Felices colocaron la cruz en lo más alto

Los albañiles festejaron su día con música, cervezas y tacos de cochinita pibil.

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Los trabajadores de la construcción conmemoraron el Día de la Santa Cruz. (Israel Leal/SIPSE)
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Amaury Rodríguez/SIPSE
CANCÚN, Q. Roo.- Papel crepé y flores adornan una cruz incrustada en lo más alto de una construcción para conmemorar el Día de la Santa Cruz. El cielo contrasta con el gris de los cimientos que una vez al año tienen colores que reflejan una festividad mexicana que se remonta al Siglo XVI. Así como cuenta la leyenda que la cruz regresaba al lugar de origen, las bromas de los albañiles han trascendido de generación en generación y de edificación en edificación.

Suena una chicharra, no es la hora de salida acostumbrada, pero sí la hora esperada de este día. El convivio que todos se saborearon desde las cuatro de la mañana, cuando empezaron a hacer la preparación de la Santa Cruz. 

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Cochinita pibil preparada por un especialista en la comida yucateca, quien no reveló su fórmula, únicamente confesó que el familiar que le inculcó la albañilería, también le enseñó la receta.

La fila para hacerse de un taco era aproximadamente de 250 personas, todos ya con cerveza en mano, hasta las esposas que vinieron a ayudar a servir la comida de sus maridos, algunos, impacientes, se mordían los labios esperando la primera mordida, otros, premurosos de salir corriendo a jugar fútbol callejero con los compañeros de trabajo de las construcciones aledañas, la mayoría, relajando el cuerpo para sentarse a platicar sobre la vida. Una pachanga. 

Las peticiones musicales para el guitarrista del grupo llegaron ya cuando todos habían terminado de comer, desde baladas románticas a los compases de una canción grupera, siempre con la intención de convivir, incluso un propietario se animó a asistir a petición del arquitecto de la construcción. Sobró comida, “sirve, para el recalentado”, se escuchó.

Anécdotas en el festín, una tras otra, que están y quedarán en cada espacio construido con las manos de los albañiles, quienes dejan la suavidad de su piel en lo liso y nada áspero de los inmuebles que caracterizan la calidad humana de Quintana Roo. De eso se trata dicen los trabajadores: “de regresarle a la tierra, un poco de lo que nos da”.

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