Camino a Comala (III)

El lugar más famoso de la literatura mexicana no se olvida: ni en la vida, ni en la muerte.

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Conocí Comala hace unos años, durante un congreso de literatura que viene a mi mente cada que tengo ganas de recordar cosas bonitas. Este es un cálido pueblo mágico situado muy cerca de la capital del Estado de Colima. A él se accede por una carretera, en cuyo trayecto se pueden apreciar grandes extensiones de campos verdes y ranchos muy similares a los que lucen las películas de la Época de Oro del cine mexicano. En el centro del poblado se aprecia la bonita parroquia de San Miguel Arcángel, cuyas paredes blancas reproducen el color de la gran mayoría de las casas y de las bancas del parque.

Para quien todavía no tiene la referencia, Comala es el lugar más famoso de la literatura mexicana, ya que corresponde al pueblo donde se desarrolla la novela de Juan Rulfo Pedro Páramo. Dentro de la ficción, este lugar es:

“Un pueblo muerto, poblado sólo de voces gastadas, ecos, murmullos, fantasmas y sombras”.

Lleva ese nombre debido a que, como un comal, está situado entre las brasas de la tierra caliente, en donde solamente sopla el aire tibio y el sol seca la tierra cuando llega el mediodía. Hasta ahí viaja Juan Preciado en busca de su padre, “un tal Pedro Páramo”, quien resulta ser una especie de capataz del pueblo y un hombre que se ha ganado el rencor de todos los muertos. La novela es una experiencia difícil, ya que en ella se exploran situaciones como el dolor y la violencia humana, además de que la muerte funciona como uno de los temas centrales.

A pesar de la marcada diferencia que existe entre la bonita realidad del pueblo hoy día y la lúgubre ficción de la popular novela, Comala se ha situado como un sueño para los lectores de Juan Rulfo, quienes tienen que visitarlo por lo menos una vez. Para mí, Comala es un lugar que no se olvida ni en la vida ni en la muerte.

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