Crónicas urbanas: Las coartadas de un autoviudo

En la Ciudad de México se cometen entre 65 y 70 homicidios dolosos cada mes. Entre éstos se cuentan algunos asesinatos de mujeres.

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Los agentes tenían indicios para pensar que Reynaldo mentía. (Alfredo San Juan/Milenio)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO, D.F.- Lo primero que hace la policía es averiguar el círculo inmediato que bordea un crimen; enseguida husmea, ata, desata o desecha, como sucedió con Reynaldo, un hombre que, torturado por los celos, mató a su mujer, para luego tejer una versión que de tan precisa parecía creíble. Pero su coartada sería demolida por los sabuesos, quienes lo cercaron.

Ocurrió en octubre, mes durante el cual hubo 68 homicidios en el DF, un promedio que oscila entre esa cantidad y los 65, en ese mismo lapso. Este asesinato, cuyo autor tomó atajos para intentar embrollar a los investigadores, no fue tipificado como feminicidio, quizás porque no hubo saña, pero sí la intención que el presunto, colérico, no amortiguó.

Parte de esta historia empezó el 2 de octubre, a las 5:30, cuando policías de Investigación, por orden de un agente del Ministerio Público, se dirigieron a la calle Río San Lucas, casi esquina con Bugambilia, barrio de Xaltocan, en la delegación Xochimilco, donde hallaron el cuerpo de una mujer. Vestía indumentaria negra. Desde pies a cabeza.

Los investigadores no observaron lesiones externas. Más adelante hicieron una serie de preguntas a los vecinos, pero nadie reconoció a la mujer como moradora del lugar. Llegó una ambulancia y certificó que el cuerpo estaba sin vida. Policías preventivos ya resguardaban el lugar del hallazgo. Los investigadores esperaron el resultado de la necropsia. En ese lapso se dieron a la tarea de indagar otros aspectos del caso.

Y en eso estaban —en la agencia investigadora— cuando tocó las puertas Reynaldo, de 30 años, quien llegó a preguntar si en esa oficina tenían indicios sobre el paradero de Esther, de 25, su esposa, que, les dijo, no había llegado a dormir a su domicilio y que tampoco había ido a trabajar. Los agentes mostraron fotografías del cadáver hallado. El hombre dijo que era ella.

Y allí describió su ruta.

Una ruta falsa.

***

Los agentes escucharon atentos lo que aquel hombre desgranaba sin tropiezos. Les dijo que su esposa trabajaba en una fábrica de ropa situada en el Periférico Sur, y que ya se había preguntado por ella a una agencia del Ministerio Público de Iztapalapa; y que de ahí se dirigió a Xochimilco, donde, finalmente, le dieron la noticia de un supuesto hallazgo.

Reynaldo relató a los investigadores, según el reporte oficial, que un día anterior a la noticia fatal, a las cinco de la tarde en punto, su esposa se comunicó para avisarle que por razones laborales se quedaría a trabajar tiempo extra, pues no había realizado bien la maquila encargada por el supervisor.

Ya por la noche —dijo el hombre, a quien acompañaba una de sus hermanas— intentó comunicarse al teléfono celular de su esposa, pero el aparato de ésta marcaba fuera de servicio, por lo que al día siguiente se trasladó de su domicilio, en la delegación Milpa Alta, a la guardería de la fábrica, donde dejaba a sus dos hijos pequeños.

Y fue allí donde supo que Esther había faltado a sus labores, por lo que emprendió una frenética búsqueda, según su testimonio, en algunos lugares por los que pudiera haber tenido un accidente.

Los investigadores siguieron escuchando la versión de Reynaldo, quien detallaba su itinerario —“habitual”— de ese día, 1 de octubre, que inició a las 06:30, cuando dejó a su esposa en el paradero de autobuses de Xochimilco, donde ella abordó un camión con derrotero Alameda Oriente, que la dejaba frente a su centro de trabajo.

Fue la última vez que la vio con vida, a decir de Reynaldo, y aquella tarde, ya descrita, fue la última que escuchó su voz pero a través del teléfono.

Su versión estaba agotada.

Y ya no había qué agregar.

Y ahora tocaba hablar a ellos, los agentes, uno de los cuales preguntó a Reynaldo respecto a un golpe que tenía en el labio superior, así como un arañazo en la mejilla derecha.

El hombre admitió que había peleado con su esposa el viernes por la noche. El agente le pidió que se levantara la camisa y entonces aparecieron otros rasguños en el tórax y el brazo derecho.

El presunto aceptó que las rasgaduras eran producto de una pelea que había tenido con Esther, a quien desde hace un tiempo sentía distante, dijo, por lo que le echó en cara una supuesta infidelidad con un militar.

En otro momento, sin embargo, los investigadores hablaron con vecinos y amigos de Esther para contrastar el testimonio, y negaron haber escuchado gritos de peleas ese viernes, por lo que concluyeron que las lesiones debieron haber sido el lunes por la noche.

Los agentes tenían indicios para pensar que Reynaldo mentía, y lo corroboraron en el momento que comenzaron a soltar versiones de otras personas que habían entrevistado.

Y el presunto cantó.

***

De nueva cuenta los investigadores entrevistaron a Reynaldo y éste “manifestó, de manera espontánea, que la verdad de los hechos” sucedieron de la siguiente manera: que el primero de octubre por la mañana, Esther salió de su domicilio a su trabajo, y que hasta las cinco de la tarde logró comunicarse con ella, quien le indicó que se quedaría a trabajar más tarde.

Reynaldo dijo que después trató de contactarla varias veces, pero Esther contestó el teléfono hasta las once y media de la noche, solo para decirle que ya iba en camino, a lo que él respondió que ya mejor ni llegara a la casa y decidió colgar el teléfono.

Y a las 00:30 llegó Esther.

El marido le dijo que esas no eran horas de llegar, pero la mujer —siempre según versión de Reynaldo— respondió que “a él le valía madre, que ya no quería estar con él”, y fue allí cuando inició la discusión más álgida y ella lo agredió física y verbalmente, por lo que Reynaldo quiso zafarse y salir de la habitación, pero ella lo jaló del brazo y lo rasguñó.

Y fue cuando un fibroso Reynaldo,“muy enojado”, le encajó un golpe directo a la garganta de Esther, quien cayó junto a la cama y comenzó “a tener problemas para respirar, por lo cual trata de auxiliarla, comprimiéndole el pecho, pero como no reacciona y ésta aún se encontraba con vida, tratando de respirar con dificultad, la sube a su vehículo Nissan para trasladarla al Hospital Materno Infantil Xochimilco…”

Y a medio camino, al llegar a la zona del bosque de Nativitas, en Xochimilco, se percata que Esther ya no respira y Reynaldo, quien siente miedo, sigue la ruta hacia el nosocomio, pero se desvía una cuadra antes y gira sobre la calle de Bugambilia y entra a una arteria oscura, Río San Lucas, donde abandona el cadáver de su esposa.

Los investigadores llegaron al domicilio de la pareja y hallaron una funda de almohada con rastros de tonos rojizos, así como una camiseta con el letrero T-SHIRT, sucia y con huellas rojizas, que Reynaldo vestía aquella medianoche en que su esposa le dijo “que únicamente llegaba a su casa para dejarlo y le dio un fuerte golpe con el puño cerrado de la mano derecha (…) y enseguida dirigirlo a la garganta de su concubina…”

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