Equinoccio de Dzibilchaltún: 35 años de su hallazgo (2)

...cuando el Astro Rey tendió su luz, un resplandor impresionante cubrió el contorno del Templo de las Siete Muñecas.

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Sigue el relato de don Luis Ramírez Aznar:

“Estén preparados, ya falta poco”, gritaba el arqueólogo (Víctor Segovia). Y tenía toda la razón, cuando el Astro Rey tendió su luz, cuando brilló en el horizonte, un resplandor impresionante cubrió el contorno del Templo de las Siete Muñecas. Aquello era único, un espectáculo maravilloso, único e incomparable.

Daba la impresión de un incendio de gran magnitud. El Sol al salir por el horizonte producía un fenómeno de colorido al atravesar sus rayos por el Templo de las Siete Muñecas, produciendo algo así como una cara humana, formada por las dos ventanas y la puerta del edificio, siendo éstas los ojos y la boca, respectivamente.

Dichas ventanas tienen la particularidad de estar construidas matemáticamente para que el haz de luz que pueden dejar pasar por las de lado oriente coincida con las del lado poniente, indicando con esto el día equinoccial.

Por si lo anterior fuera poco, Segovia Pinto sostiene que los rectángulos que se encuentran debajo del friso, tanto en el lado oriente como en el lado poniente, son para afinar el día equinoccial, como lo hacen las ventanas antes descritas, fenómeno que, según el arqueólogo, también descubrió en el Palacio del Gobernador de Uxmal.

El fenómeno, o sea, el “Equinoccio de Dzibilchaltún”, se produce con la salida del sol y en realidad es un espectáculo que no tiene una duración mayor de 20 minutos, generándose el mismo fenómeno al atardecer del mismo día. Es decir, es visible esa maravilla solar en la mañana y en la tarde, y ambas veces, deja perplejo a quien la presencia, es algo impresionante.

Cabe aclarar que con el movimiento lento pero constante del sol, para llegar a sus máximas declinaciones norte y sur, el fenómeno dura de dos a tres días en dicho lugar.

En relación con el otro edificio que se encuentra al final del sacbé, el arqueólogo Segovia Pinto piensa que debió construirse para observar el fenómeno que nosotros vimos cerca del Templo de las Siete Muñecas.

La importancia de equinoccios y solsticios queda demostrada por la gran reverencia que se les tenía a principios de la era cristiana. San Agustín dice en su libro La Ciudad de Dios, escrito en el Siglo V: “No adoremos al sol, sino al que hizo el sol…”.

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