Los otros tiempos

Miles de muertos por actos de violencia gracias a una guerra contra el narcotráfico.

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Al hablar de épocas ya idas, comparamos el ahora con lo que ya no existe. Por eso, entre otras cosas, fue exitoso el slogan del presidente del país vecino: “Make America Great Again (Hagamos América grande otra vez) porque el presente para miles de votantes ya no era atractivo, un viaje al pasado se volvió una posibilidad de un mejor futuro. Por cierto, la frase y la historia de uno de los creadores de Trump está en Netflix: Get me Roger Stone, y es muy recomendable.

Pero retomando la frase de los otros tiempos, por lo que estamos próximos a vivir en los próximos once meses, sobre todo en la campaña presidencial, es que se harán miles de promesas. Algunas generarán expectativa, serán incluso hasta emocionantes; otras serán las mismas promesas que las de hace seis o doce o dieciocho años.

Los candidatos dirán metafóricamente a donde nos quieren llevar, y cómo harán posible tal viaje.

Creo que independientemente de la cantidad de candidatos a la Presidencia de la República que tengamos en la boleta, las opciones reales de conducción de nuestro país son solamente dos.

Un cambio como el que tuvimos en 2000, en el que hubo alternancia en el Ejecutivo, sin que hubiera una transición real de nuestras instituciones. Una cambio estético, casi casi solo de portada, de rostros, con las anquilosadas estructuras del viejo régimen fotoshopeadas.

Tantos miles de muertos por actos de violencia derivados de una guerra poco inteligente contra el narcotráfico, tantos miles de migrantes que abandonan esta nación porque no fue capaz de darles una mínima oportunidad de desarrollarse, tantos millones de mexicanos en extrema pobreza, son la muestra de que este régimen dejó de funcionar hace años. Y que la apuesta por prolongar el pasado es errónea y sus consecuencias fatales.

La otra posibilidad es arriesgada e inédita. Significa acordar una transición y darnos nuevas instituciones, por ejemplo: Otra forma de gobernarnos, formando por primera vez un gobierno de coalición, entre varias fuerzas políticas que más allá de las ideologías acuerden una nueva agenda de políticas públicas que permita reducir las desigualdades económicas de nuestro país.

Acordar la transición a una nueva forma de gobernarnos implica, evidentemente, abandonar posturas dogmáticas, intransitables. Por estas razones la propuesta de un Frente Amplio Democrático es inédita, porque su fortaleza depende de la pluralidad de quienes se sumen. Que comprenden que este tiempo, no solo es suyo, no es el tiempo de un solo hombre o de un solo partido.

Arriesgarse a encontrar nuevas soluciones para los problemas que no se han resuelto en las últimas décadas, implica dejar el culto a la personalidad del Ejecutivo y empezar a hacer viables y funcionales instituciones como el Sistema Nacional Anticorrupción. Implica la existencia de contrapesos reales. Ya no bastan parches para tanto hueco, para tanto vacío, necesitamos urgentemente que las instituciones de la Republica funcionen.

En caso contrario, estaremos desafortunadamente, como el hombre del mejor cuento de Augusto Monterroso: Al despertar, con el dinosaurio todavía allí. Quizás de otro color o de otro tono, quizás con otras siglas, pero con el dinosaurio aquí.

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