El 'pan del cielo' va más allá de las respuestas científicas

Jesús hizo una vigorosa contraposición entre el maná: alimento que se consume, que perece y el “pan” que dura para la vida eterna.

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Jesucristo proclama su superioridad sobre Moisés, porque su obra está testificada por el 'pan verdadero, el pan que viene del cielo'. (ids.org)
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XVIII Domingo Ordinario
Ex 16,2-4.12-15; Sal 77; Ef 4,17.20-24; S.Jn 6,24-35

“¡Quédate con nosotros Señor!”

I.- El maná

SIPSE.com
MÉRIDA, Yuc.- Un exégeta sostiene que el Simón de Cafarnaum es una homilía Pascual, destinada a comentar e iluminar la Pascua Cristiana, nuevo y definitivo éxodo de Cristo y de la Iglesia hacia la libertad plena y total.

Vemos claramente como la lectura evangélica de hoy se propone como una lectura Eucaristíca y Cristológica de la famosa narración en el libro del Éxodo del “maná”.

Ya nos lo propone así – en el sentido de reinterpretación el libro de la Sabiduría: “A tu pueblo en cambio Le diste a comer alimento de ángeles, sin que tuvieran que trabajar les enviaste desde el cielo, un pan listo ya para comer que podía agradar a todos, y era apropiado a todos los gustos” (Sab 16, 20)

En el capítulo 6 de san Juan, Jesús evoca 13 veces la figura de Moisés, y el “mana” está presente 5 veces con referencia de “pan de vida” así como el salmo 105. 40 lo define “pan del cielo” que va más allá de las respuestas científicas, y se fija en la elección del pueblo de Israel que cumple la prueba del desierto y de la promesa de Dios que no lo dejará abandonado.

En la tradición judia el “mana” es el alimento de la época meseánica y escatológica como lo dice la tradición:

“Los que honran al verdadero y eterno Dios en la mesiánica banquetearán con pan dulce del cielo estrellado”.

Jesús hizo una vigorosa contraposición entre el maná: alimento que se consume, que perece y el “pan” que dura para la vida eterna.

Algo parecido a la analogía con la Samaritana, entre el agua que satisface la sed pero que requiere volver a beber y satisfacer, y el agua que dará Cristo “pero el que beba del agua que yo le daré se convertirá en él, en un manantial de agua que brotará dándole vida eterna” (Jn 4,14)

Como siempre existe la lectura inmediata de la multiplicación de los panes que sacia el hambre de la multitud, y luego viene la redimensión profunda: Cristo que en el Bautismo es avalado por el Padre (Jn 1.33-34); manifestándose así como Revelador. Redentor de toda la persona y de la humanidad.

II.- El pan de vida

A la antítesis de los alimentos sigue la de las obras. Moisés se justificó, se sintió avalado por el maná en el desierto. ¿Qué obra aduce Jesús como testimonio de su misión? Jesús proclama su superioridad sobre Moisés, porque su obra está testificada por el “pan verdadero, el pan que viene del cielo”, y que será fuente de vida divina para el mundo entero.

Es Cristo el que puede saciar el hambre y la sed de vida que toda persona lleva  dentro de sí, aludiendo a la definición de Dios: “Yo soy el que soy” (Ex 3.14), Jesús se presenta: “Yo soy el pan de vida”; es Cristo a quien hay que recurrir, en quien debe centralizarse la vida de la persona, no andar buscando sustituciones. A los que buscan, Jesús se presenta como el que sacia, resuelve, acontenta, satisface, da la paz (Jn 5,36 s.s.).


III.- Nueva creatura

Un contraste está a la base de la segunda lectura el hombre viejo símbolo del pasado y del pecado, de la soledad y la miseria, cede el paso por medio de la experiencia del Bautismo, al hombre nuevo transformado en nueva creatura “en la justicia y santidad” (Ef 4.3).

Dos caminos, dos elecciones, dos decisiones; la Iglesia continuamente a través de la catequesis bautismal ofrece una invitación constante y permanente, a superar definitivamente esta contraposición; como fruto del nacimiento de una “nueva creatura”, “nueva etapa”, en el proyecto integral de vida.

Como les escribía San Pablo a los Colosenses:
“Pero ahora dejen todo eso: el enojo, la pasión, la maldad, los insultos y las palabras indecentes. No se mientan los unos a los otros, puesto que ya se han despojado de lo que antes eran, y antes hacían y se han revestido… del nuevo hombre, que se va renovando a imagen de Dios, su creador” (Col. 3.8).

IV.- Conclusiones

a)    Hay un maná que es alimento, y hay un maná que es signo del amor de Dios, hay un pan que satisface al cuerpo y un pan que sacia el alma, una bebida que quita la sed, y una bebida que es como un veneno que surge en el interior, hay un hombre “viejo” que se corrompe, y un hombre nuevo creado “en la justicia y santidad”.
Esta doble vertiente de naturaleza y gracia, es siempre el reto de la historia de la salvación.
La invitación que el Señor nos hace es a dejarnos iluminar y atraer por el “maná” del amor de Dios, pan de vida, y del agua que hace brotar del corazón un manantial de vida eterna.

b)    El Pan de la vida es Cristo en la Palabra y la Eucaristía.
“En la fracción del pan Eucarístico cuando nosotros participamos realmente del Cuerpo del Señor, somos elevados a la comunión de vida con Él y entre nosotros ya que: “aunque somos muchos todos comemos de un mismo pan y por esto somos un solo cuerpo” (1Cor 10,17) y (LG 7).

c)    También los santos y grandes personas de fe han tenido que superar dudas e incertidumbres. Santa Teresita del Niño Jesús experimentó la prueba tremenda que se llama “la noche oscura de la fe” y se decía a sí misma: “Cuando canto la felicidad del cielo y la posesión de Dios, no canto lo que siento, sino lo que quiero creer”. Querer creer es ya creer, y es lo que fundamentalmente es el don de la fe.

d)    El Pan que debemos acoger y asumir, es la Palabra de Dios y la Eucaristía, en la fe.
Que nos ayude la Virgen María, que encarnó con toda su existencia la lógica de la Eucaristía.
“La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla. También en su relación con el santísimo Misterio”.
El Pan Eucarístico que recibimos es la carne inmaculada del Hijo: “Ave –Verum Corpus natum de MariaVirgine” (Mane Nobiscum n.31)

e)    La Eucaristía nos hace descubrir que Cristo muerto y resucitado se hace contemporáneo nuestro en el misterio de la Iglesia, su Cuerpo. Hemos sido hechos testigos de este misterio de Amor. Deseamos ir llenos de alegría y admiración al encuentro de la Santa Eucaristía para experimentar y anunciar a los demás la verdad de la palabra con la que Jesús se despidió de sus discípulos;

“Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo” (SacramentumCaritatis n.97) (Mt 28.20)
Con los discípulos de Emaus le pedimos:

“¡Quédate con nosotros Señor!” (S.Lc 24,28). Amén

Mérida, Yuc., 2 de agosto de 2015.

† Emilio Carlos BerlieBelaunzarán
 Arzobispo Emérito de Yucatán

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