¡Ya son santos!

El Pontífice pronunció la fórmula eclesiástica prevista y ordenó que sean honrados por toda la Iglesia Católica.

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Cientos de miles de personas abarrotaron la Plaza de San Pedro, la Vía de la Conciliación y las cercanías del Vaticano. (AP)
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Andrés Beltramo Álvarez/Notimex
CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Francisco declaró este domingo como santos a Juan XXIII y Juan Pablo II, y ordenó que sean “devotamente honrados” por toda la Iglesia católica universal.

Ante cientos de miles de personas que abarrotaron la Plaza de San Pedro, la Vía de la Conciliación (avenida aledaña) y las cercanías del Vaticano, el Santo Padre pronunció –en latín– la fórmula eclesiástica prevista.

“A honor de la Santísima Trinidad, para la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los santos apóstoles Pedro y Pablo y nuestra”, señaló.

Miles de fieles llegaron a la plaza de San Pedro con la esperanza de ver a 'los cuatro papas' juntos

“Después de haber reflexionado, invocado muchas veces la ayuda divina y escuchado el parecer de nuestros hermanos en el episcopado, declaramos y definimos santos a los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II”, continuó.

Ordenó que sean inscritos en el Registro de los Santos y estableció que en toda la Iglesia ellos sean devotamente honrados entre los santos, antes de concluir con la frase: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

En el momento en que el Papa terminó de pronunciar esa frase, la multitud explotó en un aplauso ensordecedor, que se extendió incluso a aquellas zonas donde no se podía divisar la Basílica de San Pedro.

Antes de leer esa fórmula el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano, lanzó tres peticiones formales al Pontífice para que decidiese la canonización de los beatos.

“Beatísimo padre, la Santa Madre Iglesia pide con fuerza que vuestra santidad inscriba a los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II en el Registro de los Santos y como tales sean invocados por todos los cristianos”, indicó, también en latín.

El Papa respondió: “Hermanos queridos, elevemos nuestras plegarias a Dios padre omnipotente por medio de Jesucristo para que, por intercesión de la beata María virgen y de todos los santos, sostenga con su gracia lo que estamos por cumplir”.

Entonces Amato volvió a decir: “Confortada por la unánime oración, beatísimo padre, la Santa Iglesia vuelve a pedir con mayor fuerza que vuestra santidad quiera escribir estos elegidos hijos suyos en el Registro de los Santos”.

Francisco insistió: “Invocamos, por lo tanto el espíritu vivificador para que ilumine nuestra mente y Cristo Señor no permita a su Iglesia de errar en una obra tan importante”.

Entonces el coro entonó el canto “Veni, creator spiritus” (Ven espíritu creador), que concluyó con la última solicitud de parte del purpurado.

“Beatísimo padre, la Santa Iglesia, confiando en la promesa del Señor de enviar sobre ella el espíritu de la verdad, que en toda época mantiene el supremo magisterio inmune del error, súplica con grandísima fuerza a vuestra santidad inscribir a estos sus hijos elegidos en el Registro de los Santos”, ponderó Amato.

Finalmente el obispo de Roma se dispuso a pronunciar la fórmula definitiva con la cual elevó al honor de los altares a Angelo Giuseppe Roncalli (Juan XXIII) y Karol Wojtyla (Juan Pablo II).

Ofrecen al Papa Francisco reliquias 

Como parte del rito de elevación al honor de los altares de Juan XXIII y Juan Pablo II, el Papa Francisco recibió como ofrenda las reliquias de los nuevos santos de la Iglesia.

Se trata de un pedazo de piel de Angelo Giuseppe Roncalli y de un poco de sangre de Karol Wojtyla, ambos contenidos en finos relicarios, iguales, obra de los orfebres Claudio y Piero Savi.

La reliquia de Juan XXIII fue presentada por cuatro sobrinos nietos del santo, por el alcalde de su ciudad natal, Sotto il Monte, ubicada al norte de Italia, y por el presidente de la fundación que lleva su nombre.

La de Juan Pablo II fue entregada por Floribeth Mora Díaz, la mujer costarricense que se curó de un aneurisma por intercesión del santo y cuyo milagro le abrió el honor de los altares. Ella estaba acompañada por su esposo.

Los relicarios son obras hechas en bronce con pintura color plata y dorada, realizados a mano con una técnica mixta de modelación y fusión de cera persa. Cada uno pesa dos kilogramos 250 gramos.

Fiesta en Polonia

La tierra natal de Karol Wojtyla  fue el escenario de la otra canonización del papa, aunque para la mayoría de polacos el que fuera papa hasta 2005 ya era un auténtico santo, que apoyó al país en los años más duros del comunismo y guió al sindicato Solidaridad hasta la conquista de la democracia.

Desde ahora el santoral polaco ya cuenta con el patrón de los polacos libres, el mismo que en 1979, en Varsovia, iluminó a sus compatriotas con una homilía desafiante en pleno auge del comunismo.

"Sin el Papa Wojtyla no habría existido (el sindicato) Solidaridad, aquella experiencia única que nos unió en una lucha pacífica por la libertad", dijo el histórico Lech Walesa, líder de aquella Solidaridad, premio Nobel de Paz y primer presidente de la Polonia democrática.

Miles de polacos recuerdan a su papa, desde Varsovia hasta Cracovia, donde Karol Wojtyla fue obispo antes de convertirse en pontífice, pasando por su localidad natal, Wadowice, donde pantallas gigantes retransmitieron la canonización, mientras las calles están engalanadas con banderas nacionales y del Vaticano.

En Polonia el júbilo es prácticamente unánime y las voces críticas con la figura de Juan Pablo II casi inexistentes, ya que la figura del papa polaco no sólo es la de un líder religioso sino también la del artífice de la libertad.

"Su recuerdo nos da esperanza y fuerza, ojalá su espíritu esté presente en mi país y nos traiga la libertad en paz", manifestó a Efe Olga Shechuk, una peregrina llegada desde el oeste de Ucrania para pasar estos días en la tierra de Karol Wojtyla, algo que también han hecho otros fieles de todo el mundo.

Cuatro papas

Banderas de España, Colombia, México, Brasil, Costa Rica, Venezuela, Nicaragua, Ecuador y de otras partes del mundo pintaron de color la capital del catolicismo, donde sin duda alguna los tonos predominantes fueron el rojo y el blanco de la insignia de Polonia, país de nacimiento de Karol Wojtyla, san Juan Pablo II desde hoy.

Desde primeras horas del sábado centenares de peregrinos se acercaron ya a los aledaños de la Plaza de San Pedro para hacer cola y lograr el mejor sitio.

Como Lidia Obando, nicaraguense residente en Roma desde hace treinta años, que desde la tarde del sábado rondaba las inmediaciones de la plaza para no perderse una jornada histórica.

Muchos pasaron la noche con mochilas y sacos de dormir, a la intemperie, con frío y una fina lluvia, con el objetivo de acceder a la Plaza de San Pedro desde las cinco y media de la mañana, cuando la Santa Sede permitió la entrada a la zona, y asistir a la canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II en primera fila.

Pero no todos lo lograron, muchos tuvieron que contentarse con ver la ceremonia en alguna de las pantallas que el Vaticano habilitó para la ocasión en las calles colindantes.

Los afortunados que sí se hicieron un hueco en la plaza vaticana, asistieron a los actos con la alegría y la ilusión de poder vivir en primera persona "el día de los cuatro papas".

Y es que por primera vez se reunía de alguna manera a cuatro pontífices en el Vaticano: el papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI, y los ahora santos, el papa Juan Pablo II y Juan XXIII.

Los más previsores, los que primero llegaron a la Plaza, pudieron hacerse con uno de los miles de ejemplares que, con el título "Il Domenica di Pascua", la Santa Sede imprimió para la ocasión.

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