Crónicas urbanas: Temporada de clonadores

La policías del DF ha desmantelado bandas que falsifican tarjetas de crédito. Muchos de los integrantes son extranjeros, especialmente sudamericanos y de Europa del este.

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Una denuncia anónima alertó a la Unidad de Investigación Cibernética de la procuraduría. (Alfredo San Juan/Milenio)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO, D.F.- El joven Laurencio Blanco, de origen venezolano, entró al cajero automático ubicado en la esquina que forman las arterias Tlaxcala e Insurgentes Sur, colonia Roma, y sacó varias tarjetas de crédito, cuyo número ascendería a 77, la mayoría con logotipos de bancos mexicanos. Lo enfocaba una videocámara. Cerca de ahí, agentes especiales estaban a punto de atrapar una banda dedicada al mismo ilícito.

No era la primera vez que un extranjero o más, en especial de ese país sudamericano, resultaran sospechosos de usar tarjetas clonadas. En este caso fue Laurencio, pero también han sido apresados hombres y mujeres de Europa del este, según consta en expedientes de la Procuraduría General de Justicia del DF.

Ese día, 25 de noviembre, Laurencio, de 21 años, empezó a retirar dinero del cajero automático, después de introducir diversas tarjetas. Empleados de la sucursal bancaria, luego del percatarse de la irregularidad, solicitaron el apoyo de policías de la Secretaría de Seguridad Pública, quienes llegaron al lugar.

El sospechoso fue revisado por los agentes, quienes encontraron 10 mil 800 pesos, un teléfono celular BlackBerry blanco, una credencial expedida a su nombre por la Secretaría de Gobernación, de “no migrante”, una licencia de conducir autorizada por la República Bolivariana de Venezuela, a nombre de Franklin Ceballos, y 77 tarjetas bancarias y departamentales, algunas con el mismo número de cuenta.

Ante las autoridades comparecieron apoderados legales de instituciones bancarias y, como sucede en estos casos, formularon las denuncias respectivas, mientras que el agente del Ministerio Público habilitaba, por “esta única y exclusiva ocasión”, un perito, especialista en Sistemas Computacionales, quien procedió a realizar la lectura de las bandas magnéticas.

Los peritos concluyeron:

“Se establece que 74 de las 77 tarjetas aseguradas corresponden a distintas instituciones financieras, ya que su número de identificación bancaria así lo señala, y al no contar con las medidas de seguridad ni con logotipos correspondientes, se puede decir que son clonadas o falsas o también conocidas como paloma”.

Una vez más la colonia Roma se convertía en escenario propicio para la práctica de ese tipo de ilícitos.

Y lo que de manera especial llamó la atención de los investigadores es que durante esos días también destruían un laboratorio clandestino en el que se elaboraban tarjetas de crédito. Dos de los presuntos eran cubanos.

***

Y, custodiado por agentes de Investigación, ahí estaba Laurencio, sin ningún asomo de congoja, como si no hubiese cometido delito alguno, o quizás confiaba en que pronto saldría del cautiverio que le esperaba.

El joven, que ya tenía un año y medio de vivir en el país, según dijo, trabajaba en Chiconautla, Estado de México, “en un motocross”, y a veces vendía ropa en el Distrito Federal. Nada más. Hablaba poco. Lacónico en sus respuestas.

—¿Enviabas dinero a Caracas para hacer un cantón allá? —tanteó un agente de manera desenfadada.

—No.

—¿Y a qué te dedicas?

—A vender ropa.

—¿Mandabas dinero a tu casa?

—No.

—¿Y las tarjetas?

—Las traen de allá —respondió este joven, quien traía los 77 plásticos, dos de los cuales eran del Comité Olímpico Colombiano.

—Ya llegó un licenciado que lo va a defender —susurró una de las personas que custodiaban al venezolano, quien guardó mutismo.

—De todos modos —comentó otro agente, dirigiéndose al presunto culpable— no quedas libre, porque son 77 tarjetas.

—Has de tener un “clavo”–aventuró otro agente, refiriéndose a cierta cantidad de dinero guardada.

El venezolano sonrió.

—Este güey es “burro” —deslizó otro agente.

Luego fue acompañado por agentes de Investigación para que fotógrafos imprimieran sus gráficas; cinco minutos después, lo metieron en una patrulla y fue trasladado hacia el reclusorio.

Atrás quedaba un diálogo:

—Tiene cara de tonto o se hacía.

—¿Por qué?

—Porque de todo le daba risa.

No muy lejos de ese lugar, otros más, dos de nacionalidad cubana, serían apresados con pocas horas de diferencia; pero ellos, que utilizaban como fachada una agencia de viajes, tenían un laboratorio donde clonaban tarjetas de crédito.

***

Una denuncia anónima alertó a la Unidad de Investigación Cibernética de la procuraduría. Fue el 27 de noviembre cuando un agente de Investigación leyó en el correo electrónico institucional donde se detallaba que en un inmueble localizado en la calle Chihuahua, colonia Roma, con la fachada de agencia de viajes, se dedicaban a clonar tarjetas de crédito.

Los agentes comenzaron a investigar “para detectar y rastrear la comisión de delitos por medio de la tecnología y los sistemas informáticos. Primero se percataron que la supuesta agencia usurpaba el nombre, de modo que esa unidad especializada realizó un informe técnico policial.

El informe técnico policial describió las actividades que practicaban en el inmueble de la colonia Roma, así como las personas que habitualmente acudían y supuestamente laboran en el mencionado lugar, “denotando actividades sospechosas que dieron elementos para presumir que efectivamente en ese sitio se realizaba la clonación de tarjetas de crédito, principalmente”.

Y fue el pasado 5 del mes que avanza cuando, después de rastrear pasos y presencias, incluso minuto por minuto, en secuencias fotográficas y “vigilancias estáticas y dinámicas”, un grupo de agentes especiales apresó a diez personas —tres mujeres y siete hombres, dos de ellos cubanos— durante un golpe certero.

Los investigadores diseñaron su estrategia y establecieron vigilancia continua en la esquina que forman las calles Chihuahua y Frontera.

Entonces se percataron que en la parte trasera del “negocio” había una imprenta, donde se elaboraban las tarjetas bancarias. Y ahí supieron que el “jefe de la célula delictiva” se llamaba Adrián, de 33 años, dueño del negocio, quien recibía bolsas con la marca de una tienda departamental.

Esperaron a que saliera Adrián, quien, ya cerca de la avenida Cuauhtémoc, fue apresado. Traía diferentes tarjetas de crédito a su nombre, otra a nombre de Fidel y un paquete con plásticos de diferentes instituciones financieras.

Los demás cómplices fueron “detenidos como consecuencia de la detección realizada por parte de policías de Investigación, de que en esos momentos se realizaba un intercambio de varias tarjetas de crédito, situación que desencadenó en el aseguramiento de las personas (…), así como de diversas tarjetas departamentales, de centros comerciales y bancarias, principalmente”.

Los delitos cometidos, según la indagatoria, son “contra la fe pública, que tiene una penalidad de tres a nueve años de prisión, y asociación delictuosa, de cuatro a ocho años”.

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