¿Quién pinta el agua?: Niño maya al conocer el Caribe

Viven en la comunidad Campamento Hidalgo, ubicada entre los límites de Yucatán y Quintana Roo.

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Los menores abordaron el barco para cruzar a Isla Mujeres. (Rubí Velázquez/SIPSE)
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Rubí Velázquez/SIPSE
CANCÚN, Q. Roo.- Las gaviotas, el cielo azulado y esplendoroso sol, fueron testigos del primer encuentro entre niños de la comunidad maya Campamento Hidalgo, ubicada entre los límites de Yucatán y Quintana Roo, y el azul turquesa del mar.

El sonido del claxon de un camión frente a su hogar, en punto de las seis de la mañana, despertó a Antonia Poot Chuc, madre de tres pequeños, quien desde las cinco de la madrugada debió levantar de las hamacas a sus hijos y alistarlos para emprender el viaje que los llevaría a pisar las playas del Caribe mexicano.

El viaje que estaba previsto salir a las seis de la mañana, al final comenzó 50 minutos después porque el esposo de Antonia, José Leonidas Chan Caamal, quien tampoco se despertó a tiempo, debía pasar por los 20 niños que viajarían por primera vez al mar.

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El recorrido desde la comunidad que se ubica a 12 kilómetros de Cobá fue de tres horas. 

José Leonidas Chan Caamal, líder en la comunidad, personalmente acomodó en sus lugares a los 20 menores que lo acompañaban, indicándoles que no debían separarse por ningún motivo del grupo cuando llegaran a su destino.

“La invitación fue para una cantidad menor de personas, pero sé que pronto saldrá algo más para la comunidad completa”: dijo Chan Caamal.

En la comunidad viven 200 personas, son 60 familias y 60 niños en edad escolar.

Al llegar a Cancún fueron guiados por su líder desde el autobús hasta el muelle de playa Tortugas, en el kilómetro 6.5, donde abordarían el barco que los cruzaría a Isla Mujeres.

Jugando con un balón entre sus manos, el hombre de 33 años, recordó las veces que sus tres hijos le preguntaban cuándo conocerían el mar y por ello es que decidió aceptar el apoyo de Corazón y Vida Maya, Friends of the Maya Fundation y Dolphin Discovery, empresa privada para hacer posible esta salida.

Busco que las nuevas generaciones conozcan lo que nosotros como padres, nunca conocimos”, fueron las palabras del hombre que, con lágrimas en los ojos, pedía a los pequeños que permanecieran sentados hasta que los guías les indicaran abordar.

La espera llegó a su fin después de dos horas y en punto de las 11 de la mañana comenzó el arribo al barco, la prioridad fue para los niños para que se colocaran en la parte superior de la embarcación y apreciaran las tonalidades del Caribe a todo su esplendor. 

La primera en abordar fue Marleydi Poot Canché, estudiante de secundaria, quien se rehusaba a subir las escaleras por el ligero movimiento del barco con el contacto con las olas.

Fue entonces cuando su prima María Angélica Poot Chuc, de 15 años de edad, le dio un pequeño empujón y con palabras en maya que segundos después tradujo a los turistas que iban detrás de ellas, le indicó que debía hacerlo rápido para perder el miedo y dejar subir a los demás.

Sin decir ni una palabra, con la mirada perdida y terror en el rostro, Marleydi, de 14 años, se sentó esperando a que sus compañeros terminaran de subir.

No quiero”, decía la jovencita a todo aquel que le indicara que debía disfrutar el viaje y relajarse.

Al arrancar el barco, la mayoría de los tripulantes de Campamento Hidalgo, se agarraron con fuerza de los asientos.

Sin embargo, después de unos minutos y siguiendo el ejemplo de Marleydi, quien decidió vencer su miedo y ponerse en pie, sosteniendo su vestido multicolor bordado a mano por ella misma para evitar que lo levantara el viento, el resto de los niños se paraba y asomaban al azul turquesa del mar.

Al preguntarles la sensación que experimentaban con el movimiento del barco, la respuesta de Lilia Beatriz May Uc fue apoyada por sus compañeros, ya que para la pequeña de nueve años se sentía claramente el revoloteo de mariposas en su estómago con el avanzar del barco.

Mientras los extranjeros que viajaban en el barco contemplaban la vista panorámica propiciada al estar rodeados de diversas tonalidades de azul, los niños de la comunidad maya de entre siete y diez años, jugaban a mantener el equilibrio entre los pasillos.  

No así los pequeños, ya que ellos preferían ver el mar, pero agarrados de los barandales y cuerdas.

Este fue el caso de José Rafael Chan Poot, de tres años de edad, quien sin soltarse en ningún momento le preguntó a Antonia, su madre, ¿quién pinta el agua?, a lo que la mujer respondió que todo su alrededor era creado por los dioses.

Con una sonrisa en el rostro, el pequeño aprobó la respuesta y dijo que la imagen era más bonita que la de su comunidad. 

Para el arribo a Isla Mujeres, los visitantes mayas ya habían perdido el miedo y agarrados perfectamente de los barandales bajaron los escalones y salieron de la embarcación hasta tocar tierra.

Sin importar que no llevaran más prendas que las que traían puestas, los visitantes de Campamento Hidalgo, decidieron meterse al estanque y nadar con delfines, pero orientados en todo momento por Marco Moen, estudiante del Tecnológico de Cancún, guía en el delfinario y de descendencia maya, por lo que conoce perfectamente la lengua.

El viaje fue parte de un acuerdo entre los organismos civiles Corazón y Vida Maya, Friends of the Maya Fundation y Dolphin Discovery, para acercar actividades recreativas- educativas a zonas en situación vulnerable en el marco de la firma del convenio de colaboración entre Sistema Desarrollo Integral de la Familia (DIF) Benito Juárez y la empresa privada antes mencionada.

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