Flores y tumbas brindan color al Día de Muertos

Desde el Cempasúchil traído de Puebla hasta el trabajo de Don Panchito, en Día de Muertos los cementerios se llenan de color.

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Los campos de Cempasúchil, en Puebla, poseen un color y aroma embriagante que se convierte en un placer para quienes los visitan. (Fotografías de Victoria González/SIPSE)
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Victoria González/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- ¿Sabes de dónde provienen las flores de Cempasúchil que compramos especialmente para Día de Muertos?

La gran mayoría de la producción de esta hermosa flor, que también es llamada “20 pétalos”, proviene de Puebla, lugar que con más de 11 mil toneladas de cosecha durante esta temporada ocupa el primer lugar en producción de Cempasúchil.

A diferencia de otros estados del norte, en Yucatán en esta temporada de Día de Muertos se colocan en los altares flores más silvestres, además que dicha especie no llega aquí en grandes cantidades, por lo que se opta la compra de las flores que comúnmente se encuentran durante todo el año, como pompones, claveles, rosas, entre otras.

Muchos de los yucatecos que hasta hoy compraban aprisa sus ramos de flores, comentaron que les encantaría poder poner el cempasúchil en sus altares o las tumbas, pues es sabido que la flor tiene un significado: se le llama “la flor del camino del regreso a casa” o “la flor que ilumina el camino”.

 

La gran mayoría de flores de Cempasúchil que se consumió en nuestro estado fue durante la muestra de altares de Hanal Pixán que se realizó hace unos días en la Plaza Principal de Mérida.

Según comentó el delegado de la Secretaria de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), Hilario Venezuela Corrales, la cantidad producida de ésas flores en Puebla coloca a esta población como líder nacional en su venta y distribución.

Es necesario mencionar que la flor no sólo es llamativa por su color, sino que también posee un embriagante aroma, y qué decir si nos situamos o nos imaginamos por los campos en los que desde las cinco de la mañana los campesinos inician las labores dedicadas a ellas hasta el anochecer, durante varios días.

 

En el panteón

Este Día de Muertos, por ser uno de los más importantes en estas fiestas dedicadas a los difuntos, se esperaba gran afluencia de visitantes en los panteones, pero la sorpresa fue que muy pocas personas asistieron para llevar ofrendas a sus muertos. Pareciera que a muchos se les ha pasado el llanto, y el duelo terminó por siempre y ahora todo está en el olvido.

 

Muchas tumbas no tuvieron visitantes, pero aquellas personas que sí asistieron a los cementerios comentaron que es difícil olvidar a quienes han sido de gran importancia en sus vidas y ya no están aquí.

Se observó además que en vez de flores frescas, un sinnúmero de tumbas tenían mucha maleza o hierba crecida por todos lados. Estaban casi invisibles, como si ya no existieran.

 

Le debe su trabajo a la muerte

En el camino y recorrido por el Cementerio General de la ciudad, nos encontramos con don Francisco Pech, quien nos contó una parte de su historia en este camposanto. Este hombre, de 65 años de edad, desde que tenía 10 años se ha dedicado al arreglo y limpieza de las tumbas.

 

Dijo que cuando apenas era un "chamaco", “veía como 'tasajeaban' los cuerpos para después enterrarlos”. En lo que él llama “la casona” se hacían las autopsias y luego se les daba cristiana sepultura a las personas que fallecían por algún accidente, enfermedad o por mano propia.

Don Panchito, como muchos le conocen, anda por todo el cementerio con una bicicleta, un huacal, una cubeta y las herramientas que necesita para quitar la maleza y pulir las tumbas de los difuntos.

Dice que con el paso de los años es menor la chamba que tiene, pues los familiares de los fallecidos ya no quieren pagar el mantenimiento de las tumbas, y quienes le preguntan por el costo le comentan que está muy caro. Explicó que no se trata de “robarle a la gente”, pero el material para pulir las lápidas y la mano de obra lo valen, pues asegura que deja "rechulas" las tumbas, pintaditas y con todo lo que pida el cliente.

Este señor que lleva toda una vida trabajando en el panteón, dice que es un lugar que lo ha atrapado, que no se imagina dejarlo, y que así morirá: trabajando en el panteón, ya que “es un lugar con tanto silencio y a la vez con tanto qué decir”.

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