'La conversión nos lleva a una renovación integral de vida'

Isaías ve la venida del Señor como la oportunidad de una era nueva.

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El Evangelio habla de la venida del Señor como de un juicio que resuelve la historia humana. (elregresa.net)
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II Domingo de Adviento
Is 11, 1-10, Sal. 71; Rm 15, 4-9; S. Mt 3, 1-12

La palabra de vida nos invita a continuar la reflexión sobre la venida del Señor.

Isaías ve la venida del Señor como la oportunidad de una era nueva, porque el que viene tendrá consigo el espíritu del Señor, que es la fuerza renovadora de la comunidad humana.

El Evangelio en cambio habla de la venida como de un juicio que resuelve la historia humana.

Por ello la invitación a la conversión urge como preparación a esta venida y san Pablo en la segunda lectura, parece describir el modo práctico de la preparación: un contacto más directo para poder mantener viva la esperanza, y una mayor receptividad al modelo de Cristo, que nos acoge haciéndose nuestro servidor.

1.- La venida renovadora de Cristo

El rey Ajaz había hecho una invitación a la confianza en el Señor y no había sido escuchado, el niño que ya ha sido preanunciado (c. 7 y 8) asume una fisonomía particular, porque su imagen trasciende los confines de la historia presente. Trae consigo una relación radical a la historia del ser humano, nacerá de Jesé, tendrá el espíritu de Dios, vendrá a la tierra pero investido con la potencia del cielo y lo que surgirá después será un mundo absolutamente nuevo.

Isaías llega al vértice de la dimensión poética y mística, la utopía de la fe es proclamada por medio del arte poético que parece describir etapas ideales.

Es el acto de fe de la persona cuando se ve perdida y cuando la historia parece irrecuperable, como con Isaías, cuando el enemigo está asediando las murallas y para defenderla no hay más que un tronco avejentado.

Por ello el nuevo brote, será la obra del Señor gratuita, una historia que repite los tiempos de la creación cuando el Espíritu volaba sobre las aguas, en el abismo de la custodia de la vida con la primera generación.

Entonces la raíz Jesé proyectará toda su potencia sobre la historia y sobre la creación para reproponer el don del tiempo como el camino auténtico hacia el descanso del séptimo día, que será el descanso definitivo para el ser humano (Heb 4,3).

La descripción de la nueva creación, con imágenes tomadas del mundo animal, tiene el sabor de una utopía, pero expresa de una manera plástica la refundación de la unidad y armonía universal.    

Del mal al bien

Al insistir dos veces en la imagen de la serpiente parece un reto: pues fue inicialmente el signo de un mal, y ahora se vuelve signo de paz.

El niño podrá jugar tranquilo sobre la boca del agujero que es guaridas de la víbora.

El brote de Jesé, bajo la acción del Espíritu, traerá consigo el derecho y la justicia. Por ello Isaías dice que tendrá ceñido su cintura con la justicia y la firmeza.

La imagen de la raíz que florece y del rey de justicia volverá a aparece en el Apocalipsis como última visión profética: “yo soy la raíz de la estirpe de David y la estrella radiante de la mañana” (Ap 22.16); quien habla es el misterioso interlocutor que San Juan describe así: “Después vi el cielo abierto y he aquí que un caballo blanco y el que lo montaba se llamaba ‘el fiel’, ‘el veraz’, él juzga y combate con justicia... de su boca sale una espada afilada para golpear con ella a las gentes” (Ap 19, 11).

2.- El anuncio de Juan el Bautista

La imagen del rey de justicia vuelve hoy a través de la predicación del Bautista, pero desde una perspectiva diversa.

Isaías describe sobretodo la liberación del pobre, en cambio el Bautista subraya la liberación del mal.

La alegoría entonces se vuelve más profunda y se acerca a otra imagen bíblica que se conoce como “el día del Señor.

En su predicación Juan el Bautista hace aparecer el juicio del Señor, como algo inminente; de hecho, habla de la hoz puesta a la raíz del árbol.

Si antes de la raíz brotaba un retoño, ahora en la raíz está puesta la hoz, dado que cualquier planta que no haya sido plantada por mi Padre será arrancada (Mt 15, 13).

En la voz del Bautista hay la esperanza de una novedad inminente “pues el reino de los cielos está próximo”; pero pesa mucho más la urgencia del cambio, de la conversión, porque el Precursor ve la situación del pueblo y sabe desenmascarar la hipocresía detrás de actitudes religiosas que no son auténticas.

En Isaías “Aquel que debe venir” tiene un ceñidor de justicia para salvar a los pobres, en la predicación del Bautista, tiene en su mano un bieldo para discernir, vigilar, juzgar y limpiar. Así la venida del Señor se sitúa en la línea profética de Elías. El Señor renovará la historia, pero con el Espíritu y el fuego Son una imagen de dos realidades que se entrecruzan para verificar un acontecimiento en el cual se consuma y purifica la realidad humana bajo el ardor estrujante de Dios que ama y castiga y que permite la prueba no para conducir a la muerte, sino a la vida.

3.- Invitación a la conversión

Esta invitación se hace con las palabras de San Juan Bautista con dos expresiones: “Preparen el camino del Señor” y “procuren enderezar sus caminos” volviendo a tomar la imagen de Isaías, que, en espera de la liberación ya próxima, invita a caminar por las veredas del desierto como nuevo éxodo.

En la palabra del Bautista este camino es el del corazón. En él debe encontrarse a Dios que nos conduce a la liberación con su venida y para que nosotros podamos en Él realizar el camino de la libertad.

Es nuestra disposición interior y profunda la que nos hace abiertos a recibir el Reino de Dios que viene. San Pablo nos sugiere los términos prácticos de ésta apertura.
    
•    La Palabra de Dios como reflexión acerca del pasado que nos da consolación, esperanza y perseverancia en la historia salvífica de la humanidad.
•    Y la ejemplaridad de Cristo en la relación con los hermanos basados en el respeto y la aceptación.

El objetivo de toda la actividad salvífica de Cristo es la de acoger a todos para reconstituirlos en la unidad de la familia humana y dar testimonio así de la veracidad y fidelidad de Dios.

En la nueva comunidad cristiana, los discípulos de Jesús deberán hacerse “servidores” los unos de los otros, para seguir el ejemplo del Señor, y en virtud de ello, dan el testimonio de Jesús que es fiel a la historia de la Salvación.

Por ello la acogida es un término tan importante en el camino de la conversión de este Adviento; y una expresión que describe la amplia esfera del actuar humano; que va de las actitudes profundas interiores y espirituales a las manifestaciones más concretas.

De hecho, el término que usa San Pablo en el original que va de la “acogida del corazón” (en el sentido de comprensión, estima, compartir, aquella práctica concreta, que dé hospitalidad al hermano y con el comparte la vida).

Con estas reflexiones de San Pablo la invitación a la conversión que proviene del Bautista asume una dimensión concreta y actual. Es la alternativa eficaz para el ser humano que la sociedad contemporánea enmarca en la soledad y la angustia y al aislamiento árido e infecundo.

Dar acogida, dar hospitalidad, comprender y compartir es la mejor forma de preparar el corazón a la venida ya tan próxima de Jesús en la Navidad.

IV.- Conclusiones:

1.Una constelación de dones que giran en torno a la venida de Jesús:

  • El don del Espíritu que transforma a la persona con la sabiduría, fortaleza y amor.
  • El don de la justicia que hace tomar decisiones a favor de los más pobres y necesitados.
  • El don de la paz reacomodando un mundo dividido y de oposiciones, en otro armónico y de sintonía.
  • El don del amor, que une en un solo ánimo y corazón para favorecer la acogida y el servicio recíproco.
  • El don de la conversión por medio del Bautismo “en el fuego y el Espíritu Santo” y que es el camino hacia el reino de los cielos.

2.El Bautista aquí, proclama el mismo mensaje que Cristo al iniciar su vida pública: “Conviértanse porque el Reino de Dios está cerca”.

3.“Conocer” en la Biblia, no es un conocimiento teórico, sino un compromiso que deriva de una sólida comprensión de lo que significa la paz de Dios y la participación a esa profunda paz.

4.“Dios es un fuego que consume”, el que no quiere quemarse en la flama de su amor, arderá eternamente. Una moral que no se compromete, ni se purifica en el fuego del amor del Espíritu Santo, no edifica, ni construye, ni permanece.

5.Cuando los pueblos aceptan este brote de la raíz de Jesé, es cuando se llenan del Espíritu del conocimiento de Dios en cuya paz bendita ya no se hace, ni se está a favor de ningún tipo de mal.

6.Cristo es la Palabra, yo soy la voz. (San Agustín)
Por ello dice San Juan Bautista: “Conviene que Él crezca y yo disminuya”.

Amén.

Mérida, Yucatán, 4 de diciembre de 2016.

+ Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo Emérito de Yucatán

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