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He descubierto un acto bondadosamente divertido en la vida, se trata de dar gusto a los chismosos, esos que aparecen alrededor de los rumores tal como lo hacen las abejas en la miel; los que de manera milagrosa te buscan un buen día, con una cara amigable y un elocuente saludo, el cual antecede al ya esperado ¿cómo has estado?, ¿qué fue lo que pasó?

Hay que dar gusto a los chismosos, porque esto los hace felices, la sensación de buenas noticias es un ungüento para su vanagloria, ellos se alimentan de la sorpresa que emiten a sus allegados, “también chismosos”, cuando en manos de su lengua, tal cual fuese bandeja de plata, llevan una exclusiva, un suceso novedoso, algo que los hace sentir una persona especial.

No dejes de consentir a los chismosos con algo que decir, porque, de cualquier manera, si el chisme no existe, ellos lo van a inventar, es este el combustible de sus almas, el oxígeno de sus pulmones, el latido fuerte y rítmico de su corazón...

Los chismosos no son perezosos, ellos buscan el chisme, trabajan de manera constante por los pasillos, promoviendo campañas de difamación, llevando y trayendo rumores al dos por uno, sin saber que pueden estar pecando de mentirosos, sin enterarse que se les puede acusar de difamación.

Antes me preocupaba toparme con alguno, los evadía y pretendía no haberlos visto, pero aprendí, que el chismoso hablará tenga o no tenga que decir...

Así que un día con ganas de distraerme, le di gusto a un chismoso, dejando caer una frase, que no decía mucho, pero tampoco decía nada, miré la emoción en su mirada, le brillaron los ojos, y se mostró complacido... Continué mi camino y lo dejé pasar.

Me sorprendió la fertilidad del terreno, la ambición de quienes laboran en el campo del chisme, pero sobre todo la incansable colaboración de los chismosos, para lograr que, como plaga, eso que creyeron información exclusiva se sepa de una vez.

Tal vez pensaron que debía preocuparme, pero lo que dije fue una frase, que no decía mucho, pero tampoco decía nada, fue gratificante verlos nadando en felicidad, rebozando entre rumores, invirtiendo sus energías, ilusiones y fuerzas, en algo que no les da beneficio, ni les mejora lavida, ni los hace avanzar.

Aprendí, que hay que ser generoso con los chismosos, hay que tener una que otra golosina lista para cuando se acerquen, a veces puedes echarle miel, para que repleten la zona de noticias melosas; pero también tienes la opción de empanizar el material del chismoso con mucha sal y chile, para que su exclusiva llegue con pequeños guiños picosos hasta su receptor; puedes jugar a confundirlos y tirar la misma golosina con aderezos diferentes, para que observes la reacción de sus seguidores, la explosión y el éxtasis en sus saludos; la tristeza falsa en sus miradas, porque suponen que sufres, si es que recibieron como parte de su menú el chisme amargo... Mientras tanto, tú continúa tu vida, observando a los chismosos, conócelos, ¡diles que por favor no se lo cuenten a nadie!, mientras preparas las palomitas y esperas su reacción.

Y si te topas con otro chismoso en el camino diviértete un poquito, contándole otra versión, para que entre ellos comiencen a implementar estrategias y pongan a trabajar su nivel de concentración...

Salúdalos, sonríeles, son chismosos, pero tienen sentimientos. Y luego confúndelos, para que aprendan a no andar sólo en el chisme, para que pongan a chambear su memoria y concentración.

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