La mega tontería

Millones de pesos del erario estatal se han gastado en este malogrado proyecto...

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Cuando parecía que estábamos a punto de ver el final de la historia de horror sobre la Megaescultura, uno de los símbolos más palpables de la corrupción oficial desde el sexenio de Joaquín Hendricks Díaz hasta el malogrado gobierno de Roberto Borge Angulo, reaparece el escultor Sebastián para demandar un pago por la modificación de su obra.

Muchas páginas se han escrito respecto a este mega fraude de las anteriores tres administraciones estatales y a más de una década de haber comenzado la construcción del monumento al ego y la insensatez de Hendricks Díaz, los quintanarroenses se siguen preguntando cuál será su destino final.

Millones de pesos del erario estatal se han gastado en este malogrado proyecto, surgido de la megalomanía de un gobernante que intentó pasar a la historia como alguien que dejara un legado para la posteridad, pensando que lo haría con una obra monumental que hoy es un dolor de cabeza para el actual gobernador.

La reaparición del escultor Sebastián, que en su momento declaró que los chetumaleños no sabíamos de arte y por eso criticábamos su obra, es una muestra contundente de que alguien está dispuesto a seguir provocando problemas a Carlos Joaquín, pese a que su gobierno heredó un conflicto que otros dos gobernadores no quisieron solucionar.

La Megaescultura ya nada tiene de original, las modificaciones del modelo inicial no se realizaron en las semanas que van de la administración actual, sino mucho antes, pero entonces el escultor no dijo esta boca es mía para exigir su pago y que al hacerlo ahora, tiene un significado de revancha política contra Carlos Joaquín.

¿No sería mejor que en un ejercicio democrático se hiciera una encuesta entre los ciudadanos y que ellos decidan qué hacer con un monumento que además no sabemos si será del agrado de la gente o si servirá efectivamente para promocionar al sur de Quintana Roo en estos críticos momentos económicos?

Desde el momento en que se proyectó la obra, la mayoría de los habitantes de Chetumal se opusieron, argumentando que era más importante construir un hospital, más escuelas, más carreteras, parques o lo que fuera, menos un monumento que sólo obedecía a la obsesión de un gobernador porque las futuras generaciones lo recordaran por algo.

Y sin duda que lo logró, hoy, después del derroche de recursos públicos, el manejo desaseado de las finanzas estatales entre muchas otras irregularidades, los quintanarroenses tenemos presente el legado de corrupción de un gobernador que no escuchó al pueblo que siempre se opuso a su enfermiza obsesión.

La exigencia del escultor Sebastián por más dinero, no tiene ninguna relación con la preservación del modelo original de su obra escultórica, sino una oportunidad de ganarse una buena cantidad de billetes, aunque eso se trate de un vulgar y prosaico chantaje que en un artista de su talla se ve muy mal.

Muchos años de corrupción están adheridos a cada pared de la Megaescultura, que con el pretexto de que Chetumal necesitaba un monumento que la distinguiera del mundo, hoy es ejemplo fiel de la insensatez, la mezquindad y la nostalgia por el poder.

 

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