Manuel Lizama, pintor de la vida que da pinceladas de amor por Yucatán

El escritor Roldán Peniche lo define como 'el más calificado de los pintores formados en Yucatán con voluntad y talento'.

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'El tiempo para mí es diferente, el arte me absorbe y cuando tengo un tiempo libre lo uso para promover el arte', comparte el maestro Manuel Lizama. (Amílcar Rodríguez/Milenio Novedades)
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Cecilia Ricárdez/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yucatán.- De rostro gentil, sonrisa breve, cabello blanco, ojos verdes y pincelada honesta, así es el maestro Manuel Lizama Salazar, artista plástico con más de 60 años de carrera reconocida en Yucatán y otras latitudes del mundo.

Con un estilo que rinde homenaje a las diferentes dimensiones de la cultura maya y yucateca, ha configurado un lenguaje visual franco, sin más pretensión que compartir su profundo respeto y amor a la profesión artística, a su tierra peninsular, a la cosmogonía maya, sus espacios, naturaleza, dioses y personajes.

Su visión es reconocida por crear y recrear de manera trascendente, logrando que el espectador forme parte de ese todo pictórico, en la armonía del universo y tiempo que toca vivir. 

El escritor Antonio Mediz Bolio escribió sobre su trabajo y el también escritor Roldán Peniche lo define como “el más calificado de los pintores yucatecos formados en el estado, en su propia tierra, sin más maestros –una vez superadas las etapas del aprendizaje- que la voluntad y el talento”.

Su nombre está escrito en el imaginario de generaciones de pintores que formó, los admiradores de su obra, así como en el salón de creadores de la Secretaría de la Cultura y las Artes y una sala de la galería Gamboa.  

La vida y obra del pintor está también compilada en el libro “De México para el mundo: Manuel Lizama”, escrito por la arquitecta Gladys Ruby Díaz Negrón.

Trazos de la vida 

Admirador desde niño de la naturaleza, especialmente de la lluvia y el color traslúcido de los rayos del sol atravesando las gotas colgantes de las ramas, ya miraba como artista la vida. En su niñez conoció la pintura a través de las imágenes de las cajas de cerillos que comenzó a coleccionar, como pistas que lo llevaron a no solo la admiración sino a la creación, porque lo atrajo a la plástica y decidir que la pintura sería su proyecto de vida.

En su juventud se propuso viajar para conocer de frente aquellos paisajes de las cajitas de cerillo. Recorrió caminos de aventón, en autobús y barco, trabajó en diversos oficios para solventar la travesía y llegó hasta Estados Unidos, donde trabajó en la recolección de algodón hasta que su estatus migratorio lo obligó a regresar.

De albañil, carpintero, recolector, ayudante de imprenta, aventurero a pintor; destino inevitable. En el trayecto de vuelta trabajó en una imprenta en la que se realizaban varios de los dibujos que venían en las cajitas de fósforos, de las cuales todavía conserva una.

Allí también pasó algo importante, conoció a un pintor, al que veía todos los días desde la calle y se especializaba en paisaje.

Fue en Coahuila cuando decidió ser pintor y regresó a Mérida para estudiar, primero pintura comercial y luego en el Centro Estatal de Bellas Artes de Mérida, donde más tarde fue maestro en artes plásticas y artesanales durante 23 años. 

También fue becado para hacer estancias en la Ciudad de México y viajó España por invitación de Inocencio Burgos, un poeta exiliado que vivió en México y le ayudó a gestionar lo necesario para su estancia, con el fin de difundir su obra y pintar en dicho país europeo.

Creación y promoción cultural

En entrevista, el maestro dijo que el estilo se forja, además de la técnica, con honestidad sobre lo que se quiere expresar y con la conciencia de que hay que compartir el arte en espacios culturales, pero si son insuficientes hay que crearlos. 

Con esta perspectiva, además de creador es promotor, encabeza agrupaciones con las que organiza exposiciones en diferentes foros. El artista fundó el colectivo Art’Ho  y el grupo de pintores Los Pinceles de García Ginerés, hace 28 y 10 años, respectivamente. 

Actualmente exponen en la Galería Café Gamboa del Centro Histórico de Mérida y próximamente en Valladolid. 

Además será homenajeado en junio con una retrospectiva de 20 obras en el municipio de Buctzotz, la cual la organiza el pintor Víctor Argáez. 

Manuel Lizama trabaja desde hace tres años en una colección de grabado, inspirado en el personaje de la Ixtabay. Se trata de una serie de 35 piezas y ya concluyó 20. La sede para exponer está por definirse.

“El tiempo para mí es diferente, el arte me absorbe y cuando tengo un tiempo libre lo uso para promoción”, comenta.

Con esa misión de abrir espacio para la plástica, planea un homenaje al desaparecido pintor Mario Trejo con una exposición de los diferentes estilos que manejó el artista, quien perteneció a la Art’ Ho. 

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