Piedras mayas que pueden leer la voluntad divina

Los observatorios prehispánicos, además de servir para mirar los astros, eran sitios de oración.

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Los mayas aprendieron a conocer muy bien la bóveda celeste. (Notimex)
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Agencias
MÉXICO, D.F.- A diferencia del concepto actual, en la época prehispánica los observatorios astronómicos también eran una especie de oráculo, un templo, lugar de oración porque el registro de los movimientos de los astros era una forma de expresar la voluntad divina, explicaron los especialistas Orlando Casares y Jesús Galindo.

El movimiento regular de las estrellas permitió el desarrollo del calendario de esa cultura y la alineación de un cuerpo espacial con algún edificio era un aviso de que se acercaba una fecha importante, explicaron en un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), citado por Notimex.

Orlando Casares Contreras, arqueólogo especializado en la arqueoastronomía maya, recordó que los mayas disponían de edificios en forma piramidal y plataformas que, además de utilizarse para realizar actividades políticas o religiosas, servían como marcadores o puntos de referencia que indicaban las salidas y puestas del Sol, así como los movimientos de astros como la Luna y Venus.

"Un punto para observar el movimiento del Sol puede ser una entrada a un templo, una alfarda. En muros, escalinatas, nichos, caminos e incluso pinturas murales de cientos de edificios mayas se proyectan luces y sombras producidas por el movimiento del Sol, de Venus o la Luna. Con esas marcas efímeras esta antigua civilización hizo visible el tiempo e identificó en qué momento sembrar y cosechar", detalló.

Los calendarios

A su vez, Jesús Galindo, arqueoastrónomo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien ha estudiado la astronomía mesoamericana en diversas zonas arqueológicas y sitios prehispánicos, informó que la regularidad en el movimiento aparente de los astros permitió el desarrollo del calendario.

Indicó que "para los mayas, los marcadores solares eran una especie de calendarios que permitían contar los días para saber el comienzo y el término del ciclo agrícola.

"Las alineaciones de luz sobre los edificios ocurren no para indicar un fenómeno en el cielo, se trata de escenografías para señalar a los hombres que alguna fecha significativa se acerca; de este modo organizaban sus actividades y su vida económica, social y religiosa", añadió.

Puso como ejemplos las fechas del 29 de abril y el 13 de agosto, porque en diversos sitios de Mesoamérica los arqueoastrónomos han identificado juegos de luces y sombras proyectados sobre los edificios en ambos días.

"En ese par de fechas el Sol se alinea a las estructuras, aunque en tales días no ocurra ningún evento solar significativo", acotó al referir que lo que hacen es dividir el año solar de 365 días en dos periodos, una característica del sistema calendárico mesoamericano.

Indicó que tal caso se puede apreciar en el Templo superior de Los Jaguares del Gran Juego de Pelota de Chichén Itzá y la ventana central del Caracol (el Observatorio) de la misma ciudad maya de Yucatán; el Edificio de los Cinco Pisos de Edzná, en Campeche; y, fuera del área maya, la Pirámide del Sol, en Teotihuacan, Estado de México.

"En estos casos, a partir de la primera fecha el observador debe esperar 52 días para que llegue el solsticio de verano y después de éste, esperar 52 días para que ocurra la segunda alineación con los edificios, el 13 de agosto.

"No se trata de que ocurra un fenómeno del Sol, sino que el astro indica que ha llegado una fecha que era importante dentro del calendario mesoamericano", puntualizó.

Culto a deidades de la bóveda celeste

Otro uso de los edificios observatorios era rendirle culto a las deidades que habitaban la bóveda celeste, de acuerdo con la antigua cosmogonía indígena. Con ese fin, también se construyeron estructuras orientadas hacia las direcciones especificadas por el movimiento aparente de algún astro, con la intención de poner en armonía la obra humana con el cosmos, indicó Galindo.

Mencionó como ejemplo de ello el templo monolítico de Malinalco, en el Estado de México, en cuyo interior, sobre una banqueta circular, hay esculturas de águilas y un jaguar, emblemas de una orden militar de la elite mexica que tenía al Sol como deidad.

"Durante el solsticio de invierno los rayos solares penetran por el vano del acceso e iluminan la cabeza del águila labrada al centro del santuario; estudios etnohistóricos indican que, al parecer, ese día se celebraba la bajada de Huitzilopochtli, dios de la guerra, al mundo".

Dijo que los arqueoastrónomos también han identificado "observatorios horizonte", edificios que funcionaban como límites artificiales; es decir, si el observador se colocaba frente al monumento, desde una posición indicada por algún elemento constructivo, registraba al cuerpo celeste cuando se alineaba al centro de la edificación.

Jesús Galindo refirió que los sacerdotes mesoamericanos también construyeron edificios orientados de acuerdo con actividades planetarias, un ejemplo es el Palacio del Gobernador, en Uxmal, Yucatán, que en su parte superior tiene mascarones antropomorfos con el glifo maya de Venus.

 

Estrella de la Mañana

Anotó que el eje de simetría del edificio señala la posición extrema de Venus en el horizonte como Estrella de la Mañana.

Otra modalidad de las ciudades mesoamericanas son los observatorios cenitales, donde la incidencia de los rayos solares al interior de éstos indica la llegada del Sol a posiciones extremas en el cielo. Y las cámaras construidas bajo tierra o en el interior de un edificio, de acuerdo con el etnohistoriador de la UNAM, Rubén Morante López, en realidad son gnómones.

Es decir, continuó, antiguos instrumentos de astronomía, a cuya oquedad oscura penetran los rayos solares a través de un tragaluz; cuando la claridad llega hasta el piso señala fechas calendáricas o rituales.

Para el arqueólogo y arqueoastrónomo del INAH, José Huchim Herrera, probablemente el uso multifuncional que tenían los edificios tipo palacio se debiera a que la elite que ocupaba dichos monumentos era la encargada de mantener el contacto con las deidades, es decir, el gobernante era también el intermediario entre los dioses y el pueblo.

 

Solo los sacerdotes

"Hay fenómenos que únicamente pudieron haber observado los sacerdotes, porque es necesario subir a la parte más alta de los templos para verlos y a los palacios sólo entraba la elite".

Los arqueoastrónomos coinciden en que en la observación del firmamento estaba el sustento del poder de la clase dominante de las culturas mesoamericanas, quienes tenían el poder eran los intermediarios entre los hombres y los dioses.

Los sacerdotes que predecían el paso del tiempo, la aparición y alineación de los astros, los que llevaban la cuenta calendárica, actividades que les permitían demostrar ante la sociedad su interacción con las divinidades.

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