¿Sabes dibujar a Dios?

Una persona entusiasta es la que siente el empuje de su espíritu interior.

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Hay una historia que narra cómo una niña, movida por ese impulso vital y entusiasta no permitió que detuvieran su propósito, ni le impidieran alcanzar lo que pretendía: “dibujar a Dios”. Tenía 6 años y estaba en la clase de dibujo cuando su maestra le pregunto “¿Qué estás dibujando?”, a lo que ella contestó: “A Dios”. “¡Cómo vas a dibujar a Dios si nadie sabe cómo es!”, le advirtió la maestra y la niña le respondió: “Lo sabrán en unos minutos”.

Una persona entusiasta es la que siente el empuje de su espíritu interior. Esta persona tal vez no consigue todo lo que se propone, pero siente la satisfacción de transformar su día en algo especial y decide no renunciar a seguir soñando. Continúa adelante aunque no se materialicen sus proyectos. Lo que verdaderamente le importa es participar plenamente en la aventura de la vida.

Cuántas personas tenemos miedo a mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos si lo que estamos viviendo es realmente lo que queremos. Si de verdad es lo que nos ilusiona y nos hace vibrar. Llevamos una vida atosigada, llena de estrés y de trabajo, sin tiempo para nada más que para vivir la fuga de nosotros mismos.

Buscamos paz y tranquilidad en nuestro día a día y adoptamos una actitud en la que no nos exigimos nada, nos conformamos con una vida mediocre y nos engañamos creyendo que tener una buena vida es tener una existencia monótona, sin compromisos, ideales e ilusiones. En realidad, lo que nos puede estar sucediendo es que hayamos renunciado a la vida por miedo a afrontar nuestros propios sueños.

Cuántos hombres y mujeres no se sienten felices en su relación de pareja y sueñan con una vida afectiva más plena a lado de otra persona. “No me separo de mi marido, o de mi mujer, por mis hijos”, argumentan, como si los hijos prefirieran unos padres juntos, pero amargados, a unos separados, pero satisfechos con su vida.

Quien quiere conseguir algo siempre descubre una forma de intentarlo. Pero quien se ancla en su miedo y teme aventurarse y luchar por sus sueños, siempre encontrará algún razonamiento que le permita justificar su fracaso en lograr su felicidad.
Hoy, si queremos podemos empezar a dibujar a Dios, dándole más vida a nuestros años y más años a nuestra vida. Llenarnos de ilusiones, anhelos y esperanzas, y de vivir el hoy, y el ahora con garra. Hay que desechar el pesimismo y el derrotismo, son “esos dos demonios”, que nos encierran en nuestra propia cárcel, para no lograr nuestra felicidad.

Dibujemos a Dios con nuestra vida manifestada en buenas acciones; dibujemos a Dios siendo congruentes con lo que pensamos, decimos y hacemos; dibujemos a Dios siendo camino, verdad y vida. Y tú, ¿Sabes dibujar a Dios?

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