Playa del Carmen, un paraíso en evolución y desafío: Laura Beristain

Se tiene que abandonar la mentalidad de un pasado ineficiente para enfrentar su crecimiento descomunal.

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Playa del Carmen es un verdadero desafío político y social: pluralidad de voces, raíces y costumbres, nos llevan a imaginar cómo seremos en diez o veinte años. (Redacción)
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En nuestro increíble paraíso, donde millones de turistas llegan cada año, debemos enfrentar los desafíos del siglo XXI. Playa del Carmen tiene que abandonar la mentalidad de un pasado ineficiente para enfrentar su crecimiento descomunal. 

El desafío más grande es erradicar un problema estructural: Playa del Carmen, en términos de servicios para la industria del turismo, equivale a las regiones donde ocurrieron las fiebres del oro que se dieron a lo largo del siglo XIX. No me refiero a la minería en sí, sino a la complejidad que conlleva una gran migración, la expectativa de dicha población en torno a la actividad económica principal y todas sus problemáticas. La comparación no es exagerada. En menos de tres años es probable que la población permanente de esta ciudad se duplique, la mayoría migrantes, tanto de otros estados de México y de países como Argentina, Italia, Panamá, Venezuela, Alemania, y todo el crisol de nacionalidades que nos visite. Si el mayor capital es esta línea costera de mar caribe, no podemos vivir de espaldas a los problemas en tierra, mirar el mar como si nada ocurriera. Del mar y por él, llega la visita ocasional de las personas que dejan una gran riqueza por el servicio de su estadía. Este resultado al que refiero trae a la escena la segunda parte del desafío: ¿qué identidad representamos para que perdure el atractivo turístico de Playa del Carmen como valor económico?

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La identidad de esta región va más allá de la nacionalidad mexicana. Es un verdadero desafío, tanto político como social: pluralidad de voces, raíces y costumbres, nos llevan a imaginar cómo seremos en diez o veinte años. Así como tenemos la mente abierta para la incorporación de distintos orígenes, debemos tener muy en claro las asimetrías que esta modernidad produce. El aumento de población estable, el consumo de diversos bienes por parte de quienes se establecen en la zona, genera riesgos ambientales y de salud. Estamos obligados a solucionar los problemas de agua potable, aguas contaminadas, red eléctrica, pavimentación, iluminación, tratamiento de desechos domiciliarios. De nada sirve promocionar nuestras playas si a pocos metros tenemos condiciones de vida inadecuadas con marginalidad, delitos y zonas peligrosas. Para una adecuada industria turística debemos contar con una ciudad amable, integrada y funcional. Por eso es importante que, junto al desarrollo de un amplio programa de obras y servicios públicos, se forme una verdadera consciencia que identifique la pertenencia del poblador con Playa del Carmen. Estamos obligados a establecer normas de convivencia, de respeto, que permitan la integración de los migrantes y su identificación con nuestro capital turístico, que es nuestro medio de vida, nuestra madre selva, que, si no cuidamos, nuestro futuro será muy limitado.

El ritmo de crecimiento económico de la región en conjunto con el aumento de población y de circulación de turistas demandará una red de seguridad, custodia de bienes, accesos y circulación, que también demanda inversión en vehículos, semáforos, señales de tránsito, controles de velocidad. En sí, debemos prepararnos desde lo institucional, desde el corazón mismo del municipio, para una gran reforma previniendo todos los aspectos de una explosión demográfica. Y esto no es un “experimento social”, sino la forma más razonable para salvar la región del caos que puede generar desde la contaminación de las aguas de mar hasta enfermedades pandémicas derivadas de las deficiencias sanitarias respecto a la basura.

Puede que la comparación con el oro sea un poco exagerada. Pero piensen que toda vivencia que se lleva un turista, cada foto y video que difunden por el mundo, multiplica el interés de otros por visitarnos. Si este marco de belleza comienza a decaer y nuestra estructura social no reacciona para sustentarlo, se nos agotará la veta de oro que sustenta la economía. Debemos ser justos con nosotros y pensar el futuro de manera sustentable. Evitemos la depredación, la inversión fugaz por una ganancia rápida, busquemos que nuestro crecimiento genere una verdadera integración razonable, inteligente y, a la vez, perdurable. Busquemos el orgullo de ser de aquí, vivir aquí, hacer todo lo posible porque permanezca para siempre. Un paraíso no tiene porqué convertirse en un infierno por pura ambición ciega.

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