Las advertencias que recibí siendo niña

A veces he llegado a pensar que las mujeres somos peatones reprimidas.

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Desde que somos niñas se nos enseña a ser precavidas. Decían que no es adecuado andar sola a ciertas horas de la noche, que es difícil salir tarde a divertirse sin tener cómo regresar a la casa, que no es bueno comer hasta quedar satisfecha y que definitivamente es un crimen usar vestido sin depilarse las piernas. Una de las primeras recomendaciones que recibí cuando me fui sola a la Ciudad de México fue que comprara gas pimienta porque el acoso callejero está a la orden del día.

“¡Hagas lo que hagas, no subas a los puentes para peatones! El otro día me tocaron un seno ahí…”. Y así un desfile de advertencias llenó mis oídos desde la infancia, tal como pasa a las muchas mujeres que caminamos a diario por cualquier ciudad.

A veces he llegado a pensar que somos peatones reprimidas. Reprimidas por los albures y supuestos piropos que no son más que constancia del sentimiento de superioridad del otro. Sin duda hemos tenido avances en el tema de equidad de género, lo vemos en los espacios que se abren inclusivamente sin tomar el género como criterio determinante, algo que no sucedía antes.

Pero de la misma manera, tristemente, podemos visualizar en las redes sociales que aún existen personas con formas de pensar dignas de pertenecer al siglo XIX, respecto a los derechos de la mujer, lo cual nos alerta de qué tan necesaria es la educación con perspectiva de género, ya que esto sigue siendo carencia todavía en muchas escuelas. Habría que empezar con los profesores, porque es evidente que para que los estudiantes sean conscientes de estas formas de violencia es prioritario que los docentes las vean primero.

Tan solo pensemos en el término “feminicidio”. Es una palabra muy discutida cuando no debería tenerse dudas de lo necesaria que es. El feminicidio está presente en todo el país, este viernes se cometió uno más en Yucatán (las cifras de este crimen son distintas según sea la fuente consultada), el segundo en Plaza Fiesta. El asesino sintió a la víctima como su propiedad. Las averiguaciones continúan, pero lo que es seguro es que no es un crimen pasional, eso es un eufemismo.

Nos queda todavía una larga lista de tareas por hacer, actitudes qué cambiar y darnos cuenta de que la víctima no es la culpable. Tal vez entonces dejemos de llenar de advertencias y recomendaciones a nuestras niñas.

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