Hijo de Pablo Escobar ve en México el drama de Colombia

Sebastián Marroquin, casado con una mexicana, dijo que el narcotráfico es un 'negocio cortoplacista' que te arrebata la paz y la libertad.

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Pablo Escobar Henao cambió su identidad para hacer una nueva vida alejado de la violencia del narcotráfico en Colombia, su país natal. (Archivo/The Associated Press)
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Angélica Mercado y Omar Brito/Milenio
MÉXICO, D.F.- De 38 años, mirada serena, vestido de negro, con un rosario del mismo color sobre el pecho, el hijo del narcotraficante colombiano más buscado en la década de los 90, Pablo Escobar Gaviria, acudió el miércoles al Senado para rendir su testimonio sobre cómo tuvo que cambiar de identidad para rehacer su vida alejado de las drogas y la violencia que genera la delincuencia organizada.

Sebastián Marroquín dejó atrás el nombre de Pablo Escobar Henao, con el que fue bautizado; ante la Comisión de Justicia dijo que México todavía está a tiempo de evitar una experiencia como la ocurrida en Colombia y se manifestó a favor de modificar la estrategia armada para combatir el narco.

Preguntó si no es hora de evaluar los mecanismos de paz y no de guerra frente a las drogas, pues matando a los pacientes no se cura la enfermedad y al estar casado con una mexicana "veo la repetición literal de mi historia familiar en las calles de mi querido México".

Resaltó que su padre fue abatido hace 20 años en Medellín y muchos otros capos cayeron después, pero que el negocio sigue igual que las aspiraciones de los jóvenes que en redes sociales manifiestan su admiración por Pablo Escobar y quieren parecerse a él.

"Dicen cosas como 'yo adoro a tu papá, yo quiero ser como él'. Eso es algo que yo digo, yo también lo adoro, pero yo no quiero ser como él. Yo no perdí el amor por mi padre, pero eso no me impidió ver la realidad y la violencia que implicaba el negocio del narcotráfico, de las drogas, de la violencia en general", contó el colombiano, que cargaba una edición de su libro Mi padre, en el que cuenta su historia con el narcotraficante, cuya fortuna se calculó entre 15 mil y 25 mil millones de dólares.

Su objetivo es mostrar cómo evitó convertirse en otro Pablo Escobar después de padecer las consecuencias de la violencia, la destrucción y la violación de derechos humanos en un país que fue literalmente sometido por la fuerza por su padre.

En ese sentido dijo que debe haber responsabilidad en quienes publican esas historias para no mandar mensajes equivocados, porque no deben repetirse en ningún sentido; "el ejemplo que relato es que la propia fortuna de mi padre terminó financiando su misma muerte".

A punta de pistola

Señaló que el narcotráfico es un negocio cortoplacista que promete algunas cosas, pero al final te arrebata todo, "tu vida, la de tus familiares, tu libertad, tu tranquilidad, tu paz. Mi padre amasó una gran fortuna y con ella no pudo comprar ninguna de esas cosas".

Advirtió que ni los niños ni los adultos aprenden a punta de pistola y pidió a los gobiernos modificar su estrategia armada, pues la democracia tiene una deuda pendiente con la sociedad: firmar la paz con las drogas.

Recordó que su padre era admirado en Colombia porque ocupó vacíos del Estado y ese fue el refugio perfecto para desarrollar su actividad criminal. "Decía que su fortuna era de él, que sus amigos ya eran ricos y que utilizaba su propio dinero para resolver la construcción de escuelas y universidades. Tenía una idea loca de poner el narco al servicio de Colombia... decía: le voy a devolver al pueblo la dignidad que el Estado no le quiso dar".

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