Un accidente le quitó a su papá y le marcó la piel a su corta edad

Victoriana es una niña que se quemó cuando un camión chocó con una galera en Chetumal.

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Victoriana sufrió quemaduras en el 65% de su piel, en un accidente ocurrido el año pasado en Chetumal. (imparcialoaxaca.mx)
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Agencia
SANTA MARÍA XADANI, Oaxaca.- Rosa Jiménez Guerra, zapoteca de Santa María Xadani, en febrero del año pasado quedó viuda y desamparada; su hija estuvo a punto de perder la vida por las quemaduras de tercer grado que sufrió.

Todavía se acuerda del olor a aceite caliente que arrojó el camión cuando chocó en la galera donde descansaba toda su familia, después de una jornada intensa en los cañaverales de Chetumal, Quintana Roo, informa el portal web imparcialoaxaca.mx.

La mujer de enagua y huipil sólo se acuerda del sonido de las sirenas que llegaron al sitio y de los gritos de su hija Victoriana, una pequeña que fue alcanzada por aceite negro, el cual en cuestión de minutos cubrió su cuerpo, quemando el 65 por ciento de su piel.

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En Santa María Xadani, el 80 por ciento de los habitantes son jornaleros, antes se dedicaban a la pesca, pero la falta de apoyo y de producto de la laguna acuden cada años a la cosecha de caña, algunos se van a Nayarit, Michoacán y otros a Quintana Roo, como la familia de Rosa.

Llevaban ocho años de ir y regresar, durante seis meses toda la familia se trasladaba a Quintana Roo, mientras los hombres cortaban la caña, las mujeres elaboraban tortillas de maíz en hornos de leña y vendían comida, mientras sus hijos estudiaban en las escuelas para migrantes.

Sin indemnización

Pero el 15 de febrero de 2015 su vida cambió; Lamberto Hernández Regalado, su esposo, fue uno de los tres xadeños que murieron por el accidente, a Rosa y la esposa de otro jornalero no las indemnizaron por los hechos ocurridos, tampoco a los padres del menor.

Como pudieron con sus ahorros y préstamos trasladaron los cuerpos a su comunidad y aquí los enterraron.

Rosa no habla español, heredó de sus padres el zapoteco, nunca fue a la escuela y su único aprendizaje fue elaborar totopos. Tuvo seis hijos con Lamberto y tres hablan más o entienden el castellano, su hijo, Víctor Manuel es quién se ha convertido en su aliado y ha acompañado a su hermana Victoriana a sus consultas a Houston, Texas.

Por las noches confiesa que llora, sus lágrimas son de dolor por la tragedia que vivió hace un año, pero también por la carencia de dinero para sobrevivir, con lo que elabora totopos no es suficiente para el tratamiento de Victoriana, que cada tres o seis meses acude a Estados Unidos, porque los 100 dólares que reciben del DIF de Chetumal y los boletos de autobús de la fundación Michou y Mau, no son suficientes.  Su única alegría es que a diario la ve, que está viva.

Victoriana no puede exponerse al sol y utiliza cremas especiales para su piel y vestimenta de algodón.

“Los primeros días de Victoriana en la escuela se rieron de ella por su aspecto, mucha gente en Xadani la ve raro"

Víctor es el mayor de los hijos de Rosa, a él le ha afectado la tragedia, su padre no está más con ellos y ahora es el que encabeza a toda la familia, por tres días en camión viaja con su hermana a Estados Unidos, en donde espera este año le den de alta.

“Los primeros días de Victoriana en la escuela se rieron de ella por su aspecto, mucha gente en Xadani la ve raro, pero yo la veo con ojos de amor, ha llegado llorando no quiere ir a la escuela, le damos ánimos y le decimos que no haga caso”, expresó su hermano Víctor Manuel.

Recuerdan cada detalle

Del accidente se acuerda de todo y lamenta que la justicia llegue a cuenta gotas para su gente y su pueblo indígena, que nunca recibieron un traductor para poder defenderse y tampoco apoyos del gobierno de Oaxaca y municipal por los hechos ocurridos.

“La necesidad de defender a mi familia, a mi hermana y mi madre me obligaron a hablar español, toda mi gente es indígena y amamos el zapoteco, recuerdo mucho que Richard Palacios Reyes llegó a Xadani hace unos años, él nos contrató a nombre del ingenio San Rafael de Pucte, mi papá fue nombrado cabo, pero cuando lo necesitamos, se esfumó”, dijo el muchacho.

Más de 500 días han pasado, su hogar sigue envuelto en el recuerdo, las horas pasan, Rosa no deja de elaborar tortillas para comer, sí un día no las hace no tendrá dinero, sus hijas e hijos la necesitan, ahora es se ha convertido en la jefa de su familia.

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