'Vatileaks', el escándalo que sacudió a la Santa Sede en 2012

La polémica por el robo y filtración de documentos confidenciales de Benedicto XVI por parte de su mayordomo puso, una vez más, a El Vaticano ante el escrutinio público.

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Gabriele (debajo) recibió el indulto de Benedicto XVI. (Archivo/Agencias)
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Agencias
CIUDAD DEL VATICANO.- El Vaticano cerró 2012 como uno de los años más críticos de los últimos tiempos, ante el escándalo por la filtración a la prensa de cientos de documentos confidenciales robados al Papa Benedicto XVI de sus aposentos.

Apenas el pasado 22 de diciembre salió de escena el protagonista del "Vatileaks", el mayordomo Paolo Gabriele, quien sustrajo sistemáticamente cartas, telegramas, mensajes cifrados y expedientes durante casi todo el tiempo que estuvo al servicio de Benedicto XVI, según publica Notimex.

El "cuervo", como la prensa llamó a la "garganta profunda" de la Santa Sede, se alejó de los reflectores luego de recibir un indulto de la pena de 18 meses de prisión a la cual fue condenado por "robo con agravantes" por un tribunal civil del Vaticano.

Gabriele permanecía desde el pasado 25 de octubre recluido en una celda de seguridad del cuartel general de la Gendarmería Vaticana. Era el primero y único detenido en pagar sus culpas en una cárcel del Estado Pontificio.

Pero Gabriele recibió la sorpresiva visita del jefe a quien traicionó: Benedicto XVI.

Unos 15 minutos duró el coloquio entre ambos, una sola fotografía existe del encuentro. El Papa quiso confirmar de manera personal a su excolaborador que lo perdonó y decretó que le fuera condonada la pena mediante un indulto.

Un gesto navideño que marcó el epílogo de una "historia triste", como la calificó el portavoz vaticano Federico Lombardi. Una historia que comenzó hace seis años y explotó públicamente en 2012.

Auxiliar papal

En 2006, dejados atrás los primeros meses del pontificado de Joseph Ratzinger, se hizo necesario sustituir al mayordomo del apartamento pontificio con la anunciada pensión de Angelo Gugel, auxiliar de los Papas Juan Pablo I y Juan Pablo II.

Fue así como se abrió la oportunidad para Paolo Gabriele, de 40 años (hoy 46), ya empleado de limpieza primero en la Basílica de San Pedro, después en la Secretaría de Estado de la Santa Sede y en la Prefectura de la Casa Pontificia.

En ese tiempo el prefecto James Michael Harvey lo recomendó de manera directa a Georg Gaenswein, secretario personal del Papa. Y luego de unas pruebas generales, quedó contratado.

Poco después obtuvo un departamento dentro del territorio vaticano, donde se mudó con su esposa y sus tres hijos. Una casa ubicada a 50 metros de la celda que ocupaba cuando estaba detenido y en el mismo pasillo del comandante de la Gendarmería, Domenico Giani.

Así como inició su labor en el apartamento pontificio, también comenzó una sistemática y sutil labor de espionaje. El exmayordomo llegó a fotocopiar más de mil documentos confidenciales tomados directamente del escritorio de Gaenswein.

Por años, nadie sospechó de Gabriele, quien se sentaba a la misma mesa de Benedicto XVI, preparaba sus equipajes para las visitas apostólicas dentro y fuera de Italia, lo acompañaba en todas sus giras y hasta era encargado de administrar los regalos que recibía.

Comienza 'Vatileaks'

La primera sospecha la tuvo el propio Gaenswein el 19 de mayo pasado, después de leer el libro del periodista italiano Gianluigi Nuzzi, "Su Santidad. Las cartas secretas de Benedicto XVI", que sacó a la luz numerosos documentos confidenciales.

A esas alturas el escándalo ya había cobrado dimensiones internacionales y había llevado al portavoz Lombardi a calificarlo como "Vatileaks".

A inicios de febrero, el mismo Nuzzi se había centrado en los informes papales en su programa "Los Intocables" (Gli Intoccabili) de la cadena televisiva La 7.

En los siguientes días se verificó una serie de publicaciones de documentos reservados en varios medios de comunicación. El contenido de los mismos era muy variable y tocaba, entre otras cosas, denuncias de corrupción, problemas diplomáticos y otros escándalos.

Ante esas noticias, El Vaticano respondió con una serie de comunicaciones difundidas a través de su sala de prensa, sin obtener grandes resultados en su intento por frenar la creciente crisis.

Por eso, en marzo pasado, el "número tres" de la Santa Sede y sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, Giovanni Angelo Becciu, anunció una investigación a todo campo para dar con el origen de las filtraciones.

Para esa fecha ya estaba abierto un fascículo en la magistratura del Estado Vaticano y se recababan los primeros indicios.

De manera simultánea, el Papa había instruido el establecimiento de una comisión de cardenales con todos los poderes para indagar en diversas direcciones.

Descubren a Gabriele

Pero todo se precipitó el 21 de mayo cuando, en una reunión de la "familia pontificia" (los colaboradores más cercanos del Papa), el secretario personal Gaenswein increpó públicamente a Gabriele, y lo señaló como el sospechoso número uno.

El negó, con firmeza. Dos días después debió rendirse ante las evidencias.

Tras un cateo en su departamento fueron descubiertos decenas de informes confidenciales, mezclados entre miles de otros documentos sobre los temas más variados, desde la historia hasta el esoterismo, de la masonería al espionaje.

Ese mismo día fue arrestado. Pasaría dos meses en régimen de encarcelamiento cautelar, hasta que el juez le concedió el arresto domiciliario el 21 de julio. El 13 de agosto cerró la investigación preliminar y lo envío a juicio.

El proceso, que inició el 29 de septiembre y duró cuatro audiencias en total, llegó a una conclusión inevitable: culpable. Condena: tres años de cárcel que, tras la concesión de los atenuantes genéricos, se convirtieron en 18 meses de reclusión.

De esa sentencia, que quedó firme el 25 de octubre, Paolo Gabriele cumplió solo una mínima parte: dos meses, debido a que el Papa le concedió el indulto, en un intento por cerrar uno de los capítulos más difíciles hasta ahora de su pontificado, que inició en 2005.

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