'Hanton' el niño fantasma que quiso ser yucateco (II parte)

Cada vez tenía mayor influencia sobre Marito, hasta que sin querer los papás del niño descubrieron que el 'amigo imaginario' era muy real.

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En ocasiones lo que pensamos son “amigos imaginarios” de nuestros hijos, en realidad no lo son. (Agencias)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Como contamos el viernes, después de un viaje a Inglaterra, Marito se trajo a Mérida un “amigo” imaginario, que resultó ser un niño fantasma que vivió en un castillo de la ciudad de Liverpool, en el siglo XVIII. El pequeño ente se llamaba Hanton y se había ahorcado accidentalmente durante un juego de niños. Lo grave del caso es que a su amigo yucateco le contaba historias terribles de épocas pasadas con las que asustaba a sus compañeros del colegio. Pero…

¿De dónde sacaba Marito esas historias? El insistía en que su amigo Hanton se las contaba.

Pasaron los días, y las historias que contaba el niño eran cada vez más aterradoras, volvieron a citar a sus papás a la escuela y les pidieron que por favor hicieran algo urgente con él, que lo llevaran con un especialista, pues los psicólogos de la escuela no tenían tiempo de atenderlo, ya que necesitarían muchas sesiones porque Marito parecía no tener límites, de todo lo que le preguntaban, en especial sobre el siglo XVIII, tenía una respuesta perfecta. 

Con libros en mano, dos maestros hicieron una prueba al cuestionarlo sobre determinados asuntos. Marito volteaba a ver a su izquierda o derecha, parecía escuchar algo y luego sólo lo repetía; cuando no sabía algo, afirmaba ignorarlo, pero en un lenguaje muy diferente.

Pero lo que marcó la diferencia e hizo "temblar" a todos los presentes fue cuando dijo:

Un perfecto inglés

"A que ustedes no saben hablar en inglés antiguo. Y por un par de minutos, en un perfecto inglés nativo de ese siglo contó los pasajes de la vida de un niño que vivió en una aldea: como no podían creer lo que escuchaban, mandaron a llamar a dos profesores de inglés para que escucharan y certificaran el inglés que hablaba el niño, que normalmente sólo sabía los colores, los números del uno al diez y unos cuantos adjetivos de ese idioma.

Cuando llegaron, Marito comenzó a hablar de nuevo en inglés, miraba fijamente a una maestra, la cual soltó casi de inmediato en llanto y se arrodilló. Todos estaban perplejos ante lo que veían. 

Los que sabían inglés más o menos entendieron el significado de las palabras, y los que no, preguntaron y se quedaron anonadados al enterarse de que Marito habló en un perfecto inglés: 

“Maestra Fanny (nombre ficticio de la maestra que lloró) me dice Rodrigo que le dolió mucho su cuello, que sintió como si le quemara, él no lo quería hacer, sólo quería llamar la atención, ya no siga llorando y sufriendo por las noches. El se pone muy triste al verla”.

Rodrigo era el nombre del hermanito de esa profesora, quien había muerto 15 años atrás; se suicidó ahorcándose en un árbol en la casa de su mamá, y la maestra Fanny fue la que más lo sufrió, ya que estaba muy apegada a él.

Maestros incompetentes

Todo esto ocurrió en Cancún, Quintana Roo, y la maestra había llegado a Yucatán hacía once años, a nadie había contado esa triste faceta de su vida. No había forma alguna de que el niño se enterara y menos que lo contara en un perfecto inglés antiguo. Por eso habían citado a la mamá de Marito, el caso se les estaba saliendo de las manos al colegio, se declararon incompetentes para manejar el delicado asunto. ¿Qué estaba pasando? 

Al contarle doña Gelsy todo esto a su esposo en verdad se preocuparon, sabían que esto no venía de algo normal. Ellos nunca habían creído en espíritus, fantasmas ni nada parecido; su ajetreado estilo de vida no les permitía siquiera suponer eso, y en los círculos sociales en donde se movían, creer en lo paranormal era algo así como creer en que Santa Claus existe y que Pedro Infante vive. 

Pero por el bienestar de un hijo, muchos padres son capaces hasta de lo menos imaginable, y sobre todo luego de ver lo que les depararía esa Navidad...

Fue justo un 25 de diciembre cuando decidieron tomar cartas en el asunto, y es que sólo habría que ver a los desesperados padres de familia revivir lo que pasaron ese día para que a uno se le enchinara la piel.

Navidad inolvidable

Contaron que cada año, después de ponerle a su hijo el juguete que le "llevó" Santa Claus bajo el árbol de Navidad, ellos corrían a esconderse detrás de un cristal polarizado para poder disfrutar  de la emoción de Marito cuando llega en busca de su regalo. Era un momento único e inigualable verlo feliz e ilusionado al abrir sus regalos.

Sin embargo, esa madrugada fue "única e inigualable" por otros motivos, muy distintos a los que estaban acostumbrados.

Cuando Marito llegó a la sala y se aproximó al árbol, ellos observaron que hablaba con alguien, supusieron que era con el amigo imaginario, pero cuando el niño se sentó en el piso, quedó de frente a un espejo cercano, vieron con horror que ahí se reflejaba, junto a su hijo, un niño más o menos de su edad, totalmente pálido, con sangre en el cuello y los ojos blancos.

Doña Gelsy pegó un grito desgarrador. “Jamás había visto así a mi esposa, afirma don Mario, y de inmediato fueron a la sala sólo para comprobar que no había nadie más. No podía ser una persona real, ya que jamás lo perdieron de vista al ir a la sala, ubicada unos cuantos metros, simple y sencillamente el espectro desapareció ante sus ojos.

Marito, asustado al ver el estado tan alterado de su mamá sólo alcanzó a decir: "No le hagas nada a Hanton, mami, él no te quiso asustar, perdónalo".

Dice don Mario que tuvo que llamar a un doctor ante el shock que sufrió su esposa, ya que no reaccionaba ante lo que habían visto y agregó:

"La verdad, si yo no lo hubiera visto con mis propios ojos no le hubiera creído ni a mi esposa, yo soy muy escéptico, hubiera pensado que fue una alucinación, pero éramos dos los que lo vimos y no pudimos haber imaginado lo mismo. Poco después le pregunté a mi hijo cómo era físicamente Hanton y me dio una descripción exacta de lo que vimos".

Es aquí donde corresponde explicar cómo me contactaron los señores Mario y Gelsy, quienes desde el primer momento pidieron respuestas y soluciones. Quizás pensaron en primera instancia que yo tendría una bola mágica y amuletos con los cuales sus problemas desaparecerían de inmediato.

Sin mayor pena ni gloria, un día de finales de enero don Mario me habló por teléfono a las oficinas de la revista “Misterios” (a sugerencia de un compadre suyo que le dijo a qué me dedicaba, pues ya estaban desesperados y ya no sabía qué hacer). Tras explicar a grandes rasgos la situación, hicimos una cita para ver la manera en la que podría ayudarlos y que me contaran todo con lujo de detalles.

Continuará...

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