Mensaje del Papa para Cuaresma: 'El dinero puede hacernos esclavos'

La codicia es la raíz de todos los males. No hay que cerrar las puertas a los pobres y necesitados, señala el Pontífice.

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La Cuaresma es el tiempo para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo, señaló el Papa en su Mensaje. Imagen de la Plaza de San Pedro, el pasado domingo 5 de febrero de 2017, durante el rezo del Angelus a cargo del Pontífice. (AP /Andrew Medichini)
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Agencias
CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Francisco afirmó en su Mensaje para la Cuaresma 2017, que "La codicia del dinero es la raíz de todos los males: la corrupción y las envidias, peleas y sospechas, todo nace allí".

"En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad hacia los demás, el dinero puede hacernos esclavos y a nosotros y al mundo entero en una lógica egoísta que no deja espacio al amor y obstaculiza la paz", dijo Francisco en su mensaje llamado "La Palabra es un don. El otro es un don".

El texto, articulado en tres partes, analiza la parábola del pobre Lázaro que pide limosna a las puertas del rico. La riqueza -explicó Francisco- es el "principal motivo de corrupción y fuente de envidias, litigios y sospechas. El dinero puede llegar a dominarnos, la avidez hace al rico vanidoso y el escalón más bajo de esta degradación moral es la soberbia", explicó.

Francisco invitó a los fieles a participar en las Campañas de Cuaresma que muchos organismos eclesiales en diversas partes del mundo promueven para hacer crecer la cultura del encuentro.

"La Cuaresma -exhortó- es un tiempo propicio para abrir la puerta a todo necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros lo encuentra en su propio camino".

Aspectos destacados del Mensaje del Pontífice

"El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico. En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz.

"La codicia del dinero es la raíz de todos los males. Por una parte un hombre rico, cuyo nombre no se dice, esclavo de un lujo exagerado que manifiesta en sus vestidos opulentos. Su codicia lo vuelve vanidoso, su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia.  

"Por otra parte, está el pobre Lázaro, abandonado fuera de la puerta comiendo las migajas que caen de la mesa, con llagas en todo el cuerpo y los perros que se las lamen. Un cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado. Para el rico, Lázaro es como invisible, mientras que para Dios es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano.  

"En realidad, el que es degradado es el rico, que toca el peldaño más bajo de esta decadencia moral: la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación. 

"Se acuerda solamente cuanto, junto a Lázaro, acaba en el más allá y se encuentra con Abraham, a quien llama padre, demostrando que pertenece al pueblo de Dios. Este aspecto hace que su vida sea todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su relación con Dios. En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios.

"El verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano.

"El problema, pues, no es la riqueza, sino haber cerrado las puertas al otro, que siempre es, por el contrario, un don, sea nuestro vecino, sea el pobre desconocido. Esta página del Evangelio ofrece, pues, la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión", indicó Jorge Mario Bergoglio. 

(Con información de www.lastampa.it y ansalatina.com)

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