La verdadera libertad

La verdadera libertad no es la relacionada con la satisfacción de los sentidos y los deseos, va más allá.

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Un día de esta semana tuve la oportunidad de leer una frase de Goethe que dice: “Y nadie es más esclavo que quien se considera libre sin serlo”. La afirmación me dejó pensando en cuántas ocasiones nosotros los hombres y mujeres de esta época avanzamos por nuestro camino sintiéndonos plenamente libres y en muchas ocasiones no lo somos; alimentados a través de los años por una ideología hedonista y de consumo que no sólo nos aleja de la verdadera libertad, sino que deforma su sentido, dándonos gato por liebre, asegurándonos que la libertad es aquello que machaconamente nos recetan a través de multitud de medios, reduciendo esa libertad a una plena satisfacción de los sentidos y deseos.

En otras etapas de la humanidad existió el esclavismo y la gran mayoría de los hombres estaban privados de su libertad, siendo la minoría libre; con el paso de centenares de años estas esclavitudes aparentemente fueron desapareciendo, pero ¿en verdad los hombres y mujeres del mundo actual son más libres que los del mundo antiguo?, ¿somos realmente más dueños de nuestros actos?, porque al menos el esclavo de los faraones no tenía duda de su condición y es muy trágico ver cómo muchos de los seres humanos de ahora se sienten plenamente libres cuando en realidad y de muchas maneras viven sometidos.

En buena medida hemos acabado siendo unos autómatas satisfechos y consumidores de algo que nos han dicho que se llama libertad, identificándola como la capacidad de decidir hacer lo que nos dé la gana, cuando en realidad las personas no sólo no saben qué es la libertad, sino que ni siquiera saben para qué sirve esa libertad. ¿Cuál es su razón de ser?, ¿cuál es su objetivo y finalidad? Nos hemos quedado con la fantasía impresa a fuego en la mente de que esa libertad es poder hacer todo lo que quieras porque así lo has decidido, siempre que no perjudiques a nadie.

Los que así piensan afirman que incluso en el disfrute de su libertad un hombre puede hacerse daño a sí mismo siempre que no dañe a nadie, olvidándose de que, al dañarse a sí mismo, el ser humano afecta al tejido social, a la comunidad, a hijos, hermanos, esposas, esposos, amigos y a muchos de quienes le rodean. Pareciera ser que la libertad es algo cómodo, es un descanso, pereciera ser que la libertad es autocomplacerse y tenderse a disfrutar de la inutilidad relamiéndose en cuerpo y alma.

La libertad es en realidad bastante incómoda, ya que la verdadera libertad es elegir permanentemente el bien, porque al elegir el bien el ser humano se perfecciona y al elegir hacer lo que le dé la gana lo que realmente hace la persona es renunciar a su libertad y rendirse en esclavitud ante su deseo, su comodidad, la flojera, la apatía o el desinterés, mientras que ese bien que cansa, que es dificultoso y en muchas ocasiones cuesta arriba, es el que te hará cada día un mejor ser humano, un mejor hombre o una mejor mujer y logrará sacar a flote la mejor versión posible de ti mismo.

La verdadera libertad es la que desarrolla todas tus potencialidades y te hace la mejor persona posible, pero la libertad no es para cualquiera, es para aquellos hombres y mujeres decididos a serlo, con fuerte voluntad por construirse a sí mismos; sólo se es libre en la dignidad para servir, para amar, para ser productivo y beneficioso para sí mismo y para todos aquellos que nos rodean; sólo es verdaderamente libre la persona dirigida a su propio crecimiento y el de los demás, no aquellos que cómodamente se dedican a rascarse la panza o a hacer sólo aquello que les da gusto o placer, aquellos que no viven la vida, sino que cómoda o irreflexivamente se van arrastrando por ella.

Hay mucha gente dispuesta a disfrutar lo que ellos llaman libertad, hay menos gente que quiera esa libertad para construir su vida de la mejor manera posible; los seres verdaderamente libres se construyen a sí mismos a pesar de las limitaciones de su ambiente, porque es verdad que te pueden limitar las libertades exteriores, pero no las interiores, porque a pesar de que encadenen tu cuerpo no podrán encadenar tu alma si está decidida a ser libre, te podrán quitar las propiedades o el alimento, pero no la esperanza, podrán limitar tus expresiones, pero no tu alegría, podrán hacerte la vida difícil, pero no podrán impedirte que te eleves sobre ti mismo.

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