Quisiera entender por qué los millennials se aburren tan rápido. ¿Qué pasó entre la generación X y las que han seguido, para llevarlos a este momento de impaciencia en que, si algo tarda más de cinco minutos, sienten que ya es cosa del pasado?

El tema me asombra, quizá porque el otro día una falla de electricidad nos hizo disfrutar de una fiesta a oscuras, una reunión de mujeres para celebrar la llegada de un nuevo bebé y que la oscuridad permitió que fuera un momento de mucha conversación.

No era un día relacionado con el tremendo calor que estamos viviendo ahora, porque, de ser así, nos habríamos matado. Lo que quiero contar es que la única opción de entretenimiento fue la charla, muy agradable por cierto, entre féminas de diferentes décadas alrededor de una mesa de dulces y chamoy.

El asunto terminó en que la luz regresó y las invitadas se despidieron hablando de que habían disfrutado enormemente la larga noche, en la que no estuvieron más de tres horas.

Y entonces, sin querer, entendí a los millennials.

Ya no estamos acostumbrados a sostener una conversación por largo rato, porque no tenemos tiempo, porque todos tenemos actividades diversas que incluyen más de dos horas en el celular respondiendo los mensajes que nos escriben una diversidad de compañeros de trabajo, desconocidos que necesitan algo, familiares y amigos que pueden tener un inmensidad de asuntos para tratar.

Creo que insistiré en fomentar la conversación “tete a tete”, diría mi amigo, el veterano comunicador Gonzalo Domínguez Soto, que es la mejor de las formas de comunicación porque no tienes que interpretar el tono del otro en sus letras, su cara, molestia, diversión o nada.

Así que, aprovechando que es lunes, que comienza una semana de festejos, dejaré estas letras por aquí e invitare a los amigos a un café para escuchar sus buenas o nuevas noticias, al fin que es buena forma de disfrutar.