Los cenotes

El número de cenotes registrados en el Estado se ubica entre los siete mil y ocho mil.

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Muchas personas, sobre todo de Yucatán, pensarán que es muy fácil escribir sobre los cenotes, sobre todo si han tenido el privilegio de nadar en uno de estos cuerpos de agua tan importantes para la Península, pero más que fácil es fascinante, debido al enigma que encierran las historias de los cenotes y que cuando uno se introduce en sus aguas siente algo mágico en su cuerpo que nos trae sensaciones muchas veces indescriptibles.

Hay que recordar que la Península de Yucatán representa el dos por ciento de la superficie del país, y el número de cenotes registrados en el Estado se ubica entre los siete mil y ocho mil; la gran extensión de bosque con que cuenta la Península ha hecho más difícil el cálculo en Campeche y Quintana Roo, debido también al difícil acceso a los sitios para corroborar la existencia y estado de preservación. Los cenotes se originaron en el proceso geomorfológico denominado karst, que consiste en la combinación de los mecanismos de disolución, colapso y construcción de la caliza. Estos procesos están gobernados por factores intrínsecos y extrínsecos, los cuales actúan en diferentes escalas de tiempo y espacio, generando una amplia gama de formas y grados de karstificación.

El término cenote viene del vocablo maya ts’ono’ot o d’zonot, que significa “caverna con depósito de agua”. Este término se ha generalizado para designar a la mayoría de las manifestaciones kársticas en la Península. Los cenotes son sistemas muy complejos y dinámicos. Patricia Beddows, doctora por la Universidad de Bristol (Inglaterra), con estudios sobre la hidrogeología de los sistemas de cuevas y cenotes de la Península de Yucatán, en una visita realizada al cenote de la zona arqueológica de Chichen Itzá, me comentaba que el tamaño de la abertura determina, hasta cierto grado, cuánta materia orgánica puede introducirse desde los terrenos adyacentes del suelo de la selva en épocas de lluvia.

Algo que me llamó la atención cuando me tocó estudiar algunos cenotes es que debido a su conformación, éstos tienen características básicas, por ejemplo, los cenotes tipo cántaro están menos expuestos a la luz solar, los cenotes totalmente expuestos como los cilíndricos y aguadas presentan una cantidad mayor de materia orgánica: alóctona y autóctona, procedente esta última de plantas acuáticas y algas, que incluso influyen en el tipo de vida que en ellos se encuentra; por estas razones tan especiales me atrevería a llevar a mi padre hoy, en su día, a algún cenote y juntos gozar la magia de la naturaleza.

 

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