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Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, presidentes respectivamente del PAN y del PRD, anunciaron la intención de formar juntos un frente opositor para las elecciones presidenciales de 2018. El planteamiento fue recibido con poco menos que mediana atención por políticos y comunicadores, rechazado por propios y extraños, y francamente ignorado por el conjunto de los electores. Una coalición de esa naturaleza, que en caso de concretarse podría ganar la elección presidencial, presenta también vulnerabilidades propias y riesgos para la sociedad.

Hace veinte años, separar al PRI de la Presidencia de la República era objetivamente una condición para superar el régimen de partido de Estado. La idea de conformar un frente amplio, que incluyera a izquierdas y derechas, se veía como un instrumento inmediatamente útil para ese fin. Además, la potencial alianza tenía un obligado fin, que definía un programa de gobierno aceptable para el conjunto de los opositores: construir un nuevo sistema político para el país. Se trataría estrictamente de un gobierno de transición, aplazando en lo posible y como medida de emergencia la necesaria confrontación de los distintos proyectos económicos y sociales. Tampoco se trataba de inventar el agua tibia, pues el proceso de cambio político empujaba en esa dirección, como también lo demostraban las experiencia de otros países. El frente opositor nunca se formó.

Hoy, sin embargo, la salida del PRI del gobierno no presenta el grado de dificultad de entonces, y no plantea el riesgo de una resistencia de ese partido a hacerlo si es derrotado electoralmente. Pero sobre todo, de concretarse, no tendría los efectos estructurales en el régimen político que tuvo en 2000. Vamos, si entonces un frente opositor ofrecía un cambio de régimen, hoy lo que ofrece es un cambio de gobierno, que es exactamente lo mismo que garantiza cualquier otro partido o candidato. En ese sentido, adicionalmente, la alianza PAN-PRD presenta contradicciones que no tiene ningún otro proyecto. Su gobierno ¿continuará con el modelo neoliberal promovido por el PAN o lo desmontará, como ofrece el PRD? ¿Aprobará el aborto o legalizará el encarcelamiento de menores violadas que aborten? ¿Dará el derecho al matrimonio igualitario o lo abolirá?

Por otra parte, con una hoja de vida libre de cualquier participación en luchas democráticas o de costos personales por enfrentar al poder; beneficiarios netos del ascenso político de los otrora partidos opositores; de lealtades volátiles y aspiración manifiesta a vivir mejor en los EU, de lo que no cabe duda es de la identificación personal entre Anaya y Barrales. Dos casi jóvenes bucaneros, embarcados en la aventura de abordar el poder y la riqueza sin preocupaciones sociales.

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