Alentadoras noticias para los cenotes

Sin duda, estas fueron las piscinas del pasado y, por fortuna, en el presente se está recobrando paulatinamente su valor.

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Aunque usted no lo crea, la foto corresponde a un cenote de nuestro querido estado de Yucatán, ¡qué vergüenza! Claro, se esperan mejores tiempos para estas maravillas naturales y menos imbéciles que las perjudiquen. (Sergio Grosjean/SIPSE)
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Sergio Grosjean/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Hace algunas días tuve el privilegio de ser nuevamente invitado a participar en la Semana de la Historia de la escuela Modelo, y extremadamente feliz me sentí al encontrarme con un multitudinario grupo de estudiantes de primaria que brilló por su conocimiento y participación en un tema que paulatinamente cobra relevancia: los cenotes.

No puedo menos que felicitar a la dirección de la escuela y maestros, ya que estos niños son los que trazarán la nueva ruta que tiene que tomar nuestro país y, sin duda, la motivación que me transmitieron me convenció que en México todavía existen esperanzas.

En esa ocasión, tuve la oportunidad de platicarles acerca de los cenotes de Mérida, así como de su aprovechamiento en el pasado, incluyendo los ubicados en las antiguas casonas, ya que fueron un sano condimento, pues este encanto de la naturaleza proporcionó a los propietarios y sus familias un refrescante sitio de esparcimiento. Comúnmente, la construcción de esas casas se realizaba a un costado de la formación con la intención que se localizara en su jardín, y para hacer más cómodo el acceso, les adaptaron escaleras de piedra.

Existen muchos ejemplos como El  Tívoli, ubicado en la esquina de la calle 45 con 62 que fue reaprovechado como balneario; o el registrado por nuestro amigo y colega del mundo subterráneo, Carlos Evia, en compañía del grupo espeleológico AJAU, ubicado en la calle 27 número 20 entre 20 y 22 colonia García Ginerés en la antigua casona llamada “Villa María”, lugar donde viven actualmente las religiosas misioneras de María Inmaculada; o el legendario cenote de Mérida Huolpoch, situado en el predio 510-C de la calle 39 con 62 A, y que fue un famoso bar décadas atrás.

Recientemente, nuestro amigo Andrés Quintal nos iluminó con su sapiencia al mencionarnos uno que no teníamos conocimiento de su existencia y que se encontraba frente al hospital CEMA en los años sesentas del siglo pasado, mismo que fue adaptado para centro nocturno pero en el presente es un estacionamiento.

Un cocodrilo, ¡huay!

Conversando con nuestro amigo Jorge Alberto Trujillo, rememoramos al cenote Pikitbeh, ubicado al final de una de las pistas del aeropuerto, y del otro, curiosamente posicionado, al final de la otra pista, siendo que este último, ante la ausencia de un nombre, fue denominado Pikitbeh II por nuestro amigo y colega cenotero, José Ruiz Silva, responsable del atlas de los cenotes de la Seduma desde hace varios lustros. Importante señalar que el segundo cuerpo de agua posee el petrograbado maya de un cocodrilo. 

El Pikitbeh es de grandes dimensiones, la cueva tiene una longitud de 700 metros aproximadamente, pero el cuerpo de agua utilizado como balneario es relativamente pequeño, e iluminado de manera natural a través de un pozo.

Las crónicas relatan que hace varias décadas los empleados del aeropuerto iban a nadar ahí, pero tenían que pedir autorización a la torre de control, pues era necesario atravesar las pistas para llegar al siti, y esta actividad había que desarrollarla en horarios en los que no había vuelos. 

Nos narraba nuestro también buen amigo y cófrade de las artes libatorias, el desaparecido comandante Roger Barroso, que tripulaciones de algunas líneas aéreas extranjeras realizaban ahí sus bacanales en petite comite, pues para ellos era algo muy exótico remojarse en las transparentes aguas del cenote. 

Rescate de los cenotes 

Sin duda, estas fueron las piscinas del pasado y, por fortuna, en el presente se está recobrando paulatinamente su valor, ya que por décadas fueron sepultadas y utilizadas como basureros o sumideros, pero actualmente se está comenzando a revalorar la importancia del cuidado del agua, ya que en esta materia los tres niveles de Gobierno y sociedad civil estamos más que reprobados. 

Sin duda, se requiere una nueva cultura del agua, y al menos hoy, la Fundación Bepensa está salvando el honor de los yucatecos en referencia a la restauración de los cenotes, ya que desde hace un año comenzó una campaña de saneamiento de estos maravillosos cuerpos de agua y ojalá este ejemplo se imite, ya que hasta donde conozco del tema no existe otra referencia de similares características en Yucatán. 

Pero ahora, la también buena noticia es que se forjó una alianza con Dunosusa para que el redondeo de este mes de julio de sus tiendas se utilice para este fin, situación que resulta digna de aplaudir para ambas organizaciones ya que están predicando con un maravilloso ejemplo. 

Mi correo es [email protected] y twitter: @sergiogrosjean.

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