Mujeres en la guerra y en los libros
Las mujeres de guerra generalmente no tienen 'rostros', pero sí profundas historias que contar...
Por lo general la guerra es protagonizada por hombres, contada por ellos, son sus héroes y antihéroes, su voz es la que resuena y se silencia junto con las metrallas y las bombas y su valentía es la que se reconoce con nombramientos honoríficos.
Pero la premio Nobel de Literatura 2015, Stevlana Alexiévich, ha dedicado su pluma a cumplir la misión de reconocer la gran labor y el papel faundamental que las mujeres desempeñaron en la Segunda Guerra Mundial, específicamente en su libro “La guerra no tiene rostro de mujer”, donde recopila los testimonios de quienes participaron de manera activa y valiente junto con los hombres, incluso ocupando cargos que comúnmente sólo eran asignados a ellos; la relevancia de estos relatos es que son la voz femenina de lo bélico, de enfermeras, pilotos, soldados de infantería, criptógrafas, francotiradoras, partisanas y otros rostros anónimos que en este libro cobran vida con sus recuerdos, cargados de gran emotividad, que narran, por un lado, la crueldad y la dureza de la guerra, y por otro, la sensibilidad y feminidad que aún en los momentos más críticos estuvieron presentes.
En cada testimonio hay algo en común: las mujeres fueron la visión humana, la ternura y el amor al prójimo que rescata a cualquier alma desolada por los estragos de la guerra: “La idea era que las chicas sigan siendo tiernas como rosas de mayo, que la guerra no mutile sus almas”.
Estas historias también se unen a las de miles de mujeres que tuvieron que huir de la guerra, como la que nos narra Françoise Frenkel en “Una librería en Berlín”, un libro desgarrador donde la autora cuenta su propia travesía desde que se inicia la ocupación nazi y debe abandonar lo más preciado de su vida, sus libros, que como ella, son perseguidos y censurados. Su largo trayecto de huida está aunado al de otras almas que no tuvieron su misma suerte, pues logra, después de años de persecución y cárcel, cruzar la frontera y encontrar en Ginebra su libertad.
Es pues la historia de una mujer valiente que nunca deja de mostrarnos, a pesar de las adversidades por las que atraviesa, una fe en la humanidad y ejemplos auténticos de solidaridad, de esos que sólo en situaciones trágicas y cruentas aparecen, indescriptiblemente, en las almas humanas.
Ambos libros nos muestran la mirada de madres, hijas, esposas, amigas, mujeres al fin, que sufrieron y sintieron la desolación de los estragos de un combate que deja huellas imborrables y que en estas páginas destilan dolor y muerte, pero a la vez amor y esperanza de mujeres únicas, valientes y tiernas que, aun sin rostro, son verdaderas protagonistas de la guerra.