La verdadera historia del tecolote o 'Tunkuluchú'

La noble ave se venga del hombre anunciándole su muerte, en venganza por el maltrato que sufrió a manos de un maya borracho.

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Mucha gente teme a los tecolotes, no solo por su apariencia, sino porque anuncian la muerte. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Hoy, día de hablar sobre las leyendas mayas, platicaré cómo surge el dicho de “cuando el tecolote canta, el indio muere", el cual tiene su origen en las tierras del sureste del país.

Esta ave misteriosa siempre anda sola y vive entre las ruinas. Es el tecolote o tunkuluchú, quien hace temblar al maya con su canto, pues se afirma que anuncia la muerte.

Algunos dicen que lo hace por maldad, otros, porque el tunkuluchú disfruta al pasearse por los cementerios en las noches oscuras, de ahí su gusto por la muerte, y no falta quien piense que hace muchos años, una bruja maya, al morir, se convirtió en el tecolote.

El canto de tunkuluchú

También existe una leyenda que habla de una época lejana, cuando el tunkuluchú era considerado el más sabio del reino de las aves. Por eso, los pájaros iban a buscarlo si necesitaban un consejo y todos admiraban su conducta seria y prudente.

Un día, el tunkuluchú recibió una carta, en la que se le invitaba a una fiesta que se llevaría a cabo en el palacio del reino de las aves. Aunque a él no le gustaban los festejos, en esta ocasión decidió asistir, pues no podía rechazar una invitación real.

Así, llegó a la fiesta vestido con su mejor traje; los invitados se asombraron mucho al verlo, pues era la primera vez que el tunkuluchú iba a una reunión como aquella.

De inmediato, se le dio el lugar más importante de la mesa y le ofrecieron los platillos más deliciosos, acompañados por balché, el licor maya. Pero el tunkuluchú no estaba acostumbrado al balché y apenas bebió unas copas se emborrachó.

Lo mismo le ocurrió a los demás invitados, que convirtieron la fiesta en puros chiflidos y risas escandalosas. Entre los más chistosos estaba el “chom”, quien adornó su cabeza pelona con flores y se reía cada vez que tropezaba con alguien. En cambio, la chachalaca, que siempre era muy ruidosa, se quedó callada.

Cada ave quería ser de la mayor gracia, y sin querer, el tunkuluchú le ganó a los demás. Estaba tan borracho, que le dio por decir chistes mientras danzaba y daba vueltas en una de sus patas, sin importarle caerse a cada rato. En eso estaban cuando pasó por ahí un maya conocido por ser muy latoso.

Al oír el alboroto que hacían los pájaros, se metió a la fiesta dispuesto a molestar a los presentes. Y claro que tuvo la oportunidad de hacerlo, sobre todo después de que él también se emborrachó con el balché.

El maya comenzó a reírse de cada ave, pero pronto llamó su atención el tunkuluchú. Sin pensarlo mucho, lo persiguió para jalarle las plumas, mientras el mareado pájaro corría y se resbalaba a cada momento. Después, el hombre arrancó una espina de una rama y buscó al tunkuluchú; cuando lo encontró, le picó sus patas.

Aunque el pájaro las levantaba una y otra vez, lo único que logró es que las aves creyeran que le había dado por bailar y se rieran de él a más no poder.

Fue hasta que el maya se durmió por la borrachera que dejó de molestarlo. La fiesta había terminado y las aves regresaron a sus nidos todavía mareadas; algunas se carcajeaban al recordar el tremendo ridículo que hizo el tunkuluchú. El pobre pájaro sentía coraje y vergüenza al mismo tiempo, pues ya nadie lo respetaría luego de ese día.

Venganza perfecta

Entonces, decidió vengarse de la crueldad del maya. Estuvo días enteros en la búsqueda del peor castigo; era tanto su rencor, que pensó que todos los hombres debían pagar por la ofensa que había sufrido.

Así, buscó en sí mismo alguna cualidad que le permitiera desquitarse y optó por usar su olfato. Luego, fue todas las noches al cementerio, hasta que aprendió a reconocer el olor de la muerte. Eso era lo que necesitaba para su venganza.

Desde ese momento, el tunkuluchú se propuso anunciarle al maya cuando se acercara su hora final. Y así, se para cerca de los lugares donde huele que morirá alguien y canta muchas veces. Por eso dicen que cuando el tunkuluchú canta el hombre muere. Y no pudo escoger mejor desquite, pues su canto hace temblar de miedo a quien lo escucha.

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