadáver.

Otra pariente declaró que había recibido mensajes del tal “Julio”, quien ahora decía que “era amigo de la occisa y que se comunicaba con ella porque tenía en su poder su teléfono”.

Le dijo, además, que había estado fuera de la Ciudad de México y que a su regreso se había enterado de su muerte…”

La pariente cuestionó el hecho de por qué tenía el teléfono celular de su tía. El tal “Julio” le dijo que el día 27 había visto al novio de su tía, con quien había tenido un altercado, y que el teléfono, propiedad de su tía, se le había caído al segundo sujeto que acompañaba al novio de la hoy occisa…

Los investigadores hicieron acopio de información, y con ayuda del área de cibernética localizaron al presunto culpable, quien solicitó a un familiar de la víctima que le depositara tres mil 974 pesos en una tienda ubicada en la colonia San Ángel, delegación Álvaro Obregón.

Y fue ahí donde los agentes montaron un dispositivo de seguridad y atraparon a Juan Manuel.

El presunto culpable, dice el informe, “aceptó la comisión del delito de feminicidio (…) y refiere que sostuvo una relación sentimental con la hoy occisa, pero que hace dos meses se percató que en el teléfono llegó un mensaje (…), enterándose que sostenía relaciones sentimentales con dos personas más”.

Y Juan Manuel se remontó al 27 de noviembre, cuando acordó con la mujer reunirse en un punto de la estación Tacubaya, “donde ella le propone ir a pasear al Desierto de los Leones y que ya en el lugar, siendo las 16:30 horas, ambos se dirigen a la cañada que se ubica al final de la calle Tlaxcaltitla…”

En ese lugar ingirieron bebidas alcohólicas, “tales como tequila y bebidas enlatadas New-Mix, y que como a eso de las 18:30 comenzaron a discutir, reclamándole el supuesto engaño que él había descubierto a través de los mensajes en su teléfono celular”.

El presunto culpable relató que la mujer “lo ofendió verbalmente, diciéndole que ‘era poco hombre’, ‘que no la satisfacía sexualmente’, y que lo había comparado con otros hombres”.

Esas, dijo, “fueron las razones por las cuales decide privarla de la vida, esperando a que se quedara dormida para colocarle una bolsa de plástico de color negro en la cabeza y amarrarla con una agujeta del calzado de la hoy occisa, hasta asfixiarla”.

Luego huyó del lugar y se llevó consigo el teléfono de la mujer. El mismo aparato que utilizó para enviar mensajes y exigir dinero a familiares de la víctima.

Y se retiró, ya cerca de las ocho de la noche, con el peso de su medio siglo encima y a la espera de una larga condena. El hombre declaró que “había “guardado todo el coraje que tenía”.

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