El beisbol me ha dado todo: Oswaldo Morejón Martínez

El jugador de Leones de Yucatán asegura que ser beisbolista profesional trae consigo sacrificios, principalmente con la familia.

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'Es difícil ser papá y esposo en esta profesión, pues viajamos mucho, pero tuve la fortuna de jugar muchos años en Yucatán", dijo Morejón. (Milenio Novedades)
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William Sierra/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yucatán.- Lejos de los reflectores, los aplausos, la fama y todo lo que conlleva ser figura pública, el ser beisbolista profesional trae consigo sacrificios, principalmente con la familia, al verse obligado a pasar prolongadas temporadas separado de los seres queridos, además de perderse eventos festivos de los hijos, entre otras cosas, aunque a fin de cuentas “uno hace las cosas tratando de darles lo mejor”, como es el caso de Oswaldo Morejón Martínez.

Aunque a su madre, Isolda Martínez, (qepd) le hubiera gustado que fuera médico, lo cual no se pudo dar, pues desde muy joven se dedicó de lleno al beisbol, el jugador de Leones de Yucatán comenta que gracias a Dios este deporte le ha dado todo, desde seguridad económica para su familia y el cariño de la afición.

Qué mejor ejemplo que cientos de personas, bajo lluvia, lo acompañaron cuando retiraron su número, el 4, en el Parque Kukulcán Alamo, antes del tercer partido de la serie contra Guerreros de Oaxaca.

Sin pensarlo dos veces, admite que es difícil ser papá y esposo en esta profesión, pues se la pasan viajando mucho, aunque en su caso, tuvo la fortuna de jugar muchos años en Yucatán.

“La mayoría de los jugadores están fuera de su casa en verano e invierno. Cuando me tocaba jugar en el Pacífico venía lo difícil al estar separado de la familia. Me acompañaban algunas temporadas, pero no siempre, ésta es la parte difícil del beisbolista”, dice.

Y quizá por ese hecho, admite que es bastante consentidor con sus tres hijas. Es más, su esposa Lizeth López le dice: “¡Yo soy la que regaña, tú el que apapacha!", creo que es normal, como no estoy mucho en la casa”.

Sin poder ocultar el orgullo que siente por sus hijas, incluso cada vez que habla de ellas se le ilumina el rostro, recuerda que cuando les dijeron que iban a tener gemelas la primera reacción que tuvieron él y su esposa fue de reír. Nos pusimos muy contentos.

“Mi suegro le dijo a mi mujer ‘abueleaste’, pues sus abuelos son gemelos y de los dos lados, ya que por parte de la mamá hay mellizos, así que ya nos tocaba”, expresa.

Por la mente de Oswaldo Morejón nunca pasó, como dicen muchos, “voy por el varón”, querían tener otro hijo, niño o niña, y fue cuando nació Zofi. También, no faltó quien diga, al principio, ahora quién va a jugar beisbol, “mis hijas lo hacen, así que estoy completo”.

"Cuando me tocaba jugar en el Pacífico venía lo difícil al estar separado de la familia", dice Oswaldo Morejón

Desde pequeñas les inculcaron a sus hijas hacer deporte, de ahí que las gemelas practicaron gimnasia, natación, tenis, basquetbol, pero siempre les llamó la atención el beisbol, por lo que a los 10 u 11 años de edad le pidieron que les enseñara, así que comenzó a llevarlas a las “bateras”, y así comenzaron.

“Cuando vi que les gustaba, que lo hacían bien, pues tenían facilidad para batear, las empecé a entrenar y aprendieron rápido, sólo que ninguna heredó mi posición. Las pude haber puesto en segunda, pero me di cuenta que Ana Laura es más tercera y pitcher. Ana Fer al principio jugaba segunda, pero le gusta ser cátcher y así se quedó. Sofía igual es receptora”, expresa.

Se menciona que el beisbol ayudó a que tuvieran una relación aún más estrecha. “Me llevo muy bien con ellas, hay mucha confianza, nos platicamos todo, tenemos buena comunicación. Cuando estoy fuera siempre estoy pendiente de ellas”. 

“Siempre les digo que sigan haciendo lo que les gusta, que estudien, se preparen, hagan todo a su máximo esfuerzo”, subraya.

Dado que en la entidad no hay ninguna liga femenil, se han visto obligados a jugar sólo con varones y pese a ello no hubo ningún temor, pues se preparon bastante. Es más, antes de entrar a la Liga Yucatán estuvieron como un año entrenando.

Comenzaron en un equipo mixto y luego formaron las FlowerPower, que son puras niñas. “Siempre habrá el temor de que las vayan a golpear, aunque el beisbol es de los deporte en que hay menos contacto físico”.

Sin duda, este año lo recordará mucho,  pues aunque casi no ha jugado, es especial ya que de entrada regresó a los melenudos, lo cual deseaba mucho, está con su familia, su equipo, con la gente que lo aprecia, llegó a los dos mil jits y la directiva le dio el reconocimiento de retirar su número.

Precisamente recuerda que cuando le dijeron: “Regresas a Yucatán”, fue una de las mejores noticias que pudo recibir, “fue algo increíble, recuerdo que estaba en Querétaro en la pretemporada cuando Mario (Mendoza) era mi mánager y me dijo, regresas a Mérida. Lo primero que hice fue hablarle a mi esposa, se puso a llorar, mis hijas también, me dijeron que saltaban y brincaban de felicidad. Es más, ese mismo día aborde un avión y por la noche ya estaba aquí”.

Menor de la casa, incluso sus hermanos Juan Alberto y Julia decían que era el consentido, expresa que crecieron con su mamá en Mérida, pues aquí estudiaron, y cuando llegaban las vacaciones se iban con su papá a Isla Mujeres, donde trabajaba y hasta la fecha ahí sigue.

“Sostengo una buena relación con él, casi no lo veo, pues vive en Isla Mujeres, pero cuando me toca ir a Cancún a jugar, o en vacaciones, vamos a visitarlo”, indica el yucateco, quien se visualiza en un par de décadas siempre metido en el beisbol, pero dedicado a su familia, con su esposa Lizeth, sus hijas y rodeado de nietos, a quienes igual les inculcará el gusto por la pelota.

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