Escrutinio

La guerra sucia, más que estimular, tiende a inhibir la participación de la gente en la contienda política.

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Para nadie resulta un secreto que una de las características de la temporada de elecciones es el escrutinio: una ardua investigación para dilucidar qué tan congruente resulta cada uno de los candidatos con sus declaraciones, ideas y postulados, con el objetivo primordial de saber a ciencia cierta cuán capaz será de cumplir sus promesas de campaña, lo que resulta plausible.

No obstante, en el fragor de la contienda, no se duda en traspasar los frágiles límites de la vida privada de las figuras públicas, de manera que los buenos atributos necesarios para la tarea de gobernar pudieran quedar relegados ante la exhibición de los deslices de alguno de los contendientes, siendo los de carácter sexual los más escandalosos.

No obstante, a partir de cierta tolerancia hacia las preferencias sexuales, son los errores o vicios relacionados con el manejo transparente de los recursos públicos los de mayor impacto ante la opinión pública.

La corrupción en sus diferentes manifestaciones: la sustracción de recursos para engrosar el patrimonio personal, la discrecionalidad para otorgar contratos de obra, la imposición de cuotas, “comisiones” o moches y el uso de la “ingeniería financiera” para transferir fondos del gobierno a cuentas en paraísos fiscales.

Uno de los delitos electorales más perseguidos aquí es la utilización de mayores recursos que los autorizados para las campañas, así como las aportaciones privadas fuera de la ley.

Ante la dificultad para proporcionar a las autoridades electorales los elementos probatorios de los presuntos delitos y lo tardado de los procedimientos para sancionarlos, los estrategas partidistas han optado por limitarse a realizar denuncias públicas con el objeto claro de desprestigiar a sus contrincantes.

Aguilar Camín, tras minucioso estudio, afirma que todos los candidatos de todos los partidos políticos usan financiamiento ilegal, sobre todo los ganadores. No obstante algunos candidatos y partidos, primero el PAN, luego el PRD y últimamente Morena, basan su campaña en la honestidad, para quedar exhibidos en la práctica. El primer videoescándalo en ese sentido fue protagonizado por Bejarano, el recaudador de AMLO, cuando el PRD gobernaba el DF.

No resulta extraño que hubiera sido pillada una candidata de Morena en esos afanes, ni que en el futuro pudieran serlo recaudadores de otros partidos.

Lo cierto es que la guerra sucia, que llegó para quedarse, más que estimular la participación de la gente en la contienda política, tiende a inhibirla, generalizando el sentimiento de desesperanza y de que no tenemos remedio.

De libra.- La posición de Rolando Zapata como el gobernador mejor calificado de país da cuenta de que la esperanza no está del todo perdida, sobre todo cuando constatamos que proviene del partido presuntamente más desprestigiado: el PRI. Es un gobernante de excepción.

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