Cómo es vivir en el municipio más peligroso de México

Éste es el segundo municipio más poblado del país, y es el que encabeza las listas de homicidios, secuestros y asaltos.

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Para trasladarse a sus trabajos en la Ciudad de México, la mayoría de los pobladores de Ecatepec hace viajes de más de dos horas en transporte público. (El País/ Oswaldo Ramírez)
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Elena Reina/ El País
CIUDAD DE MÉXICO.- Ecatepec o también llamado por algunos 'Ecatepunk' (debido a la 'rudeza' de su vida diaria) es conocido como el municipio más peligroso del país. Para vivir en este lugar se necesita mucha fuerza y también fe:   

Cuatro mujeres se persignan antes de subir una cuesta imposible. Porque solo la Virgen de Guadalupe o algún santo sabe lo que les deparará el trayecto de 15 minutos a su casa. Emprenden la rampa con los hombros por encima del cuello y la vista dirigida hacia todas partes menos al asfalto. Nunca van solas, a menos que sea extremadamente necesario. Arriba no hay agua corriente ni luz, pero lo que más les duele es que no haya un solo policía.

En el municipio mexicano de Ecatepec, a media hora en coche de la capital del país, un canal de aguas negras divide la vida de la muerte. Su olor a podrido da la bienvenida a la localidad más insegura de México, según una encuesta a sus habitantes, y el peor lugar para vivir, con escasas zonas verdes, escuelas humildes sin luz, hospitales saturados y un rosario de mujeres asesinadas y desaparecidas

“Nadie de aquí le reconocerá que vive en una zona tranquila. Es un sitio peligroso. Tenga cuidado porque hace unas horas en esta cuesta asaltaron a una mujer a punta de pistola y se llevaron su bolsa”, cuenta una de las cuatro mujeres que suben, Eva Díaz, de 46 años, de rostro duro y muy serio. Habla sin miedo, con la confianza de haber hecho el mismo recorrido durante más de 20 años y con dos hijos, a los que no les permite ir a un parque cercano solos por miedo a que “se los roben”.

Ecatepec es el segundo municipio más poblado de México, con más de un millón y medio de habitantes, y es el que encabeza las listas de homicidios, secuestros, asaltos en el transporte y a coches. También superó la época más negra de los feminicidios de Ciudad Juárez. Cuenta con una alerta de género que reconoce la problemática pero que, según las organizaciones, “no ha servido para nada”. “Últimamente tenemos más trabajo, en estos meses va una por día”, apunta un policía de la Fiscalía de feminicidios.

El alcalde, Indalecio Ríos, reconoce que tienen un grave problema, él prefiere llamarlo “reto”: “Todo comenzó en la década de los ochentas, cuando el municipio comenzó a llenarse de gente que venía de otros sitios para buscar trabajo en la capital. Ecatepec no estaba preparado para que se duplicase su población. Los vecinos poblaron las zonas serranas y llegaron antes que los servicios. Esto provocó la marginación y el caldo de cultivo de la violencia que vivimos hoy”, explica en una entrevista vía telefónica.

Desde las dos avenidas principales se observan los cerros con casas de colores pastel, que se han comido el monte. En sus callejones, diseñados por el azar, los homicidios se han multiplicado en los últimos 10 años: de 198 en 2006 a 516 en 2015, más que los que registran entidades completas como Chiapas, Colima, Durango, Morelos o Coahuila. El municipio de Iztapalapa (Ciudad de México), con un número de habitantes similar y considerado uno de los más peligrosos de la capital, registró una cifra muy inferior en el último año, 198 homicidios.

Los jóvenes de Ecatepec son los dueños de las esquinas durante el día, porque sus padres regresan del trabajo en la capital por la noche, y se han convertido en carne de cañón para el crimen organizado: menores de edad que venden droga o matan sin las mismas consecuencias penales que un adulto.

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Sobre las casas coloridas se mueven las cabinas de un recién estrenado teleférico. Los vecinos se muestran contentos con la obra porque al menos durante la primera etapa del via crucis diario hacia la Ciudad de México —dos horas de ida y dos de regreso— no serán asaltados en el aire. “No conozco a nadie a quien no le hayan robado en un microbús”, contaba a este diario Petra Cedillo, de 64 años.

"México tiene problemas de inseguridad y Ecatepec no escapa de ello. Nuestro reto es resolverlo, pero nos hacen falta recursos, los que tenemos son insuficientes”, denuncia el alcalde. 

En los cerros es más fácil ver a un “ratero” (ladrón) que a un agente uniformado, las bandas aprovechan lo complicado de su orografía para controlar la zona desde lo alto y, en la parte llana, unos jóvenes hacen guardia para avisar a los líderes de cualquier novedad, les llaman “halcones”. Ante la poca presencia de las autoridades, los vecinos lanzan peligrosas advertencias: “¡Alto, no te arriesgues! Si te sorprendemos robando te vamos a linchar”, se lee en un cartel.

En un punto medio de la cuesta, las cuatro mujeres se arriman a la sombra de un árbol para hacer una pausa. A las nueve de la noche un toque de queda autoimpuesto por ellas les impedirá salir a la calle. Cuando se va el sol, las callejuelas de Ecatepec se vuelven más siniestras. “Y entonces, reza porque el ratero sólo te robe la bolsa”, advierte la vecina Díaz.

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