El siglo del Soma o ¿qué pensaría Huxley de nosotros?

Niños o jóvenes con padres y madres ausentes, que tienen en su lugar al internet como figura tutelar, un modo de conocer al mundo y formarse en valores. Sólo el historial de google sabrá qué valores.

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Veo a unos niños, entre 3 y 5 años, manipular con facilidad una tableta. Han pasado la tarde completa con la vista sobre la pantalla, pues es más fácil mantenerlos así que tenerlos frente a frente, afrontando sus alegrías, miedos y tristezas, ¿o no? Niños o jóvenes con padres y madres ausentes, que tienen en su lugar al internet como figura tutelar, un modo de conocer al mundo y formarse en valores. Sólo el historial de google sabrá qué valores.

No quiero decir con esto que condene el uso de las nuevas tecnologías que ofrece tantos beneficios a la educación, ni a los padres y madres, víctimas de las circunstancias de este tiempo, que deben pasar largas jornadas trabajando para que  no falte nada a sus hijos. Yo misma, como muchos niños de mi generación, estuve frente al televisor varias horas. Menos quiero señalar a la infancia y adolescencia que ha sido terriblemente golpeada por las afrentas en México, a la que apareció por su honestidad y valentía, al menos en mi experiencia. Lo dicho es sólo un ejemplo de lo que nos acontece a todos: un malestar social que es síntoma de una carencia interior.

Una situación que está presente en todas las edades, evidenciada a través de las redes sociales, esa imparable necesidad de proyectar la vida o lo que quisiéramos que piensen de la nuestra. Que la selfie, el viaje a EU, la comida en el restaurante, escribir mis pensamientos que no tienen más trascendencia que el morbo de los otros, o mi estéril pedazo de opinión sobre la noticia del momento.

Se me ocurren algunas comparaciones con la cultura pop, como la serie “Black Mirror” o la película “The Matrix”. Pero quiero mencionar una referencia literaria por excelencia: Aldous Huxley y “Un mundo feliz”. En 1956, Huxley escribió veintidós años después de la publicación de esta novela de ciencia ficción: “Los próximos revolucionarios concentrarán su ataque sobre la naturaleza humana  […] en las mentes y cuerpos de sus víctimas  […] Utilizando sistemáticamente los instrumentos psicológicos, químicos y electrónicos ya existentes (sin mencionar aquellas máquinas nuevas y que el futuro nos reserva), una oligarquía tiránica puede mantener a la mayoría en una sujeción permanente y voluntaria. Esta es la profecía que desarrollé en “Un mundo feliz”. […] me temo que lamentablemente estaré en lo correcto”. 

¿Se cumplió la profecía? ¿Vivimos tomando el Soma, esa droga de los personajes de “Un mundo feliz”? ¿Es la aparente felicidad virtual y social nuestro opio?

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