Una colección de bienvenidas y adioses

Las personas siempre viven en nuestro interior, en cada gesto y pensamiento que tenemos con los otros. Es una forma de recordarlas.

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A Miguel

“Nuestra vida no nos pertenece. Del vientre a la tumba estamos unidos a otros, del pasado y del presente”, son las palabras que salen de la boca de Sonmi 451, la mujer artificial de Cloud Atlas, película que explora las consecuencias que tienen nuestras acciones en la vida de los demás, desde involucrarse en un crimen hasta dedicarle una sonrisa a una persona angustiada en el camión. Se nos revela cómo un gesto aparentemente fugaz puede originar un eco, que llegue varios años después a los oídos indicados, a cambiar la vida de alguien que no había nacido por aquel entonces, a remover el interior de algún abrumado por la rutina, o todo lo contrario, a barrer los residuos de la última esperanza. Pero de lo que trata este filme ante todo es del desapego de la individualidad, pues nuestras vidas se tejen por las decisiones de otros, los que están y los que se fueron. 

A mí me gustaría agregar el deshacernos de la idea de permanencia. Una vez un amigo me dijo que la vida era una lista de personas diciendo adiós. Yo diría lo siguiente: los años que nos transcurren son la paginación de una colección de bienvenidas y adioses. Y entre esas dos palabras que marcan el inicio y el fin, esas dos palabras temidas y a veces tan inesperadas, que son “hola” y “adiós”, se hallan las experiencias que nos volvieron quiénes somos. Lo antinatural sería no despertar más allá de la realidad  conocida, no sorprenderse de las distintas personas que poblamos la tierra.

El martes pasado un muchacho conversó conmigo. No pude evitar sumergirme en las emociones que me revelaba la historia personal. Lo acompañé en cada una de las palabras del relato, en el que de pequeño tuvo una clara muestra de amor a través de sus padres, y quienes, además, le inspiraron a tener un matrimonio parecido. Me dijo que este 14 de febrero su papá no podría llenar de atenciones a su madre, debido a que ya no está físicamente. Al mismo tiempo recordaba a una persona de reciente paso por su vida.

Las personas siempre viven en nuestro interior, en cada gesto y pensamiento que tenemos con los otros. Es una forma de recordarlas.

Son estas experiencias las que nos hacen quienes somos. El “adiós” voluntario de alguien no puede negarnos decir nuevamente “hola”, porque lo verdaderamente milagroso es dar amor.

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