La verdadera historia de la Basílica de Guadalupe

El arquitecto Pedro Ramírez pretendía erigir el moderno templo sobre el antiguo edificio debido a que amenazaba con colapsarse.

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La idea de Ramírez Vázquez de derrumbar la antigua basílica se debió a la inestabilidad del terreno donde había sido erigido. (Milenio Digital)
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Milenio Digital
CIUDAD DE MÉXICO.- El primer plano que diseñó el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez para edificar la nueva Basílica de Guadalupe contemplaba su construcción en el sitio donde actualmente está el antiguo templo mariano; es decir, proyectaba su destrucción.

De esta historia inédita da cuenta el diseño a todo color que el afamado arquitecto presentó por primera vez al entonces abad de la Basílica, Guillermo Schulenburg Prado. Lo citó en su despacho con la intención de convencerlo de la necesidad de construir otro templo que sustituyera al antiguo, que estaba en peligro de colapsarse por la inestabilidad del terreno, según lo publicado en su momento por el ingeniero Manuel González Flores.

Javier Ramírez Campuzano, hijo del gran arquitecto mexicano, narra ese encuentro, del que fue testigo. Enseña a MILENIO los invaluables documentos que tienen que ver con la concepción y la construcción del templo mariano más importante de México y de Latinoamérica.

Esta historia desconocida es por primera vez compartida a MILENIO por Ramírez Campuzano, en el marco de la primera visita del Papa Francisco a México, en especial a este inmueble que se edificó para resguardar la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Todos contentos

La idea de Ramírez Vázquez de derrumbar la antigua basílica se debió al planteamiento “literal” que hizo público el ingeniero Manuel González Flores, quien sostenía que era necesario prescindir del edificio construido por Pedro de Arrieta en 1702, debido a la inestabilidad del terreno donde había sido erigido, por lo que era necesario preservar la imagen de la Virgen y la seguridad de los fieles, explica Ramírez Campuzano.

“El ingeniero decía que era mejor tirar la antigua Basílica y construir otra, pues ya no cumplía con su función; entonces Ramírez Vázquez, siguiendo el planteamiento del ingeniero, realizó esta propuesta y la presentó en un diseño”.

El propio Ramírez Vázquez contaba de viva voz que por la década de los setenta se publicó un informe del ingeniero mexicano Manuel González en el que se decía que la antigua basílica se estaba salvando del colapso, que para evitar que se inclinara por el hundimiento del terreno se tenían que ampliar sus columnas.

En su encuentro con Schulenburg —quien estuvo al frente de la Basílica de Guadalupe por más de tres décadas—, Ramírez Vázquez le mostró la primera maqueta elaborada con cartón; con ella, que aún se conserva intacta, lo convenció al decirle que para contrarrestar la inestabilidad del subsuelo usaría pilotes profundos.

“Las palabras del ingenio González, quien acompañaba al abad, fueron: ‘Pedro Ramírez Vázquez le dio en el clavo’”.

Convencido, Schulenburg le dijo a Ramírez Vázquez: “Vamos a hacerlo, pero usted va a tener que prescindir de la idea de tirar la antigua basílica, y yo voy a prescindir de mi idea de construir una nueva en el terreno del panteón… y así todos contentos”.

Con el planteamiento de Ramírez Vázquez se solucionaron la estabilidad arquitectónica, la ventilación, la isóptica y la acústica. Así, en 1974 se puso la primera piedra de la nueva Basílica de Guadalupe; aunque se trató de un proyecto cuestionado, Ramírez Campuzano sostiene fue muy bien recibido por millones de mexicanos.

“Era sorprendente ver cómo llegaban albañiles de todo el país que querían trabajar y levantar la casa de la Virgencita de Guadalupe sin cobrar ni un peso; solo pedían que se les diera de comer. Fue un gran fervor el que se generó”.

Recuerda que para dar de comer a tanta gente, había días en que el abad mandaba a su chofer a compraban decenas de canastas completas de tacos.

Necesidades e innovaciones

La Basílica tiene un diseño circular, aclara Ramírez Campuzano, el cual no obedece a ningún capricho sino que responde a las necesidades constructivas, y nada tienen que ver con las versiones que dicen que representa el manto de la virgen o que es una carpa en el desierto.

El planteamiento de Ramírez Vázquez era construir el inmueble con un mástil de donde se colgara la mayor parte de la carga de la gran cubierta. Lo ideó como una estructura de concreto de varios niveles, cimentado hasta el terreno firme con base en pilotes de control. De él se soportarían cubiertas colgantes metálicas, que en su otro extremo tendrían cargas menores; de esa manera la cimentación radial perimetral estaría a una profundidad mucho menor, y no implicaría riesgos mayores de hundimientos.

Pedro Ramírez Vázquez incorporó a su equipo a fray Gabriel Sánchez de la Mora con el propósito de dar cauce a los requerimientos de los fieles; en primer lugar para que todos pudieran ver, desde los siete puntos de acceso al templo, la venerada imagen de la Virgen de Guadalupe, y que quienes quisieran celebrar algún aniversario pudieran hacerlo en pequeñas capillas con palcos desde donde también se le pudiera ver.

También se pensó en que, sin interrumpir ninguna ceremonia, todos los devotos pudieran admirar el ayate, para lo cual se diseñó una plataforma móvil, desde donde la pueden observar durante lo que dura un “Ave María”, detalla Ramírez Campuzano.

“Se realizaron muchas innovaciones a la liturgia: a diferencia de las iglesias tradicionales, el organista no está de espalda al altar sino de frente. Mi papá consultó hasta al organista, a quien le preguntó que dónde quería estar ubicado, a lo que tímidamente el músico le respondió que al centro y de frente para poder ir siguiendo la liturgia, y así lo hizo”.

Planteamiento original

Entre cientos de planos, diseños y fotografías están los primeros trazos de lo que Ramírez Vázquez imaginó como la Basílica de Guadalupe. Los realizó en tinta negra sobre una hoja membretada de su despacho, la que hoy luce amarillenta por el paso del tiempo.

Este inédito documento sorprendió aun a Ramírez Campuzano al encontrarlo mientras revisaba el enorme archivo de su padre. Pero lo que realmente lo dejó sin aliento fue encontrar el planteamiento original que justificaba la edificación de la nueva Basílica, con fecha de 1966, ya que todo lo publicado refiere que la empezó a construir en 1974 y la concluyó para su inauguración el 12 de octubre de 1976.

“No sabía que existiera este documento, titulado Estudios Preliminares y Anteproyecto de la Nueva Basílica de Guadalupe”, dice Ramírez Campuzano, quien continuó leyendo cartas, viendo fotografías y hasta la lista de los 412 donantes que aportaron recursos para la construcción de la nueva Basílica de Guadalupe, entre quienes estuvieron Ángel Urraza, Rafael Lebrija, Juan Sordo Madaleno y Miguel de la Madrid.

“Aquí se puede consultar que el proyecto fue pagado por don Antonio del Valle Talavera, un empresario que siempre estuvo al pendiente de La Villa. Él pagó 175 mil pesos en el segundo semestre de 1970”, dice frente a dicho descubrimiento.

En este gran acervo también se conserva la invitación a la ceremonia de inauguración del nuevo templo, el gafete del propio Ramírez Vázquez, una acreditación de prensa y los bonos de cinco pesos con lo que el pueblo de México contribuyó a la edificación del templo mariano.

La Basílica recibe a más de 20 millones de peregrinos, 9 millones de los cuales acuden el 12 de diciembre, fecha de la conmemoración de la Virgen de Guadalupe. Hoy, a las cinco de la tarde, el papa Francisco oficiará una misa en este templo y tendrá un momento a solas con la imagen de La Morenita.

La imagen Guadalupana, en óptimas condiciones

La imagen de la Virgen de Guadalupe se encuentra en óptimas condiciones y solo requiere de una revisión ocular y epidérmica por parte de especialistas, aseguró a MILENIO el arquitecto Raúl Delgado, titular de la Dirección General de Sitios y Monumentos de la Secretaría de Cultura federal.

La preservación y mantenimiento de la imagen corresponde a la nueva secretaría, ya que es un monumento histórico que debe ser preservado de acuerdo con los parámetros de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, vigente desde 1972.

De esa forma cualquier intervención que se le quiera hacer al ayate de Juan Diego “debe ser del conocimiento de las autoridades federales, y no necesariamente lo tenemos que hacer nosotros: se puede contratar a una empresa de restauradores profesionales, nacionales o extranjeros”, explica el arquitecto Delgado.

La última intervención a la que fue sometida la imagen fue al ser trasladada a la nueva Basílica, cuando se le realizó una limpieza profunda, se le protegió contra el ataque de plagas y se le proveyó de las mejores condiciones para su conservación.

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