Noh-Kah, registrada en la arqueología nacional

Fue conocida desde hace 12 años por los habitantes de la comunidad sureña de Rovirosa.

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Los vestigios ya fueron visitados por los saqueadores. (Edgardo Rodríguez/SIPSE)
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Edgardo Rodríguez/SIPSE
CHETUMAL, Q. Roo.- Los trascendentales vestigios mayas hallados en la comunidad ribereña de Rovirosa a unos 85 kilómetros de esta capital, tienen ya una designación dentro del registro de la arqueología nacional: Noh-Kah o “Gran Ciudad Maya”.

Dicho nombre le fue otorgado por los lugareños, quienes decidieron bautizarla así debido a la gran extensión que, aparentemente, tienen las ruinas. Pese a que este vestigio tiene más de 12 años de conocerse, no fue hasta recientes épocas que los habitantes decidieron comenzar a darle la importancia a estos restos ancestrales, e incluso, ya ha sido visitada en días pasados por los saqueadores.

La “Gran Ciudad Maya” se encuentra a 12 kilómetros, selva adentro de la comunidad de Rovirosa, en la ribera del río Hondo.

Dicho vestigio está prácticamente virgen, ya que durante varios años ha permanecido en el anonimato, sin que visitantes o autoridades supieran de la existencia de esta ancestral estructura.

Después de varios años, el ejido de Francisco Botes, al que pertenece la zona, inscribió en el Registro Agrario Nacional la superficie de 25 hectáreas donde se encuentra Noh-Kah, para delimitar el área donde se ubican los vestigios; a partir de ello, se procedió a inscribir el hallazgo bajo el nombre de Noh-Kah.

El nombre fue reconocido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de manera rápida.

Tras el hallazgo, Noh-Kah recibió la visita de turistas alemanes, quienes tuvieron conocimiento de este enorme sitio arqueológico de la cultura maya.

Florian Berger, Konstantin Kramer y André Liebenav iniciaron el viaje hacia la recién descubierta ciudad maya después de haber leído en algunos periódicos sobre ella y, como se encontraban en Tulum, se dirigieron a Noh-Kah. Al llegar a Chetumal, los tres estudiantes europeos buscaron afanosamente quien los llevara, hasta dar con el maestro Alejandro Chan Escamilla, con quien, al fin, se encaminaron a Rovirosa.

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