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Llegó la Semana Mayor para los católicos, por lo que hago propicio el momento –hoy más que nunca- para reflexionar y centrarnos en fortalecer la verdadera esencia de la misma, que allende el pasaje bíblico. Son días de oportunidad para dejar escapar los destellos de amor, comprensión que busquen eliminar los cotidianos brochazos de soberbia, rebeldía y prepotencia que dominan el orgullo –cual estela histórica constante- de actuales moradores. Cuánta falta hacen los verdaderos líderes de antaño, que sin emitir comentario, la actitud, ética y moral, enmudecían al vil.

En las más de cinco décadas de mi existencia, este México de atribulados caminos ha sufrido y su gente, con fortaleza envidiable, ha tolerado casi todo. Lo que hace la diferencia de entre el ayer y hoy, son los elementos que mantenían su cohesión, refiriéndome a la ética, valores, principios y solidaridad entre muchos. Las aguas bravas han enterrado valiosos tesoros, que nos hacían más humanos, y ahora algunas ruinas de nostálgicos recuerdos. ¡Tan sólo vestigios quedan del respeto a los progenitores, consanguíneos o semejantes!

Recuerdo a mis abuelos, padres y mentores; todo lo que enseñaban e inculcaban eran “garbanzos de a libra”, que por convicción cumplíamos, y cuya constante era el servicio a los demás sin esperar nada a cambio. Te taladraban insistiendo en que lo aprendido era sólido cimiento de ese compromiso adquirido con la sociedad, y que mientras más recibieras, más les debías. Desafortunadamente en sumadas ocasiones estos granos de sabiduría humana se han traducido en renglones manipulados para conveniencia de pocos, reduciendo esa convicción de “hacer para alcanzar ser”, en derechos con andamiaje jurídico para utilizarlos y retorcerlos a modo.

En el mismo orden de ideas, como estudiante de carrera, no existían horarios, mucho menos tecnologías para acortar distancias, y con cada año que avanzaba, pesaba la gran responsabilidad de la vida del ser humano que confiaba ciegamente en el “galeno”. Muy a su manera, nos moldeaban y hacían que te enamoraras del conocimiento, y aunque utilizaban técnicas poco ortodoxas –las que ahora por menos invocan a derechos humanos-, como el aplicar para reprimir tono de voz elevado, o el obligarnos a repetir la lección hasta que aprendiéramos. Todo con el afán de convertirnos en profesionales responsables, respetuosos, sin pensar que se dejaba el alma con tal de devolver la salud y/o vida de sus semejantes.

Quiero concluir señalando que requerimos con urgencia de líderes profesionalmente morales, éticos, con valores y principios centrados en el ser humano, que deseen más allá de “jerigonzas legaloides de los pusilánimes y mediocres”, que así como el hijo de Dios vuelto hombre nos predicó con humildad y sabiduría enseñanzas sempiternas, tú en cada rincón o lugar que ocupes prediques con el ejemplo, ya que sólo el que “VIVE PARA SERVIR, SIRVE PARA VIVIR”. 

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