Uno de los mitos más frecuentes en torno a las cuevas es el que se refiere a que en su interior se guardan grandes tesoros que llegaron allí de las más diversas formas. Al respecto, Homero Adame publicó un relato que se cuenta en Villa Hidalgo, ubicada en el altiplano del Estado de San Luis Potosí.

En el texto señala que, hace mucho tiempo, vivía en la comunidad mencionada un hombre llamado Isidro; pero, por su gran corpulencia y aspecto burdo, le decían Isidrón.

Esta persona habitaba en una cueva que se halla en el Cerro Grande, un lugar boscoso, ubicado al poniente de Villa Hidalgo. A Isidrón no se le conocía oficio alguno y quizá por eso la gente de aquel tiempo decía que se dedicaba al robo.

Este personaje se hizo famoso porque se emboscaba en su gruta y cuando pasaban las carretas cargadas de plata, que transitaban entre Guadalcázar, Real de Catorce y la capital del Estado, las asaltaba.

Grandes y valiosos habrían de ser los botines capturados por Isidrón, pues en ese tiempo la minería de San Luis Potosí estaba en auge. Toda vez que Isidrón se apropiaba de los bienes huía rápidamente y se escondía en su cueva.

Se cree que fue tanto lo que robó que no podría haber gastado a lo largo de su vida todo lo que acumuló en su escondite; aseguran que enterró su tesoro en la misma cavidad.

Debido a esto, algunos lugareños han ido en busca de dicha cueva en el Cerro Grande. Hubo quien dijo haber llegado a la entrada y que no pudo ingresar, pues una gran puerta se lo impidió. Hay quienes, para darse valor, van en grupo, pero muchas veces no encuentran la cueva.

Además, el miedo hace detenerse hasta el más valiente y esto impide que alguien penetre. Cuando se construyó una autopista cerca del Cerro Grande en 2004, se esperaba que la gruta fuera descubierta, pero no hubo certeza de que esto sucediera.

Versiones mencionadas por el mismo Adame consignan que los constructores de la vía hallaron la cavidad y en ella encontraron sables, monedas, barras de oro y de plata y sillas de montar, entre muchas otras cosas.