La verdad libera

Es inútil gastar energías quejándose del temperamento, el pasado o nuestras, tal vez, pocas cualidades.

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Cuando una persona percibe la realidad en forma distorsionada, es imposible que tenga una conducta equilibrada y madura.- E. Fromm, psicoanalista

El ser humano no goza de la libertad respecto a una total independencia. Cada quién tiene un temperamento determinado, una historia personal, está inmerso en una cultura, con una ubicación espacio-temporal, relaciones con otras personas e interacciones ambientales. Lo anterior no depende de su voluntad y si, inteligentemente, acepta que todo rechazo interior, afectivo–sentimental, a lo que no depende de uno mismo no sirve de nada, porque aquello seguirá existiendo, su transcurrir en la vida será fructífero.

Es inútil gastar energías negando o quejándose del temperamento, del pasado o de nuestras, tal vez, pocas cualidades. No vale renegar del lugar donde se está ni de la época en la que se vive. Es tonto querer “cambiar” a otros, porque tienen derecho a ser distintos a uno y lo seguirán siendo. Aceptar que la realidad es lo que ES y no hace excepciones y, aun queriendo ignorarla, la lógica que gobierna al mundo no cambiará.

Al reconocer que el ser humano es falible, no nos engañamos y entendemos que nuestros errores son por ignorancia, imprevisión, falta de discernimiento, etc. Ante las “caídas” o contrariedades, podemos buscar los medios y conductas que nos lleven a superarlas.

Los objetivos se alcanzan esforzándose y trabajando. Seamos flexibles y nunca intransigentes. Nadie tiene el monopolio de “la verdad absoluta”, ya que los puntos de vista tienen que ver con los ángulos desde donde se mira…

Hay que evitar dar “juicios definitivos y universales” cuando se está bajo la presión de algún sentimiento intenso, porque esos juicios surgen de un estado de ánimo cambiante y caprichoso. No somos el “centro del universo”, ni perfectos. Reconozcamos el vaivén de las simpatías y antipatías y de la indiferencia con serenidad. Tengamos la sensibilidad de valorar la simpatía, admiración y cariño que nos obsequian algunas personas. Sin embargo, ni nuestra conducta, ni la paz interior deben depender de alabanzas o desprecios, porque bien sabemos que ni unos ni otros modifican ¡la realidad!

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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