El deporte, su mejor medicina para la vejez

Toda una vida dedicada al levantamiento de pesas, el profesor Medina asegura que el ejercicio inyecta energía positiva.

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'Las pesas son mi pasión, me dio todo lo que tengo y sigo levantando, aunque me dicen que estoy loco, que ya estoy viejo', expresa Miguel Medina Gutiérrez. (Milenio Novedades)
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William Sierra/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yucatán.- Al llegar a la tercera edad muchas personas llevan una vida sedentaria, si acaso van a caminar un rato a un parque cercano o cerca de su domicilio, pero ese no es el caso de Miguel Medina Gutiérrez, quien a los 75 años de edad sigue dedicado a su pasión: las pesas.

El entevistado aseguró que no sólo promueve el deporte entre las nuevas generaciones sino también lo practica, pues tiene una filosofía precisa que lleva al pie de la letra y que procura transmitir en sus seres queridos y demás personas con las que trata.

“En la vida hay que pensar siempre positivo y vivir haciendo lo que más te gusta”, aseguró.

“En mi caso, las pesas son mi pasión, me dio todo lo que tengo y sigo levantando, aunque me dicen que estoy loco, que ya estoy viejo”, expresa.

Entrevistado entre pausas, mientras realiza ejercicios como peso muerto, envión, entre otros, con su compañero de entrenamiento Luis Carrillo Llanes, excampeón panamericano master, de 74 años de edad, uno menor que él, en el improvisado gimnasio que tiene en una terraza de su domicilio, subraya que el deporte es la mejor medicina que uno pueda tener.

“El día que no hago ejercicio me siento mal, en cambio, cuando estoy levantando pesas o salgo a caminar, como que eso te inyecta energía positiva. A Luis hace poco le hicieron unos análisis y salió bien en todo”, señala.

¿Hace cuanto tiempo que entrenan juntos?

Luis se le adelanta a Miguel y exclama: “Uff, ya tiene mucho, cuando se secó el diluvio”, y ambos no aguantan la risa, mientras colocan más discos para levantar.

De carácter alegre y lleno de energía, admite que nunca pensó llegar a trascender en esta disciplina, en la cual se inició al ir a un gimnasio, a los 17 años de edad, por el hecho de mejorar su físico, pues estaba muy delgado.

“Nunca me imaginé ir a unos Juegos Olímpicos y terminé por ir a dos, en México 68 y Múnich 72”, menciona y admite ser afortunado de que le reconozcan y valoren los logros que hizo en vida, como el tradicional torneo nacional que lleva su nombre y estar en el Salón de la Fama del Deporte Yucateco.

“Si en verdad valoras y te gusta algo, hay que luchar por ello”, subraya.

Próximo a cumplir este 25 de agosto 51 años de casado con Marisela Valladares Esquivel, con quien tuvo cuatro hijos, Marisela, Miguel, Reina y Heider, todos casados –de hecho tiene siete nietos y un bisnieto- admite que el apoyo de su mujer fue determinante en su carrera como pesista, incluso hasta dejaron su querida Mérida para ir a vivir un tiempo al Distrito Federal previo a los Juegos Olímpicos de México 68.

“Toda la vida tuve el apoyo de mi esposa. Tenía tres años de casado, ya teníamos a mi hija la más grande, Marisela, y nos fuimos en tren. Cómo pasa el tiempo, de repente ya eres papá, luego abuelo y hasta bisabuelo, por eso la vida hay que vivirla y haciendo lo que te guste. Yo lo sigo haciendo”, reflexiona.

El profesor Medina compitió ya grande en la Olimpiada, pues tenía 31 años de edad, por eso le decía a Lino Montes: “Eres joven, puedes alcanzar tres o cuatro Juegos Olímpicos, pero todo se da como uno lo haga. Si en verdad quieres las pesas, hay que dedicarte, tiene sus sacrificios, como todo en la vida, pero igual sus recompensas”.

Como todo buen padre, se siente orgulloso de su familia e indica que el gusto por las pesas lo adquirieron por sí mismos sus hijos Miguel y Heider, ambos exseleccionados nacionales. “Nunca los obligué, ellos comenzaron y ya luego, al ver que les atraía, los entrené”.

“Heider comenzó a los 12 años y destacó, incluso llegó a ser el séptimo mejor juvenil del mundo. Miguel empezó un poco más grande, tenía mucha fuerza, pero se dedicó más al estudio. Ambos acabaron como ingenieros en Sistemas de Computación”.

De hecho, enfatiza que las pesas ayudan a forjar el carácter, te hace más disciplinado y eso se refleja en tu estilo de vida, pues comienzas a dedicarle a cada cosa su tiempo.

El veterano pesista considera que la Olimpiada Nacional Juvenil la considera un acierto, pues es un gran semillero de deportistas

Cuando era chamaco, como la mayoría de sus amigos del rumbo de El Chembech, jugaba beisbol en la calle, y en una ocasión compitió en una especie de atletismo y juegos tradicionales participó en lanzamientos de salto sin impulso, y ganó, pues “estaba flaco. También entré a lanzamiento de piedra y ahí perdí. En lo que sí no le entré fue al futbol”.

A lo largo de su amplia trayectoria vivió muchas anécdotas, algunas curiosas, como la ocasión en que en una competencia en Alemania, su entrenador René de la Cerda, un tipo muy recto, estricto, antes de que Miguel subiera le dijo:  “¡Asegura, no falles en tu primer arranque”!, a lo que él le contestó seguro de sí mismo: “No, es más, si fallo te doy un besito”, “y que falló”, comenta divertido. 

“Ni modos René, y que me da una regañiza, aunque luego pasé de nuevo y lo hice bien”, exclama sin poder contener una carcajada, y añade que gracias a las pesas pudo conocer muchos lugares que jamás imagino.

Toda una vida dedicada al levantamiento de pesas, el profesor Medina recuerda que el desaparecido Víctor Alayola dio un impulso importante a este deporte como presidente de la Federación Mexicana de la disciplina, pues él promovió la inclusión de las categorías infantiles.

“Hubo mucha resistencia de los papás, pues tenían la mala creencia de que sus hijos quedarían chaparros, a lesionar, fue muy muy difícil, así comenzamos. Luego vino lo de las mujeres y no hubo tanto problema. Actualmente la gente está más enterada de lo que sucede, así que quedaron atrás muchos mitos que se decían de las pesas”.

Y precisamente, al mencionar a las pesistas mujeres, no podía pasar por alto a la excampeona olímpica Soraya Jiménez, a quien recuerda con cierta nostalgia, pues incluso llegó a vivir un tiempo en su casa, cuando estuvo realizando un campamento en Mérida.

“Le encantaba Yucatán, en especial la comida, la disfrutaba mucho. Su preferida eran los pibes y panuchos. Decía que le agradaba el calor y aprendió a dormir en hamaca. Desgraciadamente se nos adelantó”.

La Olimpiada Nacional Juvenil la considera un acierto, pues es un gran semillero. Es más, la propia Soraya surgió de ahí.

“Tenemos una buena camada, y para tener otra campeona se requiere entrenar muy fuerte todo el tiempo. Creo que no es un sacrificio hacer algo que te guste”.

Son innumerable las satisfacciones que le ha dejado este deporte, el cual forzosamente, al hablar de las pesas en Yucatán, se tendrá que mencionar su nombre al ser no sólo uno de sus pioneros sino también promotor, al grado de que la mayoría de los actuales entrenadores fueron sus alumnos.

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