El derecho a la libre movilidad II

En la pasada entrega, reflexionamos sobre el derecho a la libre movilidad de las personas...

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En la pasada entrega, reflexionamos sobre el derecho a la libre movilidad de las personas y nos preguntamos ¿qué es lo que realmente resulta incómodo de la presencia de personas migrantes?

Acaso es su origen distinto, sus tradiciones y costumbres, sus creencias, o es que en un sistema donde se privilegia la individualidad, el éxito y la acumulación en todas sus formas, se repele lo que es extraño aun cuando no exista ninguna intención hostil y se desea eliminarlo a causa de su otredad. O quizá porque son el reflejo de la pobreza, precariedad, racialización, exclusión y desigualdad, producto de un sistema altamente depredador para los menos favorecidos que no se puede sostener más.

Ante esta cambiante y compleja realidad del fenómeno migratorio, ¿qué podemos hacer como sociedad, más allá de las acciones emprendidas por los Estados y los Organismos Internacionales?

Si la vía diplomática y la celebración de acuerdos siguen siendo necesarios para la gestión de la movilidad humana, se requiere construir nuevas solidaridades, así como nuevas miradas y debates mediante la concientización sobre el respeto a las diferencias entre los individuos. En este punto, las instituciones educativas constituyen espacios para promover una cultura de paz y fomentar el conocimiento sobre los derechos humanos de las personas y en particular sobre los derechos de las poblaciones migrantes.

Es fundamental entender que no existen personas ilegales, la ilegalidad se produce mediante el miedo a lo desconocido, políticas de control cada vez más restrictivas, las expulsiones forzadas, la construcción de nuevos muros, la fortificación y militarización de los espacios fronterizos, e incluso a través de fronteras ideológicas. El hecho de que una persona cruce una frontera de manera irregular no la convierte en criminal, pues tal como lo señala la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

(Carmen Lilia Cervantes Bello / Doctora. Profesora-Investigadora, Depto. Economía y Negocios, Universidad del Caribe).

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