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Siempre he dicho que la muerte es la liberación del cuerpo físico, el cambio a otro plano de vida donde me parece que las almas son más libres, un momento que no podemos entender porque la pérdida de un ser humano siempre es dolorosa, por más en paz que estemos en nuestra relación, por ello hay que celebrar la vida de todos a quienes queremos, recordar los buenos momentos vividos.

Las enseñanzas que tuvimos en los instantes de estar juntos o en las coincidencias que nos permitieron disfrutar un café, discutir sobre una palabra en específico, compartir los micrófonos de cualquier estación, hablar de los libros que disfrutamos o los que nos parecían espantosos, entender mejor el Universo con todos sus enlaces, criticar las acciones de los otros, pero sobre todo encerrar cada uno de los instantes para que la memoria los pudiera rescatar.

Además, hay otros regalos que las personas a quienes aprecias te hacen sin pensar al heredarte amigos, conocidos, compañeros, que se quedan en tu camino o que también gracias a su intervención te quedas con autores que nunca hubieras leído, palabras que jamás hubieras entendido, confidencias que no habrías creído, lágrimas que nunca pensaste existieran, conversaciones que de otra forma no hubieras sostenido.

Tengo que decir desde mis letras que en los últimos 100 días he visto las muestras de apoyo financiero, emocional y de salud más fáciles de entender hacia un estimado amigo que no es común, por lo menos a mi alrededor, y me doy cuenta del tesoro que tuve la oportunidad de conocer. Me alegro haberlo compartido.

Creo que uno debería hacer su vida así, cosechando cariño en lugar de premios, es una buena forma de andar esta avenida, donde se disfruta y sufre todo dependiendo del cristal con que lo mires, aun el tamaño de las letras.

Nunca pensé que tendría este domingo contra reloj para cumplir a tiempo pensando en la alegría que me da tu trayectoria, en la felicidad de tantas historias acumuladas y que ya no volveré a escuchar tu tormento telefónico, así que quiero darte las gracias por los sabihondos, por llamarme siempre, por los qué, por los Joaquines y la Filey en televisión, por mis letras, el plato de lengua y llevar el Poder de la Pluma a la pantalla.

Gracias por la Zayu, los Carlos, por traerme a Fefa, tu productiva terquedad, las irrespetuosas confesiones, por Juan Ma, por decirme hasta lo que no me gustaba, por apadrinarme así de la nada, por exigir.

Seguramente estarás cerca para atormentarme con los cuentos que tengo que escribir y los pendientes que aún debo terminar, pero me alegro haber estado cerca en esta etapa de tu vida, cuando lo que se hace es cosechar, aunque seguías sembrando.

Hoy también aprovecho que es lunes para felicitar a nuestro querido amigo, compañero de mil andanzas y estupendo productor Roger Rivers a quien tengo la fortuna de celebrar el cumpleaños.

¡Que sea feliz!

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