Juan Carlos Gómez/SIPSE

BACALAR, Q. Roo.- Ahora los jóvenes juegan en el agua, el lugar es paradísiaco, algunos visitantes lo explican sencillo: “parece como si fuera una pintura”, y es que la belleza de Sac-Ha pone en tela de juicio la de los espacios turísticos dentro de la ciudad de Bacalar, al menos es lo que los visitantes aseguran.

 

Jesús López, un visitante asiduo del lugar, comentó que ha ido al menos 50 veces, a ese terreno de 10 hectáreas a orilla de la laguna, ubicado en el kilómetro 10 de la carretera federal 307 que conecta Chetumal con Cancún.

 

El paisaje inicia con un cuerpo de estromatolitos, cianobacterias con forma de roca que liberan oxígeno y eliminan de la atmósfera dióxido de carbono, ede ahí sique el agua cristalina y en las siete tonalidades característica de la laguna de Bacalar, y, como un divisor entre el cielo y el cuerpo de agua, se interpone una fila de palmeras que encapsulan una parte del líquido convirtiendo el lugar en una alberca natural.

 

Esta belleza le perteneció a una persona, a una leyenda, a un ejidatario que cambió su “terrenito” por una máquina de coser.

 

La familia Cabrera ha sido dueña del predio por más de 30 años, cuando un ejidatario se acercó a ellos y les explicó su situación. Él era una persona humilde y su hijo tenía un sueño: ser sastre. Quintana Roo hasta hace poco dejó de ser territorio y se convirtió en estado libre y soberano (en 1974), Bacalar es un poblado que ha sido abandonado y repoblado en distintas ocasiones, la gente que repoblaba eracompensada con tierra, y su mira turística no es hasta hace menos de 20 años que se pensó, el hotel Puerta del Cielo, el segundo más antiguo fue construido en 1994. Estos factores fueron importantes en la transacción.

 

Los sueños de su hijo aunado a la poca utilidad que le representaban sus tierras facilitaron el trato. “La máquina de coser no es mía, es de mi esposa”, le explicó al vendedor y al cabo de unos días el cambio estaba hecho, la familia Cabrera tenía 10 hectáreas de terreno, gran parte de él a la orilla de la laguna de Bacalar y el ejidatario tenía su máquina de coser.